30-10-0
A dos
pasos ya de los últimos sesenta y un
días de esta clónica. Es una fecha en absoluta redonda, pero a Clonista, poco amigo de los fetichismos que
no sean inequívocamente absurdos, se le impone y, por consiguiente, necesita
expresar no sabe muy bien si su sorpresa, su alivio, su entusiasmo o su
decepción. Recta final es metáfora tan desgastada como los neumáticos que
entran en ella, y la luz al final del tunel ha perdido tanto brillo que apenas
puede discernirse si existe siquiera. La relidad prensada tiene algo de
hipnótico, de narcótico y hasta de psicotrópico, si se le apura a Clonista, a
veces dado, en sus no siempre disculpables ebriedades verbales, a la
enumeración rítmica y rímica. Anestésico ha resultado ser el gas lanzado con
asesina intención experimental en el teatro de operaciones moscovita. La
posición del caudillito al respecto le mete el miedo en el cuerpo a cualquiera
y le incita casi a rezar para que no ocurra nada semejante en lo que uno
pudiera verse implicado, porque sabe que sería su tumba, que no le “temblaría
la mano”. Alegar la obviedad paradigmática de que los únicos responsables son
los terroristas, cuando ya arrecian las críticas contra el método
putinsoviético, incluso desde el saulesco editorial de El País -desdiciéndose del anterior, que debió ser escrito aún en
caliente, es decir, ofuscado el redactor-, supone una simplificación propia del
simple que la enuncia, obviamente. ¿Quién no recuerda aquel famoso “teníamos un
problema...” con que se estrenó el caudillito barakero como jefe de goppierno.
Acaba, pues, su lamentable periodo de caudillaje, con este respaldo a la mano
durasesina, tal y como se inició, lo cual, desde la perspectiva literaria,
demuestra que estamos en presencia de un personaje plano, lo cual ya ha acabado
siendo notorio hasta para el más fiel de sus goppernados. Las medidas legales
para proteger a los concejales vascongados parecen propias de una legislación a
instancias de parte, si bien Clonista no duda de que, contra la coacción
fascista “de baja intensidad” –pero que destroza la vida de los coaccionados-,
son necesarias esas medidas. Cuando la realidad cotidiana se mete en la
superestructura política “el hombre de la calle” sufre una decepción terrible
porque no acaba de entender que los actuantes y fautores de la actualidad sean
tan similares a él. La pelea de patio de vecindad entre Blair y Chirac por
fuerza habría de reconciliar a los electores con sus representantes, pero no
ocurre así. A Clonista, sin embargo, le parece humano y muy humano que Chirac
le diga a Blair lo que le dijo: “Has sido muy grosero y nunca nadie me había
tratado así”, y que, acto seguido, le diera con la puerta en las narices:
¿Habíamos quedado? Pues deshago la cita, ea. Pero en francés, que gana mucho.
Plante también es el que amenazan con hacerle a Sharon sus ministros
laboristas. Pero no, no acierta Clonista cuando deduce apresuradamente el
porqué a partir de un titular rácano como él solo en información. No amenazan con
plantarle por su política terrorista contra los palestinos, no, ¡sino por su
desacuerdo con la ley de presupuestos!
