viernes, 1 de mayo de 2015

4-3-02

     A Clonista siempre le han divertido y sorprendido las coincidencias, el bonito juego del azar objetivo. Lee en Manguel: “Los niños saben algo que la  mayoría de los adultos ha olvidado: que la realidad es todo aquello que nos parezca real”. El problema estriba en que la realidad prensada parece diseñada para que lo real se nos presente como una aproximación sin aristas, a pesar de ciertas fotografías y algunos titulares, lo cual abunda en la insensibilidad genérica producida por la saturación informativa. ¿Cuántos no usamericanos dan aún por bueno que el derrumbamiento de las Gemelas neoyorquinas fue un espectacular efecto especial, que no afectó a su integridad? Ni el caos material ni el desastre humano, y menos aún tras la férrea censura de lo en verdad acontecido, han acabado de instalarse en las conciencias con su exacta y verdadera dimensión. Habremos de esperar, sin duda, a la recreación cinematográfica explícita para sobrecogernos y, como se suele decir, “hacernos a la idea”, como ocurrió con la excelente -dentro de su género- El coloso en llamas. La realidad, en sí, a veces tiene poca capacidad para impresionar. La fábula, incluso las forjadas por nosotros, desde el juego infantil hasta las quimeras adultas, es mucho más convincente. Lo propio de la realidad es desbordar, excederse, derramarse, y cuesta lo suyo encauzarla para comprenderla. Clonista percibe los brochazos del gran retrato y muy a menudo observa cómo quedan las masas de color suspendidas ante el lienzo, indecisas de si ese blanquísimo espacio es o no el lugar adecuado para alojarse; sobre todo si, como en el caso de la reunión entre Aznar y Zapatero, el color va cambiando y lo que empezó verde esperanza acaba siendo negro bulo. La mancha de Sharon, rojo vengativo, se perfila tan nítida como la de sus fraternales enemigos fanáticos, sin embargo. Otro día más que Clonista va a remolque. Desde el día siguiente, de nuevo lo real vuelve a ajarse, a bajar una capa en el palimpsesto del fresco envejecido de cada día, pues la hora, la última hora, gobierna el desquiciamiento, el infiel desequilibrio. Los juegos de palabras siempre son una huida, como el medievalismo romántico o el chinismo modernista. Tanto es así, que han de volverse a escribir para que el corrector ortodoxo del ordenador no te convierta el chinismo en cinismo, por ejemplo, aunque, en el ámbito del juego, tampoco hubiera acabado diciendo una barbaridad. Lo único que le faltaba a India era que el tibio laicismo estatal acabara cediendo a las presiones de los partidos con proyectos de estado confesional, y por ahí van, camino de añadir intolerancia y sacrificio en un subcontinente que parece necesitar justo lo contrario. Con un interrogante piadoso, el periódico se pregunta: ¿Puede la prensa cometer genocidio?, y lo hace a propósito del juicio que se sigue contra periodistas que alentaron matanzas en Ruanda. Resulta esclarecedora esa interrogación, porque demuestra que la ingenuidad histórica o social no cae solo del lado de este Clonista temerario. Una fotografía, casi ajena a la crónica sobre el XVI congreso del PCE, en la que aparece Jorge Verstrynge, cantando puño en alto La Internacional, se ofrece como un caso espectacular de evolución ideológica ad sensu contrario, si así puede decirse, porque lo habitual ha sido que, como Tamames, Piqué, Castillo, Villalobos et alii, los jóvenes revolucionarios acaben defendiendo la reacción. Singular es, así pues, ese "desclasamiento" hacia la izquierda del antiguo "azote de rojos" y mano derecha de Fraga Iribarne, quien ahora, hasta cierto punto emulando levemente a su antiguo subordinado, anda en plena díscolomanía  respecto de las tesis oficiales de su ppartido. Deben ser las viruelas seniles. El suplemento prensado aumenta la jornada laboral: dedicado hoy a la educación en el tramo de Secundaria. ¿Conclusión?: S.O.S.  El antropólogo inocente que siguiera "un día en la vida de un alumno de Secundaria" se quedaría maravillado por la sobriedad con que somos capaces de dar por real la más extravagante cadena de disparates que imaginarse puedan, pero eso sí que cae también del lado de la fábula y del infantilismo que domina ese mundo institucional, tanto desde la trinchera de los docentes como desde la de los discentes. El arte, aun relatado, es siempre capaz de abrir una puerta por la que hallar, como en el caso de la historia de los pintores Gentileschi, padre e hija, un paisaje en el que reconocer la verdadera dimensión de lo humano, y aun de lo demasiado humano. "La vejez vejada", un reportaje sobre la indefensión de los ancianos, alerta sobre una violencia menos escaparatera que la más denunciada contra la mujer o los niños; y a Clonista se le abren las carnes solo de pensar en tantas residencias que serán más una prisión que un descanso bien ganado, y bien pagado. 

