25-11-02
Lunes
negro en blanco, pues la hidra de las correcciones aún tiene acogotado al
desgraciado Clonista. Desde el martes, recién despachada la realidad más
reciente, volver al ayer, este hoy del epígrafe, es como volver al neolítico.
Dura poco la realidad, y no es un continuo, ¡afortunadamente! También hay
grietas en lo real por las que perderse, a veces durante días enteros. Clonista
estuvo tentado ayer, en lo que hubiera sido un esferzo descomunal y
aniquilador, de levantar el acta de lo real prensado desde la memoria. ¡Qué
sucintita le hubiera salido la clónica! Ahora lamenta, a la buena hora de las
mangas verdes, no habérselo impuesto como condición sine qua non. Los
austríacos se han desencantado del Haidtler que anunciaba la gran limpieza
étnica y la vuelta a los “verdaderos” valores austríacos, tras haberlo llevado
al poder y haberse convertido en un discreto e inercial funcionario del orden
establecido, con más ganas de crisear que de crear, de intrigar que de
introducir auténticas reformas. Ahora que saben que no volverá el Reich y que
han de readaptarse a lo de siempre, la democracia vulgar, permisiva,
multiétnica y multicultural, tan soez, ¿para qué quieren en el poder a un
histrión señorito? Cada día que pasa, lo que fue una protesta juvenil
integroislamista contra el concurso de misses se ha convertido casi en una
guerra de religión. Los muertos y los desplazados se cuentan ya por centenas y
por miles respectivamente, sin que el conflicto tenga visos de acabarse
enseguida. El concurso, así pues, suena cada vez más a pretexto para resolver
disputas que poco o nada tienen que ver con la estupidez del concurso de
estilizado ganado femenino. En Ecuador, como antes en Brasil, se abre una
puerta a la esperanza. Veremos cómo acaba, si entornada, abierta de par en par,
cerrada, arrancada de sus goznes o destrozada por botas militares. El consejo
de Felipe González a Lula vale también para Lucio Gutiérrez: hay que crear la
riqueza para después repartirla. De que la gestión, o mejor dicho, la
inhibición del goppierno ha contribuido lo suyo a que el desastre ecológico en
las costas gallegas haya sido mayor, nadie puede dudar. Pero la realidad es así:
una lucha permanente por la conquista de la “versión definitiva” –un título
novelesco, por cierto, que casi está por inducir a Clonista a hacer una parada
y tomar notas de la pertinente narración que late bajo esas palabras, tan
provocadoras, narrativamente hablando- entre el poder establecido, el poder por
establecerse y los poderes mediáticos, cada uno hijo de sus accionistas.
Quienes sostienen los tres poderes –o a quienes machacan los tres, según se
mire- contemplan –no siempre a través de un cristal coloreado, pero sí siempre
un punto distantes y descreídos- ese
juego de verdades y mentiras con no poco hastío. De todos modos, la
incompetencia del goppierno, su demagogia y su mendacidad siempre son capaces
de sorprender al más escéptico de los observadores. ¡Bonita cebolla es
cualquier hecho de la realidad! El teniente acusado de violador, Iván “el
terrible” Moriano –en el argot deportivo-, acumula otra denuncia por abuso
sexual al intentar quitarle el bañador a otra soldado, aunque se ignora si también
para hacerle la prueba del frío, pues no se dice a qué temperatura estaba el
agua en que ordenó nadar a la soldado –la temperatura del teniente es fácil
suponerla-. Lo cierto es que se abrió una investigación interna que concluyó en
nada, en que era una nadería. Como la cominería de revelar que el dueño de la
finca donde se casó la tercera infanta pertenece a un paniaguado del goppierno.
¿Pero no quedó en nada que un mando militar de alta graduación usara a la tropa
como personal de servicio para celebrar otra boda, o un acontecimiento
familiar, que la memoria de Clonista es tan frágil como sólida la desvergüenza
de quienes se escandalizan de que escandalicen sus acciones, allá en Galicia?
Mejor se va Clonista a anécdotas de menor “garra” informativa, aunque con más
dientes. Un murciélago muerde a un conservador y le transmite la rabia, lo que
lo convierte en el primer caso en cien años en el Reino Unido. Triste
notoriedad ciertamente, y más si se sabe, desde la realidad de mañana martes,
ya padecida, que el desgraciado ha fallecido sin que en los tiempos de la
identificación del genoma humano se haya podido hacer nada por salvarle la
vida. Clonista siente debilidad, es evidente, por la vida pública del buen
vasallo que es Marià Nicolàs,
síndico mayor, desde que se conoció su
abnegadísimo espíritu de servicio al cortijero, también mayor, del virreinato,
el oasis, el rinconación o el país temático, tan lleno de atracciones de
vértigo como, por ejemplo, si el Folclósrum le ganará la carrera al reloj. Que
ahora se sepa que fue contable de Banca Catalana y que fue promocionado a su
actual puesto de paralizador y obstaculizador mayor de las cuentas públicas por
otros empleados del mismo banco acaba de redondear el retrato –bien plano y
soso, todo sea dicho, como el de la mayoría de los lacayos públicos- de
personaje tan sumiso como irrelevante. De cuento moralista es el destino de la
casa-taller de Lloyd Wright, a la que la naturaleza lleva camino de reducir a
escombros e integrarla, deshecha, en el ciclo vital. Sería algo así como un
nuevo concepto: la arquitectura ecológica sometida al ciclo vital. Frente a la
naturaleza, sin embargo, la realidad del beneficio empresarial casi lo puede
todo. ¿Cómo ha de entenderse un anuncio como el de que el goppierno asegure a
las eléctricas el cobro de 1.558 millones de euros durante los próximos ocho
años? ¿Como el último regalo antes de que los electores les den el votecito en
el culo y los desmoncloaicen? Lo que Clonista espera es que los compromisos del
goppierno pueda romperlos otro distinto, tal y como el goppierno hizo con los
compromisos del PSOE con los aumentos salariales del funcionariado. Espera y
confía. ¿Con fiasco, quizás? Tiempo al tiempo.
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