sábado, 30 de enero de 2016

25-11-02

     Lunes negro en blanco, pues la hidra de las correcciones aún tiene acogotado al desgraciado Clonista. Desde el martes, recién despachada la realidad más reciente, volver al ayer, este hoy del epígrafe, es como volver al neolítico. Dura poco la realidad, y no es un continuo, ¡afortunadamente! También hay grietas en lo real por las que perderse, a veces durante días enteros. Clonista estuvo tentado ayer, en lo que hubiera sido un esferzo descomunal y aniquilador, de levantar el acta de lo real prensado desde la memoria. ¡Qué sucintita le hubiera salido la clónica! Ahora lamenta, a la buena hora de las mangas verdes, no habérselo impuesto como condición sine qua non. Los austríacos se han desencantado del Haidtler que anunciaba la gran limpieza étnica y la vuelta a los “verdaderos” valores austríacos, tras haberlo llevado al poder y haberse convertido en un discreto e inercial funcionario del orden establecido, con más ganas de crisear que de crear, de intrigar que de introducir auténticas reformas. Ahora que saben que no volverá el Reich y que han de readaptarse a lo de siempre, la democracia vulgar, permisiva, multiétnica y multicultural, tan soez, ¿para qué quieren en el poder a un histrión señorito? Cada día que pasa, lo que fue una protesta juvenil integroislamista contra el concurso de misses se ha convertido casi en una guerra de religión. Los muertos y los desplazados se cuentan ya por centenas y por miles respectivamente, sin que el conflicto tenga visos de acabarse enseguida. El concurso, así pues, suena cada vez más a pretexto para resolver disputas que poco o nada tienen que ver con la estupidez del concurso de estilizado ganado femenino. En Ecuador, como antes en Brasil, se abre una puerta a la esperanza. Veremos cómo acaba, si entornada, abierta de par en par, cerrada, arrancada de sus goznes o destrozada por botas militares. El consejo de Felipe González a Lula vale también para Lucio Gutiérrez: hay que crear la riqueza para después repartirla. De que la gestión, o mejor dicho, la inhibición del goppierno ha contribuido lo suyo a que el desastre ecológico en las costas gallegas haya sido mayor, nadie puede dudar. Pero la realidad es así: una lucha permanente por la conquista de la “versión definitiva” –un título novelesco, por cierto, que casi está por inducir a Clonista a hacer una parada y tomar notas de la pertinente narración que late bajo esas palabras, tan provocadoras, narrativamente hablando- entre el poder establecido, el poder por establecerse y los poderes mediáticos, cada uno hijo de sus accionistas. Quienes sostienen los tres poderes –o a quienes machacan los tres, según se mire- contemplan –no siempre a través de un cristal coloreado, pero sí siempre un punto distantes y descreídos-   ese juego de verdades y mentiras con no poco hastío. De todos modos, la incompetencia del goppierno, su demagogia y su mendacidad siempre son capaces de sorprender al más escéptico de los observadores. ¡Bonita cebolla es cualquier hecho de la realidad! El teniente acusado de violador, Iván “el terrible” Moriano –en el argot deportivo-, acumula otra denuncia por abuso sexual al intentar quitarle el bañador a otra soldado, aunque se ignora si también para hacerle la prueba del frío, pues no se dice a qué temperatura estaba el agua en que ordenó nadar a la soldado –la temperatura del teniente es fácil suponerla-. Lo cierto es que se abrió una investigación interna que concluyó en nada, en que era una nadería. Como la cominería de revelar que el dueño de la finca donde se casó la tercera infanta pertenece a un paniaguado del goppierno. ¿Pero no quedó en nada que un mando militar de alta graduación usara a la tropa como personal de servicio para celebrar otra boda, o un acontecimiento familiar, que la memoria de Clonista es tan frágil como sólida la desvergüenza de quienes se escandalizan de que escandalicen sus acciones, allá en Galicia? Mejor se va Clonista a anécdotas de menor “garra” informativa, aunque con más dientes. Un murciélago muerde a un conservador y le transmite la rabia, lo que lo convierte en el primer caso en cien años en el Reino Unido. Triste notoriedad ciertamente, y más si se sabe, desde la realidad de mañana martes, ya padecida, que el desgraciado ha fallecido sin que en los tiempos de la identificación del genoma humano se haya podido hacer nada por salvarle la vida. Clonista siente debilidad, es evidente, por la vida pública del buen vasallo que es Marià  Nicolàs, síndico  mayor, desde que se conoció su abnegadísimo espíritu de servicio al cortijero, también mayor, del virreinato, el oasis, el rinconación o el país temático, tan lleno de atracciones de vértigo como, por ejemplo, si el Folclósrum le ganará la carrera al reloj. Que ahora se sepa que fue contable de Banca Catalana y que fue promocionado a su actual puesto de paralizador y obstaculizador mayor de las cuentas públicas por otros empleados del mismo banco acaba de redondear el retrato –bien plano y soso, todo sea dicho, como el de la mayoría de los lacayos públicos- de personaje tan sumiso como irrelevante. De cuento moralista es el destino de la casa-taller de Lloyd Wright, a la que la naturaleza lleva camino de reducir a escombros e integrarla, deshecha, en el ciclo vital. Sería algo así como un nuevo concepto: la arquitectura ecológica sometida al ciclo vital. Frente a la naturaleza, sin embargo, la realidad del beneficio empresarial casi lo puede todo. ¿Cómo ha de entenderse un anuncio como el de que el goppierno asegure a las eléctricas el cobro de 1.558 millones de euros durante los próximos ocho años? ¿Como el último regalo antes de que los electores les den el votecito en el culo y los desmoncloaicen? Lo que Clonista espera es que los compromisos del goppierno pueda romperlos otro distinto, tal y como el goppierno hizo con los compromisos del PSOE con los aumentos salariales del funcionariado. Espera y confía. ¿Con fiasco, quizás? Tiempo al tiempo.

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