miércoles, 29 de abril de 2015


3-3-02

     Cuanto (y cuando) más abultada se nos entrega la realidad prensada, menos de ella se nos queda entre las manos una vez se ha recorrido la fatigosa vereda de los refritos, los “especiales”, las crónicas “en profundidad” y toda suerte de compases de espera hasta que la realidad del primer día laborable nos devuelva la compulsión de lo perentorio que desplaza la calma chicha de los domingos. Hoy la realidad se vuelve más espectáculo que en cualquier otra ocasión y mucho menos espectacular. Clonista repasa la tela por cortar y observa estampados archisabidos, titulares resabiados y fondos de armario. La realidad del domingo es una realidad complementaria. Aquello de lo que no se habla durante la semana aflora hoy, auténtica realidad sumergida, aunque los lectores no le presten atención, porque en día festivo no se lee un diario como en un día laborable, y que no se le pidan explicaciones de por qué sucede tal fenómeno, pero la intuición de Clonista le dice que eso es algo tan cierto como el extendido hábito de repasar, que no leer, el periódico en la terraza soleada de un bar a la hora del desayuno o del vermut. Es loable la intención de recoger la tela sobrante que queda después de aplicar los férreos patrones que nos dan el modelo de realidad con que vestimos nuestro imaginario personal y colectivo, pero ¿no convierten en una monstruosidad dichos modelos, así que les restituimos los retales? No ha mencionado Clonista hasta hoy, cree, la importancia decisiva del núcleo duro de la realidad: la economía, y cómo éste Clonista, como tantísimos ciudadanos y lectores más, mantiene respecto de ese núcleo una posición distante, fría y, contra toda lógica, sumisa. Las cuentas de la vida diaria son unas, la vida de las cuentas es otra, muy distinta, en parte oculta, en parte arte de prestidigitación, que es lo que se nos viene a las mentes cada vez que las oscilaciones bursátiles amenazan con resfriados, estancamientos productivos, depresiones y otras coyunturas tan esotéricas como el origen de algunas enfermedades víricas. De lo que sí tiene conciencia Clonista es de que cada vez que los grandes banqueros se reúnen, se expresa en sus modales, poses, atuendos y ademanes el dominio de quienes tienen en sus manos muchos destinos humanos: se les ve el poder.  Un domingo, sin embargo, tampoco es día adecuado para meterse en vericuetos abstrusos. El descanso merecido, la familia, el deber a medias cumplido de la semana que se inmiscuye durante la tarde como quintacolumnista de lo irremediable  invitan a no fijarse demasiado en lo que, a pesar de ello, golpea nuestra imaginación o nuestra pereza. Un hombre bomba palestino se inmola ante una sinagoga. Va de paradojas: la bomba humana fue reivindicada por el grupo palestino laico “Brigadas de los Mártires de Al Aqsa”, y suma y sigue en la fanática negación de lo obvio: ni los palestinos pueden quedarse sin estado, ni los judíos van irse del suyo. Por las Islas Británicas un “Ejército de Liberación Nacional Escocés”, de nuevo cuño, poca coña y mucha sosa cáustica, intenta sumarse al amplio inventario de lo real por la vía más fácil y cobarde, la del terrorismo. Ahí está Lionel Jospin, sin embargo, quien, en sintonía con sus electores, proclama que la inseguridad “es la primera de las injusticias”. ¡Ay, las inseguridades! ¿De los inmigrantes explotados? ¿De las mujeres amenazadas? ¿De los trabajadores que padecen acoso moral? ¿De los niños víctimas de los padres violentos o los pederastas organizados? ¿De las blancas tratadas tan suciamente? Habrá que esperar ulteriores declaraciones aclaratorias. El País, desde donde Clonista consuma su disparatado propósito, pone ¿punto final? a la presa hecha en la incompetencia gobbelesiana del goppierno. O sea, que en el fondo no es tan fácil la invención de la realidad, ni repetida mil veces. Y mucho menos convivir con una tan adversa como la de las universidades de las vascongadas, donde tanta hiel antidemocrática y nacionalfascista se ha de tragar, según experiencia viva de la profesora Gotzone Mora. Ahí está el PCE, cuyas siglas pronto se volverán un acertijo indescifrable para la gran mayoría de los votantes de este país, intentando demostrar la leyenda de las siete vidas de los gatos, o sus siete muertes, mejor dicho. ¿Y qué decir, en cuanto a invenciones de lo real, de lo del Fórum Universal de las Culturas, que va camino de ser el I Encuentro Universal Folclórico? 
2-3-02

