20-11-02
Creía Clonista
que se le haría eterno el último tramo de su aventura, pero las obligaciones
acortan los días más que las series de 400 metros la respiración de un fondista
fondón. Así pues, sin apenas un mínimo descanso reparador en la apretada
jornada de un padre en apuros, Clonista despliega la realidad prensada ante sus
ojos para levantar esta acta caótica y parcialmente especular, o pasada por
delante de los espejos del callejón del Gato, y observa, en primer lugar, la
instantánea del hundimiento del Prestige, con su carga, camino de solidificarse
en una enorme piedra negra, según algunas teorías, camino de continuar causando
un desastre ecológico de primera magnitud, según otras. A su lado, otro
hundimiento, físico y moral, reflejado en la deletérea estadística argentina de
los niños muertos por inanición en un país donde no faltan los alimentos pero
donde la economía dicta la ley salvaje de que quien no los pueda pagar ha de
perecer. Y así sucede. Con el consentimiento culpable de la poca clase política
que queda aún en pie en aquel país esquilmado y torturado. ¡Como si las
sucesivas dictaduras militares no hubieran sido suficiente castigo! Por eso resulta
insultante que la corresponsal se limite, resignadamente, a decir, en su
crónica, que “a la escasez de camas hay que añadir la falta de acceso a
medicinas, las más caras de toda América Latina”. Perdónese el uso gálico de
América Latina, pero es imperdonable que no se señale de quién o quiénes es la
responsabilidad de esos precios. Por otro lado, un funcionario resabiado y
endurecido, de la AECI (Agencia Española de Cooperación Internacional),
convierte las imágenes de la inanición infantil en una simple maniobra
política. ¿Para atraer más fondos que esquilmar, acaso? Probablemente. Más
abajo, ¡qué minúscula se ve, también moralmente, la torpe y necia manipulación
del CIS, una ayuda con vistas al futuro de su parlamentario socio indeseable!
Peores ridículos han hecho las encuestas electorales, no obstante. Al fin y al
cabo, parece haberse consolidado la mentira gratuita, inocente e irresponsable
como la actitud más extendida ante las encuestas. A su modo, es la oportunidad
creativa del ciudadano: le toca hacer realidad y la hace como mejor le parezca
en ese momento. ¡Qué pocas son las oportunidades de hacer realidad que se
tienen en la vida! La sensación dominante es la de que la realidad nos
conforma, nos modela, nos doblega y nos aniquila. La realidad, como la vida, es
así. Y ahí, en tan modesto como
sintético adverbio, cabe un buen pliego de descargo para justificar nuestros
actos creativos. Acto y creativo lo ha sido el de la elección del alcalde de
Haifa como candidato laborista en las próximas elecciones generales. Con un
discurso pacifista, pero no ingenuo, Amram Mitzna, que también ha sido general,
como tantos otros políticos israelíes, promete respetar los acuerdos de Oslo y
de Madrid, y evitar la colonización de los territorios palestinos. De izquierdista
e infantil le tachan sus correligionarios más de derechas, quienes se
consideran en posesión de la auténtica visión e interpretación de la realidad.
Porque cada vez que un discurso opone lo deseable a la resignación, enseguida
se considera que es cosa de niños. Por cierto, qué poco relieve se le otorga en
los media de occidente a ese trasiego permanente de generales del ejército a la
política. Bastante más clara está la realidad de los favores que devuelve Bush
a las empresas que le auparon: el vasallo rinde pleitesía a sus señores. Porque
si hay señores de la guerra en los países tribales, también hay señores del
poder en los meltingpot que, sin embargo, no se someten al veredicto de las
urnas. Otra vez desde la base han tenido que oírse las voces discrepantes y
certeras. Tres cartas, que quizá sean representativas del 90% de los lectores
“habituales”, lo dejan bien claro: comerciar con la edición digital es un
abuso: “sospecho que todo esto se hace para obtener más beneficios”, que son
palabras de Manuel González casi calcadas de las propias de Clonista días
atrás. La realidad jurídica es una parcela de lo real harto curiosa y
sorprendente. El juez que ha liberado a Luis Roldán lo ha hecho porque, a su
juicio, la alarma social “se ha mitigado.” ¿Explicarán los jueces alguna vez
los criterios por los cuales miden ellos ese mitigamiento? ¿O es una cuestión
de ese “tiempo que todo lo cura”? En este país hay jueces que buscarían y
reclamarían a Hitler, de estar vivo, hasta debajo de las piedras; y otros que
lo pondrían en libertad a los cinco años, por considerarlo rehabilitado,
después de haber observado buena conducta y por considerar caducada su
potencial amenaza contra la sociedad. El empresario modelo pujolista, Javier de
la Rosa, patrono a su vez del reverenciante Piqué, es enviado 20 meses a la
cárcel. ¡Pero no estaba en ella, como Roldán! Clonista, susceptible a la fuerza
de las imágenes, pensaba que aún seguía devorando aquel bocadillo que con tanto
ímpetu pancesco atacaba. ¿España país de contrastes? O de claroscuros. Y de
pícaros, por supuesto. La presión de las exigencias modales ha arrastrado al
talego a los médicos embarcados en el fraude de las pastillas adelgazantes, un
lucrativo negocio de 600.000 euros en medio año, fabricadas con ingredientes
poco recomendables y efectos secundarios potencialmente devastadores. Aquí en
vez de potenciar la investigación endocrina, se monta el chiringuito de los
productos milagro. Son maneras de acercarse a lo real, desde luego. ¿Y eran o
no eran respetables todos esos avariciosos señores profesionales liberales?
Pues casi tanto como el síndico mayor, el buen lacayo Marià que la calla, a
quien ya persigue hasta el PP, que se ha unido al resto del Parlamento para no
sentirse salpicado por el escándalo. En
otras ocasiones, sin embargo, el resto del Parlamento que se opone al
PP, efectuado el tajo divisor nacional, ofrece espectáculos reales tan
sugestivos como no ponerse de acuerdo, a la hora de votar, sobre lo que votan,
en un ejercicio de irracionalidad prototípico de la profesión, y que tanto
recuerda el desarrollo de una sesión claustral de un IES en el que aún no se
hayan extinguido los viejos representantes de la razón política, por lo
general, venerables antiguallas del 68 y alrededores.
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