martes, 26 de enero de 2016

21-11-02

            Parecía una realidad que no acabaría de convertirse en catástrofe, según le quitaban hierro las autoridades, en un esfuerzo por tranquilizar a la población, sobre todo a la afectada. Al final, la peor de las medidas fue la tomada. A toro hundido siempre es fácil apuntarse al carro del “se debería haber hecho” y cargar las tintas contra la incompetencia del goppierno, pero el caso es que ha habido negligencia, ignorancia y hasta cierta dejadez. De repente las autoridades nacionales y autonómicas desaparecieron, como si no fuera con ellos la catástrofe que ha acabado azotando las costas pesqueras de las Rías.  Se gobierna desde la improvisación, como corresponde al país, a su muy arraigada idiosincrasia, y será difícil que la previsión se acabe convirtiendo en un valor en el solar patrio. Aquí se valora, sobre todo, el golpe de genio, el arrebato, la salida “en última instancia”, el salvarse “por los pelos” ralos de la ocasión cazada al vuelo. El hambre en Argentina, quizás porque es un hambre que se queja en español, está conmoviendo profundamente a los creadores de la realidad prensada. Tanto que incluso corren el riesgo de pasar del negro al amarillo en cuestión de días y titulares como el que abre la edición realprensada de hoy: Un cajoncito para enterrar a Rodolfo Ruiz. Por esa pendiente puede que les abandonen más lectores que por el mercadeo implacable de la edición digital y la hemeroteca. Los mandamases de la OTAN se reúnen para oficializar su dependencia usamericana y el goppierno se moja, declarándose dispuesto a que España participe con tropas en el ataque contra Irak, como un nuevo rico del belicismo que no quiere quedar mal con sus pares. Imposible resumir, ni sucintamente, el extensísimo artículo, fragmento a su vez de otro texto suyo, de Régis Debray, ex guerrillero, sobre la escuela y el hecho religioso. Si alguna idea destaca sobre todas es que el laicismo no puede dejar de lado la exposición y la crítica del hecho religioso como parte, y parte importante, de la realidad, un ámbito que, como dice Debray, sin serlo “todo, está en casi todas partes”, de ahí el ataque académico pluridisciplinar que requiere. El laicismo mal entendido, cree Clonista, no puede dejar huérfanos de conocimientos sobre las religiones a los alumnos a quienes se educa, pues sería impedir que adquirieran una comprensión cabal de un fenómeno, la religión, capital en el desarrollo de la civilización occidental, y de otras muchas. Ayer fue día 20, aniversario de la muerte del caudillazo, día ¿escogido malévolamente por la oposición? para plantear una votación en el Congreso sobre una resolución en la que se condenaba el golpe militar del 36 contra la legalidad republicana y en la que se proponía ayudar a los exiliados y financiar la reapertura de las fosas comunes donde fueron enterrados los republicanos asesinados. A Clonista sólo se le ocurre, en un ejercicio de insólita malevolencia, que muy mal les deben de salir las encuestas privadas, al goppierno y al partido, para que se avengan a un reconocimiento semejante y en fecha tan señalada después de haberse negado a ello durante tanto tiempo y haberse tomado a chacota la reapertura de las fosas comunes en alguna ocasión. Claro que, para no desviarse de su viaje al pasado, les da por prohibir el ejercicio del derecho de manifestación de quienes se oponen a la Ley de Calidad de la Enseñanza, una decisión que sigue afianzando en la sociedad española esa cutre y anacrónica resurrección del caudillismo en la que se han empeñado con unos bríos y unos modales cuarteleros que ya ya. Cada nueva información sobre el “caso Quiñoa” revela lo inmensa que fue la chapuza justiciera militar, y el verdadero alcance del comportamiento del teniente en entredicho. Lo preceptivo sería preguntarse por qué ha de haber una justicia militar que hurte a los miembros de los ejércitos de la acción de la justicia ordinaria en primera instancia. La curiosidad del clonista le pierde, y a veces le gana. En esta ocasión, un artículo de Narcís Comadira –no precisamente santo de la devoción de Clonista, pero a quien éste le reconoce su felicísima seguridad y belleza expresiva-, Carn i fullaraca, sobre la exposición del sobrino de Freud, le remite a Clonista a los más próximos aledaños del tema de su clónica: Sí, per això la gent va a veure Lucian Freud, perquè li recorda que la carn, en últim terme, malgrat les liposuccions i les cremes de placenta, les gimnàstiques i les cirurgies estètiques, no és altra cosa que fullaraca. De tant en tant, volem que ens diguin la veritat. La verdad disfrazada, como es obvio para quien haya contemplado los cuadros de Freud, pero la verdad, al fin y al cabo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario