viernes, 1 de enero de 2016

28-10-02

     La testarudez es una de las características singulares de la realidad. El gaseamiento criminal ordenado por Putin comienza a recibir la repulsa de quienes han tardado lo suyo en reconocer que la “fría determinación” de Putin tiene más de criminal que de otra cosa. Y a medida que aumente el número de víctimas mortales, que ya asciende a 115 rehenes, la indignación irá creciendo. El secretismo alarmante en torno a la composición del gas venenoso ha añadido no pocos reparos a la operación de rescate y condena. ¿Por qué ni tratando una circunstancia así puede Clonista dejar de observar el escaso sentido gramatical y lógico de un titular en el que “el secretismo del gas enturbia el rescate”?  Las noticias referentes al comando ofrecen la imagen de un grupo ebrio de juventud y de arrogancia, orgulloso de su “hazaña”, es decir, una pandilla de aficionados poco experimentados y nada curtidos en situaciones de una tensión extrema, unos chapuzas del terror que han acabado provocando una reacción tan desmesurada como su propia idiotez.  Con una ambigüedad, no sabe Clonista si calculada, Haro Tecglen destaca en su columna de hoy lo que destacó ayer, con menos ambigüedad Clonista, del editorial del diario de ambos: “ ‘Vertida la sangre, demasiada sangre, es la hora de las soluciones’. Es una frase que no se me va a olvidar.” A Clonista le sigue pareciendo que la frase echa un serrín inmisericorde sobre el baño de muerte gaseosa y ejecuciones ordenado por Putin. Por otro lado, coincide con IU y lamenta no haber leído una condena socialista de métodos represivos tan totalitarios. Los contrastes también son un rasgo distintivo de la realidad. Junto al duelo moscovita, un obrero metalúrgico acaba de llegar a la presidencia de un país con 175 millones de habitantes y con la riqueza peor repartida de su continente. Con todo, que el presidente electo anuncie la llegada de “una nueva era”, le parece a Clonista una proclamación excesivamente mesiánica. Lo que lamenta Clonista es no disponer de tiempo para agotar ese periodo de gracia de 100 días que se le concederá a Lula para ver cómo comienza esa nueva era. ¿O no se lo concederán? Clonista supone que las primeras medidas combativas y redistribuidoras de la riqueza, si es que se producen, desatarán la cólera del capital y comenzarán las “maniobras en la oscuridad”. Tiempo al tiempo. El regreso nostálgico y crítico al 28-0, cuando Felipe González llegó al poder casi como ayer llegó Lula, se ha convertido en trampolín electoral de Zapatero, y la realidad prensada que trabaja para llevarlo a la Moncloa. La iconografía de la portada es algo más que una noticia de actualidad, sin duda. En la realidad se producen encuentros y cruces de necesidades tan sorprendentes como imaginativos, si dependiesen de algún cerebro creador. Jatamí y el caudillito se reúnen porque se necesitan: Jatamí para abrirse al exterior y escapar al roce tangencial del eje del terror; el caudillito para decir un  aquí está él, que no es felpudo de nadie, ¡hombre! Lo que a Clonista se le escapa son las bromas que le gastará el simpático estadista español al ilustrado clérigo extranjero. El PNV, siempre atento a marcar su parcialidad y su falta de ecuanimidad, se vuelve papista -fiel a su tradición- y pide amparo al Poder Judicial para la juez Ruth Alonso. El contraste con su silencio ante el acoso a la fiscal que hubo de salir de las vascongadas lo dice todo. Ese es un aspecto de la realidad que siempre le ha llamado la atención a Clonista poderosamente: ¿por qué los políticos presuponen que los destinatarios de sus mensajes son absolutamente imbéciles?  ¿Y por qué....? No, mejor dejarlo, porque la cadena de porqués acabaría hundiendo este esquifillo hoy mismo, bastante antes de llegar al deseado 31 de diciembre del año en curso, que no año de gracia, ciertamente. ¿Cuándo lo hubo, de gracia? No sabe Clonista si aplicar al escogido por él el latinismo isabelino, annus horribilis, pero lo que sí sabe es que no está siendo de gracia, ciertamente. En el segundo por qué abruptamente cortado había una referencia a la pasividad judicial ante la situación insoportable que vive una mujer separada del marido, el cual, tras haber salido de la cárcel después de cumplir una condena por abusos deshonestos de uno de sus hijos, se ha instalado en un piso encima del de su ex mujer desde donde amenaza constantemente a su familia, y específicamente a su ex con matarla. De nada han servido las mil y una denuncias que ha puesto y que en nada han alterado una situación que Clonista no sabe si cualquier juez estaría dispuesto a soportar. Pero lo más hiriente de la realidad es la pluralidad de las varas de medir y de juzgar. Y junto a esa parcialidad de Temis, ¿cómo no va a resultar atractiva la creación cotidiana y antiartística de la realidad encarnada en Jean Claude Romand, el buen burgués que vivió toda su vida sin dar ni golpe pero manteniendo un envidiable tren de vida a fuerza de sablazos y trampas, con tantísimas horas vacías y “entretenidas” para justificar sus desvelos laborales, y quien, finalmente, acabó asesinando a su familia y a sus propios padres cuando le fue imposible seguir manteniendo su ficción? Tres son las películas que ha generado. La última, de un español debutante: La vida de nadie. Ese Romand es un claro ejemplo de quijotismo garbancero trágico, desde luego.

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