4-3-02
A Clonista
siempre le han divertido y sorprendido las coincidencias, el bonito juego del
azar objetivo. Lee en Manguel: “Los niños saben algo que la mayoría de los adultos ha olvidado: que la
realidad es todo aquello que nos parezca real”. El problema estriba en que la
realidad prensada parece diseñada para que lo real se nos presente como una
aproximación sin aristas, a pesar de ciertas fotografías y algunos titulares,
lo cual abunda en la insensibilidad genérica producida por la saturación
informativa. ¿Cuántos no usamericanos dan aún por bueno que el derrumbamiento
de las Gemelas neoyorquinas fue un espectacular efecto especial, que no afectó
a su integridad? Ni el caos material ni el desastre humano, y menos aún tras la
férrea censura de lo en verdad acontecido, han acabado de instalarse en las
conciencias con su exacta y verdadera dimensión. Habremos de esperar, sin duda,
a la recreación cinematográfica explícita para sobrecogernos y, como se suele
decir, “hacernos a la idea”, como ocurrió con la excelente -dentro de su
género- El coloso en llamas. La
realidad, en sí, a veces tiene poca capacidad para impresionar. La fábula, incluso
las forjadas por nosotros, desde el juego infantil hasta las quimeras adultas,
es mucho más convincente. Lo propio de la realidad es desbordar, excederse,
derramarse, y cuesta lo suyo encauzarla para comprenderla. Clonista percibe los
brochazos del gran retrato y muy a menudo observa cómo quedan las masas de
color suspendidas ante el lienzo, indecisas de si ese blanquísimo espacio es o
no el lugar adecuado para alojarse; sobre todo si, como en el caso de la
reunión entre Aznar y Zapatero, el color va cambiando y lo que empezó verde
esperanza acaba siendo negro bulo. La mancha de Sharon, rojo vengativo, se
perfila tan nítida como la de sus fraternales enemigos fanáticos, sin embargo.
Otro día más que Clonista va a remolque. Desde el día siguiente, de nuevo lo
real vuelve a ajarse, a bajar una capa en el palimpsesto del fresco envejecido
de cada día, pues la hora, la última hora, gobierna el desquiciamiento, el infiel desequilibrio. Los juegos de
palabras siempre son una huida, como el medievalismo romántico o el chinismo
modernista. Tanto es así, que han de volverse a escribir para que el corrector
ortodoxo del ordenador no te convierta el chinismo en cinismo, por ejemplo,
aunque, en el ámbito del juego, tampoco hubiera acabado diciendo una
barbaridad. Lo único que le faltaba a India era que el tibio laicismo estatal
acabara cediendo a las presiones de los partidos con proyectos de estado
confesional, y por ahí van, camino de añadir intolerancia y sacrificio en un
subcontinente que parece necesitar justo lo contrario. Con un interrogante
piadoso, el periódico se pregunta: ¿Puede
la prensa cometer genocidio?, y lo hace a propósito del juicio que se sigue
contra periodistas que alentaron matanzas en Ruanda. Resulta esclarecedora esa
interrogación, porque demuestra que la ingenuidad histórica o social no cae
solo del lado de este Clonista temerario. Una fotografía, casi ajena a la
crónica sobre el XVI congreso del PCE, en la que aparece Jorge Verstrynge,
cantando puño en alto La Internacional,
se ofrece como un caso espectacular de evolución ideológica ad sensu contrario,
si así puede decirse, porque lo habitual ha sido que, como Tamames, Piqué,
Castillo, Villalobos et alii, los jóvenes revolucionarios acaben defendiendo la
reacción. Singular es, así pues, ese "desclasamiento" hacia la
izquierda del antiguo "azote de rojos" y mano derecha de Fraga
Iribarne, quien ahora, hasta cierto punto emulando levemente a su antiguo
subordinado, anda en plena díscolomanía respecto
de las tesis oficiales de su ppartido. Deben ser las viruelas seniles. El
suplemento prensado aumenta la jornada laboral: dedicado hoy a la educación en
el tramo de Secundaria. ¿Conclusión?: S.O.S.
El antropólogo inocente que siguiera "un día en la vida de un
alumno de Secundaria" se quedaría maravillado por la sobriedad con que
somos capaces de dar por real la más extravagante cadena de disparates que
imaginarse puedan, pero eso sí que cae también del lado de la fábula y del
infantilismo que domina ese mundo institucional, tanto desde la trinchera de
los docentes como desde la de los discentes. El arte, aun relatado, es siempre
capaz de abrir una puerta por la que hallar, como en el caso de la historia de
los pintores Gentileschi, padre e hija, un paisaje en el que reconocer la
verdadera dimensión de lo humano, y aun de lo demasiado humano. "La vejez
vejada", un reportaje sobre la indefensión de los ancianos, alerta sobre
una violencia menos escaparatera que la más denunciada contra la mujer o los
niños; y a Clonista se le abren las carnes solo de pensar en tantas residencias
que serán más una prisión que un descanso bien ganado, y bien pagado.