     Es tradicional pensar en la realidad como un lugar, el antiguo “ahí” del “está ahí” que señoreó los usos coloquiales y articulados de la reflexión poco tiempo después de la concesión de la democracia -en lenguaje políticamente correcto sería “después de la conquista de la democracia”; pero ser Clonista ignaro, poco o nada avisado y, en punto a la reflexión, tan romo como la propia palabra lo representa, no significa que haya de ser necesariamente un ingenuo de tomo y lomo-; y por eso nos sorprende, cuando nos damos cuenta de ello, su carácter dinámico: la realidad se escapa de nuestras manos casi con tanta rapidez como el tiempo. No se trata de que se transforme, sino de que desaparece. La capacidad de retentiva de Clonista es mínima, lo cual es un impedimento notable para desarrollar su labor, puesto que hablar de clónica equivale a hablar de memoria, tanto en su sentido de archivo como en el de prospección y como, sobre todo, en el de creación. Por este último sendero, el de la auténtica desrealización imaginativa, es por el que nos es más fácil transitar a todos, en parte porque es una exigencia de los medios de comunicación a las masas: ni siquiera lo explícito es capaz de detener la proyección imaginativa con que hozamos y nos defendemos de lo real. Sí, reconocer la realidad es en gran medida defenderse de ella. El carácter fugaz de la misma tiende a dejarnos huérfanos de espacio y, por lo mismo, nos empuja a tratar de retenerla, de inmovilizarla. Qué jirones de la realidad acaben conformando la de cada uno es el desafío de cada cual, porque, al final, la convención común cae del lado de los juegos de poder y se revela como una ficción más cercana a la propaganda que a la imposible verdad. Clonista teme haberse perdido: esto es lo que tiene meterse en vericuetos para los que no se lleva el calzado adecuado ni se tiene la preparación física necesaria. Más sencillo es comprobar cómo el nepotismo pujoliano acaba saliendo a la luz, que los capitalistas se robaban unos a otros -infelices-, cobrando intereses del 300% con los que sólo unos cuantos de ellos veían engrosar sus cuentas paradisíacas, o que los obispos españoles propongan la canonización de Isabel la Católica, la patrona de la limpieza étnica, cuya fiesta pondrían en el recuperable día de la raza, se supone. Pero el día de hoy tiene un suplemento de realidad que le ha tocado muy de cerca: el arte del aforismo, a propósito de un libro de tales publicado por Cristóbal Serra. Eco, versado y poético, cataloga (y dialoga con) la historia del aforismo, amplísimo terreno de miniaturas. Se echan de menos las raíces egipcias, judías y