10-3-02
La primerísima hora de un domingo por
la mañana es el único momento en que Clonista
puede llamar a la ciudad suya. Camino de una media maratón, el espacio
se abre como la flor del ocio y una tranquilidad existencial, diríase que
soñada, se apodera del uno que no soportaría demasiado tiempo esa soledad
futurista. Todo se irrealiza con las primeras luces y el buen tiempo. No tarda
mucho el día en cabalgar al galope hasta recobrar el ritmo exacto del
desquiciamiento, aun a pesar de la festividad y de los efectos informativos ya
señalados al respecto. De vuelta de las nieblas del cor de la Cataluña eterna, el tráfico ya se resiente por la
manifestación contra el PHN que mañana será portada de los periódicos
catalanes, al menos. Hoy, ni siquiera tras el ajetreo del ágape familiar por el
aniversario del hijo, ha habido tiempo "material" para dejar aquí
consignada la visión del día. Será este hoy, así pues, un tempranísimo mañana,
lunes. ¡Qué difícil se hace sobrellevar una esclavitud aun deseada, ser un
siervo libre de amor... a la realidad prensada? Supone Clonista que si, por una
súbita decisión retadora, se le acumularan los diarios sobre la mesa, día tras
día, durante un mes, por ejemplo, ¿sería capaz de empezar a leer por el
primero? No lo cree. Con la Historia, sin embargo, con la síntesis, con la
fábula, no obraríamos igual: leeríamos desde el principio, como una novela a la
que no le podemos quitar los capítulos iniciales, pues desconoceríamos datos
imprescindibles para poder seguir el desarrollo de la trama. De ahí el afán por
que no pasen de dos los días no clonicados: Clonista tiene la secreta
convicción de que llegar a tres sería un reto imposible de cumplir y que le
induciría al abandono. Ignora si sería "imperdonable" en estos
tiempos de tan bélico signo con los que se ha iniciado el ¿de verdad
"nuevo"? milenio, porque es evidente que la anunciada guerra contra
Irak, por ejemplo, no debe provocar ninguna reacción en la mayor parte de la población
mundial, salvo algún trillado comentario de café, de sobremesa o de receso
laboral. Ya incluso se habla del uso de armas nucleares "de
bolsillo", lo cual recuerda mucho a los libros. Algo de ilustración ha de
haber para la destrucción, y cuanto más haya, más refinada, por cruel, ésta se
vuelve. Aunque para crueldad la de la imagen de los dos jóvenes sentados a la
barra del bar israelí en cadavérico escorzo donde una bomba humana se llevó por
delante esas y muchas otras vidas. En la página de al lado, siempre especular,
se da a entender que puedan volver los campos de concentración. ¡Ay, la
Historia...! Los pacifistas árabes e israelíes, sin embargo, se granjean el
odio acerbo de ambas partes. En fin. En Barcelona siguen construyendo la
fortaleza policial que acogerá, a punta de metralleta, a los representantes de
los pueblos de casi toda Europa. Y poco más hay que decir. Es un motivo idóneo
para la infografía, que tan modernos vuelve a los diarios, eso sí: ¡vengan
gráficos y mapas y tartitas y diagramas y esquemas y lo que se tercie! Lo que
no es casual es llegar a la información de España y abrirla con el hermoso
paquete de alba pureza del modelo de Calvin Klein: algo así como la subliminal
¡nos han pillado en pelotas! o nos están robando hasta los calzoncillos. Entre
ese aluvión de noticias encadenadas por la nadería y la trivialidad, bien
apartadita, aparece, como un espacio súbitamente iluminado por la luz especial
de la imaginación lingüística, un anuncio de las obras completas de Valle
Inclán: nos dejaremos llevar por la estrella... Aún queda pendiente, por otro
lado, el repaso no clonicado de Babelia, el excelente escaparate de la vanitas
y la revelación. Y lo dicho: escopeteado hacia la realidad que no emerge de esos mundos lejanos de los que nos hablan
los diarios y que tanto nos condicionan, por vericuetos, trochas y falsos
atajos, la realidad inmediata que nos engulle con una voracidad harto
desagradable. Y fin, sí. Y principio de aquí a unas horas. El ouroboros que
gira.