Usamérica ha encontrado un filón en la hidra fumanchuesca de Al Qaeda,
cuyos líderes, poco conocidos, se renuevan como el vestuario de algunas
actrices. Y sigue la película. Un apunte más sobre el editorial condenatorio de
El País contra los métodos soviéticos kagebistas de Putin. Quizás para
desquitarse de su ofuscación anterior, ahora arremeten, tarde y mal, contra
tirios y troyanos. Lo único que no aparece en el editorial es el mea culpa
inexcusable. ¡Ay, el orgullo! “Pasar el platillo” se convirtió en la expresión
eufemística, acuñada por un simpático dirigente popular, Enrique Lacalle, de la
corrupción política. José Blanco sugiere que las privatizaciones hechas por el
goppierno podrían esconder una financiación ilegal del PP. De hecho, y a pesar
de la sentencia del Constitucional que les da la razón a los socialistas, el
goppierno se opone a que puedan ser citados ante el Parlamento los presidentes
y ex presidentes de esas empresas que fueron públicas y que el goppierno regaló
a sus amistades financieras. Jatamí dictó su conferencia sobre Cervantes y
buscó paralelismos algo forzados. Es cierto, con todo, que la insatisfacción
ante lo real que experimenta D.Quijote, y que le lleva a negar la realidad que
ve, a los terroristas contemporáneos les lleva a destruir lo que ven, sean
grupúsculos, sean bushúsculos. La moderación de Jatamí, ¿cómo se compadece con
la fetwa lanzada contra Salman Rushdie, y que aún no ha sido levantada, si no
recuerda mal Clonista? La declaración del caudillito, reivindicando la
autonomía de su política exterior, confirma la intuición de Clonista de que
esta era una visita de conveniencia mutua. ¿Cómo ha de entenderse que se quiera
privatizar la Radio Televisión Valenciana? ¿Cómo un anticipo de lo que ocurrirá
con RTVE antes de despedirse el PP de las irresponsabilidades de gobierno? Está
por ver. Previo pago, claro. Si la realidad es una construcción verbal, no es
de extrañar que Clonista sea hipersensible a determinados enunciados que tienen
la virtud de exacerbarle su sentido crítico: “El 30% del agua del grifo supera
el límite fijado por la UE para contaminantes.” Pues con beber del 70% restante
solucionado el problema, siempre y cuando seamos capaces de discriminar en qué
30% de la que sale por el grifo están los contaminantes, claro, lo cual no
parece cosa baladí. Un periódico es básicamente un espacio que se ha de cubrir,
un territorio en blanco que se ha de conquistar, sea como sea, cada día. Algo
de la maldición de Sísifo sí tiene, porque, conquistadas todas las páginas en
blanco, por las buenas, las malas, las regulares y las repudiables, al día
siguiente toda la edificación laboriosamente construida se viene abajo y queda
impoluto el espacio, dispuesto para una nueva conquista. ¿Disculpa? Readilad..., que no es lo mismo. Real
como una comedia de los Marx son los avatares del Folclòrum. Se liquida un
comité de sabios cuya inoperancia poca savia le ha inyectado al proyecto
aspirante a deyección, desde luego. Le sustituye la comisión de seguridad
encabeza por, podría decirse, el sabio de la porra. Pero atentos al parche,
porque aún tiene sorpresas el guión de los titiriteros. A veces la realidad
prensada se convierte en instrumento de la recuperación de una historia
secuestrada hasta no hace mucho por la dictadura franquista y a la que parece
irse accediendo con cuentagotas, como ha ocurrido hoy con la recuperación de la
memoria de una mujer excepcional: Amparo Poch. Anarquista oscurecida hasta hoy
mismo por la presencia dominante de Federica Montseny. Licenciada en medicina –única mujer entre 435 hombres,
en 1922- abrió consulta para atender, sobre todo, a las mujeres obreras. Su
padre, censor franquista, quiso eliminar el expediente académico de su hija
para borrar su memoria. Su vergüenza de ayer, en pleno franquismo, sigue siendo vergüenza
hoy, en plena democracia, pero la que nos produce su actitud. “Que otros
se jacten de lo que han escrito; yo me enorgullezco de lo que he leído.” Sí,
también esta clónica podría ser, desde luego, una fabulación borgiana, como
algunas taxonomías, lapidarios o bibliotecas. Clonista está tentado de acabar
ahí, después de un autobesazo lenguaraz que se magrittea con absoluto descaro,
descoco y no poco exhibicionismo; pero una entrevista desangelada y de
meritoriaje a Arcadi Espada le retiene un poco más en la despedida. Según él,
“los periódicos no son pasarelas de diversión, sino reflejo del mundo.” ¿No es
demasiado decir? Su afán de discriminar
nítidamente lo real de lo ficticio, incluso en una novela como Soldados de Salamina, ¿no es un exceso,
una suerte de puritanismo intelectual? Clonista sabe que habrá de volver sobre
ello.
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