lunes, 8 de febrero de 2016

4-12-02

Hoy, como desde hace ya casi una eternidad, y más aún se lo debe de parecer a los pescadores y mariscadores gallegos que con escasa o nula ayuda del goppierno luchan contra la marea negra, todo sigue dominado por el pringue negro, cuyos efectos alcanzan de lleno la mediocre reputación política del goppierno en pleno. ¡Cómo se le ocurre a Cascos decir que se pasa la noche en vela por el Prestige, cuando, en realidad, andaba de maitines cazadores por el Pirineo! Si de éxito también se muere, como sentenció FG, la bestia negra del actual goppierno, no cabe duda de que éste acabará muriendo de empacho de mayoría absoluta, que ellos han convertido en absolutista, o caudillar, como se prefiera. ¡Con qué otros ojos se lee el atentado de ETA en un aparcamiento en Santander! Sobre todo si esos ojos aún están castigados por la fiebre. Debe de ser duro luchar por un hueco en los media cuando se produce una catástrofe de las dimensiones de la que asuela las costas gallegas. Pero ahí están, dispuestos a reclamar su lugar bajo el único sol que les calienta: el titular de portada. Dinamarca ha provocado las iras putínicas al rechazar la extradición de un portavoz del movimiento independentista checheno, a quien los propios rusos habían garantizado la inmunidad, tras acusarlo de haber participado en la preparación del asalto al teatro. La falta de pruebas consistentes es el fundamento de la razón danesa. ¿Cómo puede entenderse que la descentralización administrativa de la educación, la sanidad y la policía en Italia provoquen un debate sobre la división del país, que se vea como un riesgo de fractura del que nunca se sabe qué Italia puede acabar quedando? ¿Qué deben pensar de España, entonces, los italianos? Como para que no se valore, como se debe, el mapa autonómico. Enrique Gil Calvo ataca un tema conflictivo, Convivencia de culturas es el título de su exposición. Después de viajar por las altas nubes de la abstracción, bien pegado a los nombres con predicamento actual, desciende en picado hacia una solución harto curioso: son “los servicios sociales” los que “han de proteger los derechos de los ciudadanos de ambas partes en conflicto”, es decir, los inmigrantes como los autóctonos; es decir, los temibles choques interculturales que presuponen visiones antagónicas de la organización de la sociedad y del derecho han de ser solucionados, en acto de intermediación, por los asistentes sociales. No es mala conclusión, desde luego, crear un cuerpo de choque que aguante el chaparrón y que permita, a quienes viven bien lejos de esos conflictos, no sentirse salpicados, no vaya a ser que, de repente, a las abstracciones les salga un chichón. De la realidad lo que más sorprende son sus altibajos, la mezcolanza heterogénea de niveles. Y aunque hay jerarquías impuestas, como en la prensada, ¿quién malgastaría ni una hora de su vida en intentar cualquier otra? ¿Dónde se colocaría el afán propagandístico pujoliano de captar, vía presupuesto, deportistas de élite catalanes que paseen por doquiera que vayan a su patrocinador, como propagandistas de la fe? Cuando minucias así son portada del suplemento rinconacional, lo del oasis se ha quedado pequeño, seco: sería preferible hablar de estado comatoso.

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