27-4-02
Por el asesinato a la fama. Tal puede
rezar la realidad del día tras el escalofriante asesinato de 17 personas
cometido por un joven estudiante de secundaria en Alemania. “Algún día quiero
ser famoso”, lo que para el alumno en cuestión significaba que lo conocieran y
que hablaran de él. Su confianza en la vida ultraterrena debía ser tan firme
como la serenidad enajenada con que disparó contra sí mismo para culminar su
obra infame. ¡Ah, la fama, cuántos crímenes se cometen en su nombre! Que haya
ocurrido en un instituto de secundaria prueba, sólo en cierta medida, el
fracaso de las buenas intenciones. En el ámbito de la cultura -si es que la
educación pertenece a ese ámbito, que Clonista lo duda con conocimiento de
causa-, bien poco deben haberle impresionado la mente, al asesino, los ejemplos
de la abnegación, la voluntad, la austeridad, el sacrificio, la perseverancia,
etc., que en la institución académica ha tenido que conocer. ¡Cuánta distancia,
y cada vez más, hay entre la vida diaria y el saber académico! Quizás sea
exagerado hablar de institución carcelaria, refiriéndonos a la escuela, aunque
Illich lo sostenía, pero no lo es el hecho de que constituya un mundo aparte,
una dimensión muy parecida a lo que es la realidad para cualquier lector de la
prensa que exprime un universo tan ajeno a las preocupaciones del día tras día.
Después de un fin de semana secuestrado por la tortura de las correcciones
escolares, de buena mañana de lunes -autoironía sobre las cuatro horas de
escaso sueño que contemplan a Clonista- abre éste la realidad prensada de hace
dos días y es capaz de verla, tras el hiato en blanco del domingo -el castrador
de la casa de Bernarda Alba corregida al por mayor-, con ojos de auténtica
novedad. Bien poca cosa lo es, ciertamente, pero Clonista, que a pesar del
cansancio está tecleantemente locuaz,
insiste en su buena disposición. Hay días, como el del próximo lunes, desde el
que se escribe la realidad de hoy, en que esa realidad se ve diáfana, ajustada,
armónica, jorgeguilleniana de las doce en el reloj: oscuros procesos cerebrales
y secreciones miríficas contribuirán a ello, sin duda. Es sabido que la
realidad construida desde los media
se impone fácilmente a la construida individualmente por cada quisque, de ahí
que todo aquello en lo que se insista desde aquéllos se convierta en la
"primera preocupación de la ciudadanía -o espectadornía”-. Hace tiempo que
no se oye el mugido ignaro de ninguna vaca loca; y ahora solo se oyen las
suicidas quillas de las pateras corsarias llevando esclavos estafados desde el
infierno hasta el subsuelo del paraíso. Hoy, además, y ya es curioso, con tan
brillantes ánimos como los de aquella mañana de lunes, a Clonista apenas se le
quedan en la mente sino las noticias empañadas de muerte o desamparo, como el
de esos cinco hijos y su cachorro de pitbull, todos hambrientos y desatendidos.
O el remedo cheguevariano de la muerte del líder checheno, manquedad incluida,
y ya van dos en el curso del año. ¿Existe Chechenia? A Clonista le asalta la
duda, antigua, de que le estén contando un cuento triste para atemorizarlo. No
lo es el de la inseguridad de los agricultores, expuestos a todos los robos del
mundo, en verano y en invierno. Suerte que la visión de Tanguy, una película de Etienne Chatiliez, anima en su intrascendencia
de “cosas de ricos” la velada de Clonista y conjunta. ¡Qué película tan
distinta, con el mismo tema, saldría si se bajaran algunos escalones en la
pirámide social! A su modo, la realidad prensada exprime con morbosidad esa
visión “naturalista” de lo real. En último término del amedrentador paisaje de
lo real, lleno hoy de minucias metropolitanas, coincide Clonista con la
extrañeza de Verdú sobre la unanimidad legionaria contra Le Pen, manifestación
insigne del vacío ideológico que aqueja a las democracias-espectáculo. Como que
ya no somos votantes, sino audiencia, aunque sólo nos llegue ruido, mucho
ruido, y pocas nueces.