21-11-02
Parecía una
realidad que no acabaría de convertirse en catástrofe, según le quitaban hierro
las autoridades, en un esfuerzo por tranquilizar a la población, sobre todo a
la afectada. Al final, la peor de las medidas fue la tomada. A toro hundido
siempre es fácil apuntarse al carro del “se debería haber hecho” y cargar las
tintas contra la incompetencia del goppierno, pero el caso es que ha habido
negligencia, ignorancia y hasta cierta dejadez. De repente las autoridades
nacionales y autonómicas desaparecieron, como si no fuera con ellos la
catástrofe que ha acabado azotando las costas pesqueras de las Rías. Se gobierna desde la improvisación, como
corresponde al país, a su muy arraigada idiosincrasia, y será difícil que la
previsión se acabe convirtiendo en un valor en el solar patrio. Aquí se valora,
sobre todo, el golpe de genio, el arrebato, la salida “en última instancia”, el
salvarse “por los pelos” ralos de la ocasión cazada al vuelo. El hambre en
Argentina, quizás porque es un hambre que se queja en español, está conmoviendo
profundamente a los creadores de la realidad prensada. Tanto que incluso corren
el riesgo de pasar del negro al amarillo en cuestión de días y titulares como
el que abre la edición realprensada de hoy: Un
cajoncito para enterrar a Rodolfo Ruiz. Por esa pendiente puede que les
abandonen más lectores que por el mercadeo implacable de la edición digital y
la hemeroteca. Los mandamases de la OTAN se reúnen para oficializar su
dependencia usamericana y el goppierno se moja, declarándose dispuesto a que
España participe con tropas en el ataque contra Irak, como un nuevo rico del
belicismo que no quiere quedar mal con sus pares. Imposible resumir, ni
sucintamente, el extensísimo artículo, fragmento a su vez de otro texto suyo,
de Régis Debray, ex guerrillero, sobre la escuela y el hecho religioso. Si
alguna idea destaca sobre todas es que el laicismo no puede dejar de lado la
exposición y la crítica del hecho religioso como parte, y parte importante, de
la realidad, un ámbito que, como dice Debray, sin serlo “todo, está en casi
todas partes”, de ahí el ataque académico pluridisciplinar que requiere. El
laicismo mal entendido, cree Clonista, no puede dejar huérfanos de
conocimientos sobre las religiones a los alumnos a quienes se educa, pues sería
impedir que adquirieran una comprensión cabal de un fenómeno, la religión,
capital en el desarrollo de la civilización occidental, y de otras muchas. Ayer
fue día 20, aniversario de la muerte del caudillazo, día ¿escogido
malévolamente por la oposición? para plantear una votación en el Congreso sobre
una resolución en la que se condenaba el golpe militar del 36 contra la
legalidad republicana y en la que se proponía ayudar a los exiliados y
financiar la reapertura de las fosas comunes donde fueron enterrados los
republicanos asesinados. A Clonista sólo se le ocurre, en un ejercicio de
insólita malevolencia, que muy mal les deben de salir las encuestas privadas,
al goppierno y al partido, para que se avengan a un reconocimiento semejante y
en fecha tan señalada después de haberse negado a ello durante tanto tiempo y
haberse tomado a chacota la reapertura de las fosas comunes en alguna ocasión.
Claro que, para no desviarse de su viaje al pasado, les da por prohibir el
ejercicio del derecho de manifestación de quienes se oponen a la Ley de Calidad
de la Enseñanza, una decisión que sigue afianzando en la sociedad española esa
cutre y anacrónica resurrección del caudillismo en la que se han empeñado con
unos bríos y unos modales cuarteleros que ya ya. Cada nueva información sobre
el “caso Quiñoa” revela lo inmensa que fue la chapuza justiciera militar, y el
verdadero alcance del comportamiento del teniente en entredicho. Lo preceptivo
sería preguntarse por qué ha de haber una justicia militar que hurte a los
miembros de los ejércitos de la acción de la justicia ordinaria en primera
instancia. La curiosidad del clonista le pierde, y a veces le gana. En esta
ocasión, un artículo de Narcís Comadira –no precisamente santo de la devoción
de Clonista, pero a quien éste le reconoce su felicísima seguridad y belleza
expresiva-, Carn i fullaraca, sobre
la exposición del sobrino de Freud, le remite a Clonista a los más próximos
aledaños del tema de su clónica: Sí, per
això la gent va a veure Lucian Freud, perquè li recorda que la carn, en últim
terme, malgrat les liposuccions i les cremes de placenta, les gimnàstiques i
les cirurgies estètiques, no és altra cosa que fullaraca. De tant en tant,
volem que ens diguin la veritat. La verdad disfrazada, como es obvio para
quien haya contemplado los cuadros de Freud, pero la verdad, al fin y al cabo.
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