miércoles, 24 de febrero de 2016

16-12-02

Antepenúltimo lunes de dolores laborales antes de llegar a la estación término 2003, en cuyo primer día del año pondrá Clonista el punto final a su insensata aventura con la promesa solemne de no embarcarse en otra parecida en lo que le pueda quedar de vida. Alienado hasta las heces se siente. Tanto que ya entrevé, hacia el futuro postclónico, un cierto síndrome de abstinencia del que espera que no le suma en la oscura melancolía. La frecuentación de la realidad prensada tiene eso, se acaba convirtiendo en una dependencia difícil de reconocer como tal y más aún de combatir. A lo largo de esta clónica traicionera y un punto alevosa, en muy contadas ocasiones ha recurrido Clonista a la realidad omnipresente del deporte, aun sabiendo que tal decisión constituía una desviación perversa de su esfuerzo clonicador, pero hoy una fotografía de Joan Gaspart en trance resignado de aceptar una bronca de los socios, con una mueca que es paradigma universal de la crispación, le recuerda a Clonista la pueril importancia trascendental que, en una sociedad democrática avanzada como la catalana –sin comentarios-, puede tener el que el equipo culé ande a dos puntos de los puestos de descenso a Segunda División. ¿Pasará Gaspart a la historia del Barça como el primer presidente con el que el equipo bajó a Segunda? Probablemente no llegará la sangre al río, pero el asunto tiene consumidos a los más fanáticos seguidores del club, empezando por el presidente, modelo emblemático de fanáticos. Cascos, por su parte, también está modelando su propio fanatismo: ni un error cometido. Y solo parabienes habría de recibir por haber decidido alejar el Prestige de las costas gallegas, pues evitó así “una catástrofe de consecuencias inimaginables”. Clonista no ha dudado en imaginar la destrucción y el hundimiento de La Coruña o la levitación ballesteriana de la misma, aunque tras las referencias casquivanas a Chernóbil no quiere ni pensar en la naturaleza de esa catástrofe que ha pasado por la mente Casfquiana del Fomentador mayor del reino y un punto fementido. “Combatiente enemigo” es la etiqueta mediante la que uno tiene todos los números para que la CIA se lo lleve por delante, según lo ha autorizado Bush por escrito. Pero no acaban ahí las sorpresas de lo real que dejan algo más que estupefacto al lector. Para distanciarse de Al Qaeda, a Arafat sólo se le ocurre decir que Bin Laden “ha estado trabajando en un área completamente diferente y en contra de nuestros intereses.” ¿No son terribles esos eufemismos perversos? ¡Trabajar en un área! fueron, pues, los asesinatos del 11-S. Clonista lamenta no entender nada de nada o entender demasiado, que nunca sabe a ciencia cierta lo que hace realmente. Mariana Figueroa se queja en Cartas al Director de la basura televisiva. “Ante esta pandemia urge un antídoto”, dice, pero no se desprende de su queja que sea capaz de aplicar el único que cura de raíz el mal: apagarla. Es una decisión simple cuyos frutos permiten disfrutar de una auténtica nueva vida. Clonista lo recomienda. Groucho también lo recomendaba. De intransigencias: “Sopas de todo el mundo para el Raval” reza el titular. Festival de confraternización de culturas a través de la gastronomía mediante la degustación de 15 sopas distintas. “El único requisito que se exigía es que no incluyeran entre sus ingredientes el cerdo.” A Clonista ciertas “exigencias” le abren las carnes.

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