20-7-02
Si el verano
implica una devaluación de la realidad, algo así como una disminución alarmante
de lo noticiable, la contrapartida es la elasticidad de lo prensado. A varios
días de la conquista y reconquista del islote, aún colea, con mediación
usamericana incluida, el conflicto entre Marruecos y España, o entre sus
respectivos dirigentes, porque, salvo los pobres de espíritu que pueden ser
empujados al demente patriotismo popular jaleado por los mandamases
respectivos, ¿qué se le da a cualquiera con criterio propio de a quién
pertenezca o deje de pertenecer el pedrusco? ¿Serán conscientes los de la
gaviota genovesa de que la intervención usamericana los ha puesto en el mayor
de los ridículos? Dar el salto a la notoriedad internacional por un suceso
semejante, con un despliegue militar de esa envergadura, habrá dejado en
quienes se hayan interesado por la noticilla la sensación de que el presidente
de goppierno español es lo que en realidad es: un caudillito con mala leche y
con un pronto bélico de cuidado. Los
tics autoritarios están en relación directa con su nivel de fracaso político.
¡Que se preparen los ilegales! ¡Que se preparen los beneficiarios de las becas!
¡Que se preparen los parados! ¡Que se preparen los televidentes de la 1ª y la
2ª cadenas! ¡Que se preparen los chorizos -menos los de cuello blanco-! Clonista
lleva un mes de julio desorientado, escaso de fuerzas, luces y tensión; como si
el alejamiento del estrés le hubiera robado, curiosamente, el puntito de
agresividad intelectual necesario para enfrentarse a su aventura clónica. Hasta
el presente, las jornadas se le han ido complicando y, salvo la presente
clónica, solo se ha dedicado a la preparación de El amigo manual, una colección de aforismos ajenos especialmente
espigados para los jóvenes, a fin de iniciarlos en el género. Paciencia. Desde
esta suerte de indolencia inducida por las circunstancias, la realidad calurosa
y soleada se ha ido alejando hasta colocarse tras una borrosa calina
distorsionadora y protectora, tal es su ambigüedad. Incluso la huelga de hambre
de los inmigrantes encerrados en la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla,
la observa como una jugada estratégica, no como una decisión a que obliga la
desesperación, la necesidad imperiosa de volver a las primeras páginas, pues
sólo la realidad de la primera página alcanza, como quien dice, carta de
naturaleza. Se reduce tanto la horquilla de lo real en este fin de semana, que
se contagia al sábado el planteamiento prensado del domingo, con sus reportajes
de amplio alcance. A falta de menos de un año para las próximas elecciones
locales, van tomando cuerpo de noticia fija los movimientos de los partidos
para afrontar esa batalla municipal y espesa. La distorsión de su valoración,
como primarias de las generales del año siguiente, 2004, impide, con todo, que
la realidad más próxima a los ciudadanos adquiera el protagonismo que merece.
De hecho, incluso la vida municipal de una capital como Barcelona pasa casi
desapercibida en la referencia prensada de Clonista, salvo la política de
relumbrón, claro, con esos anuncios de convenios, obras, inversiones,
acontecimientos culturales, etc., que dan la impresión de una superrealidad
ajena por completo a los ciudadanos de a pie, o de a sin micrófono, como ironiza Verdú. A Clonista le llama la
atención el aval del constitucional a la absolución de una pareja de testigos
de Jehová que invocó sus creencias religiosas para que su hijo accidentado no
recibiera una trasfusión de sangre. Forzado por los médicos y tras haber
recibido la autorización judicial, los médicos tuvieron que hacer frente a un
estado de alteración nerviosa rayana en la desesperación en el niño que impidió
la trasfusión. Al cabo de pocos días, agravada su salud por el accidente, los
médicos realizaron la trasfusión. Inútilmente, el niño acabó muriendo. El
Constitucional antepone la libertad religiosa a la vida e indica que también
los menores son portadores de ese derecho, y hablan de algo así como de una
mayoría de edad religiosa a los 12 o 13 años. Clonista, sinceramente, no solo
no entiende la decisión del Constitucional, sino que le parece un auténtico
disparate, una muestra, si acaso, de lo que ayer o anteayer denunciaba: el peso
de la religión en nuestra vida social. ¿Para cuándo un Estado aconfesional
auténtico? ¿Para cuándo un Estado en el que lo concerniente a las religiones
sean negocios privados sin intervención de los dineros públicos? ¿Hasta qué
punto es legítimo considerar que las creencias religiosas de los padres pueden
determinar incluso la supervivencia de los hijos? ¿Acaso no puede considerarse
una secta destructiva la que impide que se luche por la vida de un hijo cuyo
futuro es impredecible, aun cuando el presente esté determinado por la
influencia de los padres? ¿O es que no hay hijos de Testigos de Jehová que
hayan renegado de las pseudobiblicosanguíneodemenciales creencias de sus
progenitores? Por otro lado, la petición
de Pujol al goppierno para que exija visado a todos los sudamericanos debe
ponerse en relación con el creciente aumento de la inmigración sudamericana en
Cataluña. A este paso, los temores lingüísticos del señor Soley acabarán por
robarle la poca paz nacional que aún debe quedarle en sus patrióticas venas
venales. Eso sí, los yayos catalanes tienen un repertorio de americanismos
dialectales que da gloria escucharlos. Y suma y sigue. Triste ha sido la
irrupción de Julio Alberto, el antiguo lateral zurdo del Barça, en la realidad
prensada de hoy, aun a pesar de la escasísima extensión que se le dedica. Tras
arrastrar una vida tópica de ídolo caído, los destrozos causados en la
habitación de un hotel céntrico y el posterior intento de suicidio dieron con
él en un hospital. Una vida difícil, la de quien teniéndolo todo no supo
conservar nada. Dentro de poco pasará, probablemente, de sucesos a necrológicas
y mucho más adelante incluso puede que acabe siendo tema literario, y Clonista
espera y desea equivocarse, pero ya ha visto un par de resurrecciones del
jugador que no le han apartado del desastre personal. En el vaivén bursátil
habitual, ahora le vuelve a tocar el turno a la capa caída, a la espera de que
alguna declaración de Greenspan, algún macroindicador, algún vientecillo de
confianza en las posibilidades de algún gigante de la industria o de la
comunicación o alguna encuesta que prometa el paraíso de los devengoshuríes
relance la fiebre compradora y los índices se paseen por los cielos, los
inversores leviten y todos coman las perdices..., perdón, los gánades de la felicidad.