griegas de los aforismos, pero un suplemento literario es lo que ha de ser: una invitación al descubrimiento, y poco más. Con una costilla contusionada por un golpe contra la mesa de mármol cuando, en escorzo imposible, besaba Clonista a su señora, la simple respiración indica ya el centro de interés de lo real. Si sumamos un entrenamiento bajo la lluvia intensa, por poética que resulte la imagen del corredor de fondo dando vueltas a una encharcada pista solitaria de atletismo, el resultado es un desfallecimiento que aleja lo real a una distancia rayana en la inverosimilitud. Por eso la fotografía del flequiministril Cabanillas bien puede ser lo que parece decir: “¡y cómo coño voy a saber yo por qué a ustedes les va tan mal en la vida!, ¡y a mí qué hostias me importa! No me lo explico, además, porque la voz que porto va a misa y es la buena nueva: en España emppieza a amanecer: ¡Aznar, Aznar, Aznar!, dicho sea como preámbulo gestatorio y bajo palio, en reconocimiento, todo hay que decirlo sí, de una evidencia histérica, digo histórica.” Ayer, en un capítulo del libro de Manguel, la realidad dobló su apuesta y venció: en l977 los militares argentinos contrataron a la empresa usamericana de relaciones públicas Burson-Marsteller para conseguir girar la opinión pública de su país y del mundo respecto del exterminio sistemático de ciudadanos argentinos que llevaron a cabo durante una de las dictaduras militares más atroces que ha sufrido el continente americano. El propagandista de lujo que encontraron, más de veinte años después, fue nada menos que Vargas Llosa, antiguo filoizquierdista y actual neoliberal sin complejos. O sea, que la afición a reescribir la Historia no es sólo estalinista, por supuesto; aunque la existencia misma de la Historia, como disciplina humanística exenta de la Literatura, resulta en nuestros días algo tan risible como el carácter científico de la Economía. Ya decían bien, ya, cuando a López Rega lo llamaban los sufridos argentinos, con intuición esclarecedora, El Brujo. Ricardo Piglia, también argentino, advierte, además, que la literatura se opone a la realidad. Con eso se cierra un pequeño bucle que ha marcado el día de hoy de manera vertiginosa. Justo al lado, en columna discreta, porque debe de ser de buena educación mediática, se airea el pasado “oscuro” de Pablo Iglesias: un padre demente a causa del alcohol y de la sífilis y una hermana prostituta. ¿No es de novela, eso que se opone a la realidad? McCourt sabe de qué va. Clonista se ve cada día que pasa más vecino de la literatura, un poco con un pie aquí en, la clónica, y otro poco con el otro allá, en la fábula.

