9-8-02
Con el
lógico retraso veraniego que provocan las eternas veladas sobre las fichas del
Rummikub, ayer acabada con la satisfacción pueril de la victoria, Clonista se
afana en levantar las ruinas de una realidad que, en apenas unas horas, tendrá
más de sombra que de realidad. La ayuda del FMI a Brasil, por ejemplo, al ritmo
especulativo de las bolsas mundiales, ¿en qué quedará?, ¿cuánto tardará en
consumirse como un motor pasado de revoluciones? A todos los beneplácitos y los
buenos augurios, ¿qué soplo helado de una futura bajada incomprensible, pero
inmediata, no les congelará la mueca del beneficio? De todos modos, una ayuda
como la del FMI es, en realidad, la acción desesperada de quien le ha visto las
orejas al lobo y sabe que, gane Lula o no las elecciones, una mayor presión
contra el real y la economía brasileña no tendría otro desenlace que una
recesión global, empezando por España, por contado. A toma pasada, aparece hoy
el ataque setembrino de las FARC contra el Congreso colombiano. De los 17
muertos provocados por los aguerridos guerrilleros, 11 eran mendigos que no
deberían andar festejando la victoria de Uribe precisamente, pero ya se sabe
que en las guerras son inevitables los asesinatos colaterales. También lo saben
las futuras mártires iraquíes que desfilan con la convicción tradicional de las
viudas practicantes del sati. Por cierto, exculpados los hijos herederos del
asesatinato de su madre, la policía ha llegado a la conclusión de que de entre
los 1000 asistentes al rito funerario, salieron unas decenas de brazos que
lanzaron a la viuda sobre las llamas. Como el matrimonio era mal avenido, se
entiende que los amigos del difunto quisieron hacer justicia, y la hicieron.
Justa es, aunque tardía, la decisión de Shlomo Ben Ami de dimitir como diputado
en el Parlamento por la presencia de su partido en el gobierno ultraconservador
y sharonicida que está pulverizando todas las posibilidades de paz entre
vecinos tan bélicos como creyentes. ¿Hay algún agnóstico en Israel? ¿Lo hay en
Palestina? Clonista no sabe si por vía
paradójica debería inventarse la Iglesia Agnóstica y enviar misioneros a todos
los rincones del mundo para revelar la buena nueva: el hombre ha de querer ser
el responsable de su propia vida. Por razones de simpatía deportiva, Clonista,
también maratoniano, ve con simpatía la imagen del político en campaña
electoral corriendo con sus posibles votantes. Él corre no solo hacia sí mismo,
sino hacia un 8% de los votos, que en Alemania, para un partido verde,
supondría una gran victoria, es decir, la posibilidad de una gran derrota si el
SPD sigue perdiendo el resuello cerveceril –prohibido ver ni siquiera una vez
cerril donde no lo hay- de los alemanes cansados y estáticos. Clonista,
perezoso como él solo y como le han hecho los excesos de la realidad prensada,
no ha seguido, aunque se lo merecía, las entregas de José Comas sobre las
posguerras balcánicas. El reportaje del día, más cercano a la actualidad del
aberrante tráfico de esclavos, presenta una realidad que Clonista tuvo la
ocasión de conocer, hace más de un año, en un documental televisivo que le
afectó considerablemente. De todo el escalofriante relato de Comas, a Clonista
se le queda, sin embargo, un apunte trazado de paso: “En el Hotel Berna, un
sólido edificio con un vestíbulo de estética narco, con cascadas de agua y
serpientes de plástico dentro, reina Leka y se mueve a sus anchas. ¡“Estética
narco”! ¿Pero dónde ha estado metido Clonista, por el amor del Gran Cero! Como
suele ocurrir con la realidad prensada, desde que los encerrados en la
universidad Pablo de Olavide, en Sevilla, aparecieron en ella, su rastro
inmóvil se había perdido en el relativo marasmo de noticias mayores, menores,
anecdóticas y de borra. Ahora aparecen para, finalmente, desaparecer esposados
hacia el fracaso, hacia el origen. La conclusión es que la situación se ha
podrido, después de que, como sugiere José Chamizo, Defensor del Pueblo
andaluz, hubiera surgido un grupo que impedía a algunos encerrados tomar
decisiones individuales, ya que no libres, por supuesto. Como la campaña
prensada del verano ha escogido la inmigración ilegal, TB y CR se permiten una
licencia que habla bien a las claras de por dónde van los tiros a la hora de
comentar el apresamiento de la superpatera que albergaba –es un decir– a 70
inmigrantes: “Setenta personas, número equivalente a casi cinco Gobiernos de
José María Aznar, se hacinaban en la patera más grande interceptada hasta ahora
en las costas andaluzas.” Y Clonista tenía complejo de padecer alergia aznárica…
El virus del Nilo –pobre turismo el de Egipto, tener que luchar ahora contra
los mosquitos así bautizados por mor de donde fue identificado– tiene
atemorizados a los usamericanos, y el pánico va en aumento. El escudo nuclear
poco puede hacer contra tales enemigos, todo sea dicho, que más parecen salidos
de la ficción catastrofista que de la realidad. El listón de las exigencias
culturales también desciende lo suyo en verano, aunque igual las suplencias
periodísticas contribuyen algo a la fofería de determinadas informaciones. Que
la conferencia de Savater haya sido resumida como si se tratase de un encuentro
de Escrivá con sus fieles supongo que debe haber irritado al resistente
antifascista, con razón. Clonista casi nunca se pasea clónicamente por el
suplemento Tentaciones, hecho a
medida para un público que desprecia el resto del periódico en el que aparece,
pero hoy, al ir pasando las páginas para acabar de leer lo que ayer quedó en el
silencio oscuro de lo inédito, encuentra una entrevista a doble página con Álex
Olmedo, se supone que un nuevo valor de la música popular contemporánea, quien
no cuenta entre sus tentaciones los libros: “Me gustó Seda, de Alessandro
Baricco. Pero me cuesta terminar los libros.” ¡Ahí es nada! El caballero Olmedo
parece que ha leído menos letra impresa que los ratones de biblioteca, tan
frecuentadores de ella. En fin, una y no más. Es cierto que, de vez en cuando,
al Clonista curioso le gusta adentrarse en terrenos ajenos para saber qué se
cuece, pero el último plato no deja de ser el mismo plato de siempre, y siempre
recalentado.