lunes, 25 de enero de 2016

20-11-02

     Creía Clonista que se le haría eterno el último tramo de su aventura, pero las obligaciones acortan los días más que las series de 400 metros la respiración de un fondista fondón. Así pues, sin apenas un mínimo descanso reparador en la apretada jornada de un padre en apuros, Clonista despliega la realidad prensada ante sus ojos para levantar esta acta caótica y parcialmente especular, o pasada por delante de los espejos del callejón del Gato, y observa, en primer lugar, la instantánea del hundimiento del Prestige, con su carga, camino de solidificarse en una enorme piedra negra, según algunas teorías, camino de continuar causando un desastre ecológico de primera magnitud, según otras. A su lado, otro hundimiento, físico y moral, reflejado en la deletérea estadística argentina de los niños muertos por inanición en un país donde no faltan los alimentos pero donde la economía dicta la ley salvaje de que quien no los pueda pagar ha de perecer. Y así sucede. Con el consentimiento culpable de la poca clase política que queda aún en pie en aquel país esquilmado y torturado. ¡Como si las sucesivas dictaduras militares no hubieran sido suficiente castigo! Por eso resulta insultante que la corresponsal se limite, resignadamente, a decir, en su crónica, que “a la escasez de camas hay que añadir la falta de acceso a medicinas, las más caras de toda América Latina”. Perdónese el uso gálico de América Latina, pero es imperdonable que no se señale de quién o quiénes es la responsabilidad de esos precios. Por otro lado, un funcionario resabiado y endurecido, de la AECI (Agencia Española de Cooperación Internacional), convierte las imágenes de la inanición infantil en una simple maniobra política. ¿Para atraer más fondos que esquilmar, acaso? Probablemente. Más abajo, ¡qué minúscula se ve, también moralmente, la torpe y necia manipulación del CIS, una ayuda con vistas al futuro de su parlamentario socio indeseable! Peores ridículos han hecho las encuestas electorales, no obstante. Al fin y al cabo, parece haberse consolidado la mentira gratuita, inocente e irresponsable como la actitud más extendida ante las encuestas. A su modo, es la oportunidad creativa del ciudadano: le toca hacer realidad y la hace como mejor le parezca en ese momento. ¡Qué pocas son las oportunidades de hacer realidad que se tienen en la vida! La sensación dominante es la de que la realidad nos conforma, nos modela, nos doblega y nos aniquila. La realidad, como la vida, es así. Y ahí, en tan  modesto como sintético adverbio, cabe un buen pliego de descargo para justificar nuestros actos creativos. Acto y creativo lo ha sido el de la elección del alcalde de Haifa como candidato laborista en las próximas elecciones generales. Con un discurso pacifista, pero no ingenuo, Amram Mitzna, que también ha sido general, como tantos otros políticos israelíes, promete respetar los acuerdos de Oslo y de Madrid, y evitar la colonización de los territorios palestinos. De izquierdista e infantil le tachan sus correligionarios más de derechas, quienes se consideran en posesión de la auténtica visión e interpretación de la realidad. Porque cada vez que un discurso opone lo deseable a la resignación, enseguida se considera que es cosa de niños. Por cierto, qué poco relieve se le otorga en los media de occidente a ese trasiego permanente de generales del ejército a la política. Bastante más clara está la realidad de los favores que devuelve Bush a las empresas que le auparon: el vasallo rinde pleitesía a sus señores. Porque si hay señores de la guerra en los países tribales, también hay señores del poder en los meltingpot que, sin embargo, no se someten al veredicto de las urnas. Otra vez desde la base han tenido que oírse las voces discrepantes y certeras. Tres cartas, que quizá sean representativas del 90% de los lectores “habituales”, lo dejan bien claro: comerciar con la edición digital es un abuso: “sospecho que todo esto se hace para obtener más beneficios”, que son palabras de Manuel González casi calcadas de las propias de Clonista días atrás. La realidad jurídica es una parcela de lo real harto curiosa y sorprendente. El juez que ha liberado a Luis Roldán lo ha hecho porque, a su juicio, la alarma social “se ha mitigado.” ¿Explicarán los jueces alguna vez los criterios por los cuales miden ellos ese mitigamiento? ¿O es una cuestión de ese “tiempo que todo lo cura”? En este país hay jueces que buscarían y reclamarían a Hitler, de estar vivo, hasta debajo de las piedras; y otros que lo pondrían en libertad a los cinco años, por considerarlo rehabilitado, después de haber observado buena conducta y por considerar caducada su potencial amenaza contra la sociedad. El empresario modelo pujolista, Javier de la Rosa, patrono a su vez del reverenciante Piqué, es enviado 20 meses a la cárcel. ¡Pero no estaba en ella, como Roldán! Clonista, susceptible a la fuerza de las imágenes, pensaba que aún seguía devorando aquel bocadillo que con tanto ímpetu pancesco atacaba. ¿España país de contrastes? O de claroscuros. Y de pícaros, por supuesto. La presión de las exigencias modales ha arrastrado al talego a los médicos embarcados en el fraude de las pastillas adelgazantes, un lucrativo negocio de 600.000 euros en medio año, fabricadas con ingredientes poco recomendables y efectos secundarios potencialmente devastadores. Aquí en vez de potenciar la investigación endocrina, se monta el chiringuito de los productos milagro. Son maneras de acercarse a lo real, desde luego. ¿Y eran o no eran respetables todos esos avariciosos señores profesionales liberales? Pues casi tanto como el síndico mayor, el buen lacayo Marià que la calla, a quien ya persigue hasta el PP, que se ha unido al resto del Parlamento para no sentirse salpicado por el escándalo. En  otras ocasiones, sin embargo, el resto del Parlamento que se opone al PP, efectuado el tajo divisor nacional, ofrece espectáculos reales tan sugestivos como no ponerse de acuerdo, a la hora de votar, sobre lo que votan, en un ejercicio de irracionalidad prototípico de la profesión, y que tanto recuerda el desarrollo de una sesión claustral de un IES en el que aún no se hayan extinguido los viejos representantes de la razón política, por lo general, venerables antiguallas del 68 y alrededores.

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