lunes, 27 de abril de 2015

1-3-02

     La cuenta de los días, una cuenta de la vieja echada con prisas, no forma realidad, de eso sí que se puede estar seguro. Tanto como que nada de lo clonado hasta hoy se asemeja, en modo alguno, a lo que puedan entender las mentes exquisitas, y las de medio pelo, como realidad. Se admiten apuestas. Hay una convicción, importuna, que no deja en paz a Clonista desde que comenzó su aventura mediáticomediocre: la de estar condenado a ignorar cuál sea el epicentro de la realidad. Filosófica -o psicológicamente- parece que está claro, pero uno no vive desde la filosofía, y menos aún desde la psicología, si acaso desde la pesquis y desde la sabiduría -o desde la intuición-, de ahí que señalar esa ignorancia acuciante sea algo obligado. Es experiencia común considerar que el meollo de la realidad está siempre lejos de uno, que somos contemporáneos de él, pero que nos pilla un pelín desplazados. La ingenuidad disfraza de mil maneras esos centros que resumen el cogollito de lo real: la reunión del G7, el despacho oval de la Casa Blanca, la ceremonia de los Oscars, las sesiones de grabación de, pongamos por caso, los Rolling Stones, la sesión inaugural de la temporada de La Scala de Milán, la primera hilera de asientos del palco de una final de la Copa de Europa, el sancta sanctórum del Pentágono, la entrega de los premios Nobel, el orgasmo bigbangero con X, las decisiones de la cúpula del FMI... Es decir, todo aquello que se nos representa como inaccesible y de lo que, una vez conocido, como en el cuento de Francisco Ayala, El Hechizado, nos queda como abominable recuerdo el hedor de los orines... A salto de mata, y con la mezcla pertinente de estupor y de incredulidad, recorre Clonista la selva noticiera para descubrir ciertas rutinas insensibilizadoras y hasta desrealizadoras. La tópica fotografía mesiánica del che Guevara en un cartel pegado en una puerta de una ciudad palestina es expresión del pandemonio de imágenes que se apodera de la realidad hasta desfigurarla. Otro modo de desfigurar la realidad es pretender que el tiempo no lo haga. Para ello, a las personas que se someten a tratamientos antiarrugas se les inyecta la toxina del botulismo. La vejez como la peste, sin duda. Mayor Zaragoza dice que el 40% de la población no ha hecho nunca una llamada telefónica. Clonista no entiende muy bien el sentido del titular generado por el exdirector de la Unesco. Ciertamente, no lo llamará para preguntárselo. Huele a churras y merinas, sin embargo. Siempre, día tras día, se le queda dentro la tentación de meterse en los intersticios de la realidad prensada y hacer desde allí esta clónica remolona y a remolque. Por ejemplo, la publicidad. La contigüidad crea realidades sorprendentes y deshace los límites entre los discursos. El clonista se impone buscar ejemplos en algunos de los días por venir. Con el paso de esos mismos días, en el recuerdo ya no tan sucesivos y un mucho más estativos, ciertas noticias menguantes y redundantes muestran su verdadera naturaleza de vetusto agitprop. ¿Cómo encontrar una novedad que sea digna de tal nombre? La vida política es, en general, de una mediocridad encantadora, buñuelesca, y sus discursos monumentos a la estulticia. ¿Duro? ¡Quiá! Y habrá más. Como decían Tip y Coll: “la semana que viene, hablaremos del gobierno”. Y se iban. Y Clonista se va.
28-2-02

