lunes, 1 de febrero de 2016

27-11-02

     Poco a poco se va cerrando otro espacio. La aventura tiene los días contados, como el antiguo calendario de los reclutas. Es sorprendente la facilidad con que la nostalgia de lo no sucedido puede afectar a los humanos,  lo que debe ser, probablemente, una de las principales diferencias respecto del resto de las especies que pueblan el planeta. Tras el desastre del Prestige, vienen las medidas enérgicas, las políticas rigurosas y la firmeza de mandatarios que han hecho la vista gorda de forma sistemática para con el excelente y sucio negocio de las petroleras. En las antípodas del negocio, el virus del sida afecta ya a 42 millones de personas, 30 de las cuales están en el África subsahariana. Y aún siguen, quienes pueden hacerlo, sin financiar la donación de los 80 millones de preservativos que contribuirían al control de la expansión de la pandemia, que es algo así como la calderilla del asunto, porque de financiar los tratamientos con medicinas para toda esa gente sin esperanza ¿quién dice nada sin que sea el hazmerreír de los poderosos del mundo? La fatwa lanzada contra la periodista que con su blasfemia supuestamente desató la carnicería nigeriana es una prueba de cargo contra la tolerancia poco escrupulosa ante el multiculturalismo en las sociedades occidentales. Porque, ¿habría de tolerarse –al modo de la justicia militar- la justicia islámica de la sharia en España, por ejemplo? A Clonista le parece que aún han de escucharse y decirse muchas tonterías sobre todos estos asuntos antes de que se llegue a criterios compartidos mayoritariamente. Wole Soyinka lo deja bien claro: “Los acomodaticios se baten en retirada en demasiados frentes, sin entender que cada espacio de coexistencia abandonado es inmediatamente ocupado por el programa agresivo de los fanáticos.” La constatada involución en todos los órdenes que se está registrando en este país desde el inexplicable empujón electoral al caudillito se extiende ya a fenómenos que podrían parecer anecdóticos, pero que no lo son, como, por ejemplo, las cacerías, a las que tan aficionados son Fraga y Cascos, entre otros; las capeas, con el hijo de Suárez a la cabeza; o la enésima desarticulación de los GRAPO, como aparece hoy en otro de esos rincones prensados evadidos del pasado. ¡Y esos graperos, por cierto, tan mayores ya, y aún metidos de hoz y coz en las lides crimiredentofanáticas! Incluso la detención del consejero de Economía de Melilla, acusado de blanquear dinero del narcotráfico, forma parte del revival, casi como al estilo de aquellos maletines-hacia-Suiza del franquismo y la transición. ¿Y qué decir de ese desprecio del goppierno hacia los sordos, negándose, contra el resto de los grupos del Congreso, a reconocerles el derecho al bilingüismo? ¡Total –deben de haber dicho en el goppierno-, para cuatro gatos que son!  Y suma y sigue. Como continúa la campaña de promoción de elpais.es con sorprendentes hallazgos retóricos como que en él  “el lector ordena la manera de ver la noticia.” La necesidad de emitir mensajes públicos tiene eso, se cae en la banalidad con una facilidad insultante. El jefe comercial del invento se descuelga, además, con una afirmación irritante: “nadie ha cuestionado que se trata de un precio razonable.” O sea, que ni siquiera lee El País. ¿Tiene alguna relación esa ambición beneficiosa con la súbita captación universal de esquelas? Clonista ignora con quién entra en competencia de crucecitas su diario de referencia, pero no es una decoración del espacio prensado que le parezca congruente con la línea estética e informativa de El País. 

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