     Hoy, complicado de agenda, con un excelente entrenamiento por medio, un masaje y una sobremesa con Manguel, la realidad se  ha vuelto asunto privado. Tras salir de la fábrica institucional, la soledad del resto del día le ha deparado a Clonista la sensación de estar solo en el mundo, aislado. De vez en cuando le asaltaban imágenes, voces, olores, caricias, sabores intensos y la perspectiva de una eternidad por delante para la que intuía que dispondría de más tiempo del que seguramente tendrán a bien los hados depararle. Ignora si el optimismo será esa sensación de que siempre habrá tiempo para acabar todo aquello que tenemos pendiente; si es así, Clonista lo es. Creyó que no pasaría de la semana, en esta clónica esclavizadora, y cumple hoy el segundo mes al pie del cañón, que no es de extrañar el belicismo expresivo cuando el retrato continuo de la realidad tan lleno está de los desastres de la guerra. Aún no ha abierto la ventana y no sabe qué se encontrará en el bonito bazar prensado, donde los artículos se exponen con su reclamo de tipos negros, de buen tamaño y con su afán de seriedad encorsetada. Lo primero es siempre la fotografía: el rey entre monigotes trascendentes y, al menos, coloristas. Después, el oráculo del todopoderoso Greenspan, cuyas palabras crean realidad en todo el mundo. Y arriba a la derecha, dónde si no, Piqué el insidioso se deshace en disculpas con la boca pequeña, tras haberse quedado descompuesto y sin realidad inventada. Supone Clonista que el destino de la UE y el papel que jueguen en ella los estados será un asunto de primera magnitud, pero la tinta tecnocrática y funcionarial que baña esa parcela de la realidad lo vuelve todo tan lejano como el interés popular por la final del campeonato del mundo de hockey hierba. La candidata de peso del PRI se ha desinflado: su contrincante ha trincado los votos y se ha hecho con el poder para nada de la oposición envenenada, porque bien está ella sola para deshacerse en luchas intestinas como las que se anuncian. Después de 71 años de retener el poder para dejar la realidad hecha unos zorros, parece que se propongan pasar los próximos 71 enfrentándose para hacer bueno el adagio famoso: nada desgasta tanto como la oposición. Y que se lo digan a Zapatero. La revelación de los abusos sexuales de los cooperantes en África da paso ahora a la sordidez de los detalles, como la del intercambio de sexo por comida o el abuso de las niñas huérfanas y desvalidas. Llegamos a España y de nuevo se nos invita al aburrido juego de las encuestas mentirosas. ¿Quién, a estas alturas, es capaz de tomarse en serio una encuesta, y menos aún si viene del CIS?  Pero los sesudos politólogos son capaces de sacarle punta horas y horas, artículo tras artículo y tertulia tras tertulia ad nauseam. Del resto del abaniqueo con las páginas apenas queda en la memoria el recuerdo de John Steinbeck cuya obra Las uvas de la ira acabó siendo una película “fundacional”, tan dura casi como La ruta del tabaco. Hoy se le alaba, en su terruño; ayer se quemaban sus libros. ¡Qué suerte la de Clonista, de no tener terruño! Él se consideraba un artesano, pero lo cierto es que el arte, como en La sal de la tierra, tan cercana a sus Uvas, no está reñido con la denuncia social. En este caos de informaciones dispersas, esta lluvia de caminos que invitan al recorrido, muchas son las tentaciones y poco el tiempo disponible. A Clonista le pasa como a los parlamentarios que resuelven los males de la patria contra reloj y contra los apremiantes “vaya acabando su señoría” del presidente o la presidenta de turno y de sólo una parte de la bancada. Hoy muere oficialmente la peseta a la edad de 133 años, que tampoco es moco de pavo. Ya con lo de pesetero y sus gritos alternativos dejamos consignado el adiós. Hoy es memoria y en ella aparece, en la infancia, la moneda de 10 céntimos con el caballero vestido con armadura que sostenía una lanza. ¡Cuántas veces rayó Clonista con un lápiz sobre el papel encima de la moneda para calcar el relieve épico! ¡Y cuántas monedas de dos reales no usó para utilizarlas como tope de las cuerdas de las peonzas! ¡Cuantísima realidad atesoran las monedas, presente y pasada! No son objetos indiferentes, en verdad. El sueño le vence. La realidad se desdibuja. ¿Será mañana otro día? ¿Mediará Dios? No solemos cerrar los ojos con la inquietud de no volverlos a abrir, porque la confianza animal en la sucesión de los días y las noches puede más en nosotros que la fantasía de una nueva dimensión que nos aparte de lo conocido. Ahora se da cuenta Clonista de que los sueños de los ojos abiertos rara vez tienen cabida en esta clónica. Mañana empieza marzo, que marcea, ¡y allá vayan hermeneutas que descifren el marcear!

domingo, 26 de abril de 2015

27-2-02

     De nuevo aquí, es decir, por partida doble, y con el sueño y el cansancio doblado por el día primaveral en el que correr -hoy sólo 15 km- se le ha hecho a Clonista muy cuesta arriba. A estas horas de la noche, sólo la apetencia del sueño, que es deseo de borrarlo todo y de explorar el caos, le gobierna. Entiende, por otro lado, Clonista  que la gente en general no sea aficionada a la lectura de la prensa, y que hayan proliferado los cuadernillos de titulares que se reparten gratuitamente: algo así como la noticia convertida en aforismo, o poco más. Estimula coincidir con De Azúa en el agradecimiento a Verdú por aquella columnita trasera tan explosiva, y Clonista agradece al primero la suya de hoy, un abundamiento tan claro, y clarificador, que raro será el votante socialista -pronto seremos legión de exvotantes, pues a este ritmo llevamos camino, si no, de acabar convertidos en exvotos del altar del beato Zapatero o en comparsas del histriónico  Maragall- que no lo suscriba. Tiene algo de rebelión discreta entrarle por detrás a la realidad prensada, haciendo caso omiso de su despliegue frontal de pavo real, hoy con la foto trentina de los altos ejecutivos católicos. La moda de la deformación informaintoxicativa gubernamental parece haberse quedado hecha jirones en un plis plas. Eso sí, ha servido lo suyo para mantener vivo el anodino enfrentamiento entre gobierno y oposición, como corresponde a una democracia consolidada. Ayer, por lo leído, un conseller del desgovern Pujol hizo que la policía cargara contra 30 manifestantes que impedían el paso a la comitiva gubernamental. Despejado el camino, arreciaron los insultos contra la autoridad legalmente constituida, y entre ellos llama uno poderosamente la atención: “peseteros” ¿Qué lo sustituirá, en un futuro inmediato europeos, europeros, eurófilos, euristas, lladreuros, rapiñeuros, robeuros, afaneuros, eurones...? Lo que sea sonará. Como sonará, algún día, la hora de que la autoridad legislativa y ejecutiva haga algo para que ese 90% de mujeres extranjeras que trabajan en los clubes de alterne de las carreteras pueda abandonar la esclavitud en que viven y, si así lo deciden, dedicarse libremente a la vieja profesión, sin arriesgarse a perder el “más preciado don” para los hombres, que dijo quien sabía de qué hablaba. Noticias como la de hoy, que la vergüenza ajena y el horror propio habrán impedido convertir en titular de primera página, sí que se aparecen como realidades contundentes y depresivas: algunos colaboradores del ACNUR y de la oenegé Save the Children han sido acusados de haber abusado sexualmente de niñas y niños africanos. Obliga a irse, del diario y de la realidad, la perversión autoritaria de esa sexualidad enferma. Real como siempre lo es el imperio de la carne y como lo saben muy bien los pedófilos que huronean por internet en busca de carne estampada o vídeos abominables. Y nos vamos yendo. Clonista lo hace con la moda de la tergiversación de la realidad, tan en boga. Ahora le toca a la presidenta del INE, quien habrá de dar cumplida cuenta del famoso enmascaramiento de los precios que ha supuesto el primer IPC del año. Y esa sesión congresual sí que será un bonito ejercicio de juegos malabares con lo real, lo irreal y lo relativo. Macbeth, adaptada por Bieito, se ofrece como una buena bofetada escénica, dice el crítico, aunque no sepa explicar muy bien qué es lo que queda de Shakespeare en la obra representada. Seguimos en el ámbito de la traducción, imprescindible para poder ajustar la realidad en el lecho de Procusto de nuestra vanidad. A su modo, algo parecido han hecho los jueces del Supremo: le dan la razón al gobierno, pero lo que no se sabrá jamás es qué habrá hecho o dejado de hacer el ejecutivo para que el supremo comprendiera que si les pagaban las deudas a los funcionarios -siempre rehenes de los presupuestos restrictivos- peligraba la salud financiera del estado, o poco menos. Y así nos va(mos).