lunes, 27 de abril de 2015

1-3-02

     La cuenta de los días, una cuenta de la vieja echada con prisas, no forma realidad, de eso sí que se puede estar seguro. Tanto como que nada de lo clonado hasta hoy se asemeja, en modo alguno, a lo que puedan entender las mentes exquisitas, y las de medio pelo, como realidad. Se admiten apuestas. Hay una convicción, importuna, que no deja en paz a Clonista desde que comenzó su aventura mediáticomediocre: la de estar condenado a ignorar cuál sea el epicentro de la realidad. Filosófica -o psicológicamente- parece que está claro, pero uno no vive desde la filosofía, y menos aún desde la psicología, si acaso desde la pesquis y desde la sabiduría -o desde la intuición-, de ahí que señalar esa ignorancia acuciante sea algo obligado. Es experiencia común considerar que el meollo de la realidad está siempre lejos de uno, que somos contemporáneos de él, pero que nos pilla un pelín desplazados. La ingenuidad disfraza de mil maneras esos centros que resumen el cogollito de lo real: la reunión del G7, el despacho oval de la Casa Blanca, la ceremonia de los Oscars, las sesiones de grabación de, pongamos por caso, los Rolling Stones, la sesión inaugural de la temporada de La Scala de Milán, la primera hilera de asientos del palco de una final de la Copa de Europa, el sancta sanctórum del Pentágono, la entrega de los premios Nobel, el orgasmo bigbangero con X, las decisiones de la cúpula del FMI... Es decir, todo aquello que se nos representa como inaccesible y de lo que, una vez conocido, como en el cuento de Francisco Ayala, El Hechizado, nos queda como abominable recuerdo el hedor de los orines... A salto de mata, y con la mezcla pertinente de estupor y de incredulidad, recorre Clonista la selva noticiera para descubrir ciertas rutinas insensibilizadoras y hasta desrealizadoras. La tópica fotografía mesiánica del che Guevara en un cartel pegado en una puerta de una ciudad palestina es expresión del pandemonio de imágenes que se apodera de la realidad hasta desfigurarla. Otro modo de desfigurar la realidad es pretender que el tiempo no lo haga. Para ello, a las personas que se someten a tratamientos antiarrugas se les inyecta la toxina del botulismo. La vejez como la peste, sin duda. Mayor Zaragoza dice que el 40% de la población no ha hecho nunca una llamada telefónica. Clonista no entiende muy bien el sentido del titular generado por el exdirector de la Unesco. Ciertamente, no lo llamará para preguntárselo. Huele a churras y merinas, sin embargo. Siempre, día tras día, se le queda dentro la tentación de meterse en los intersticios de la realidad prensada y hacer desde allí esta clónica remolona y a remolque. Por ejemplo, la publicidad. La contigüidad crea realidades sorprendentes y deshace los límites entre los discursos. El clonista se impone buscar ejemplos en algunos de los días por venir. Con el paso de esos mismos días, en el recuerdo ya no tan sucesivos y un mucho más estativos, ciertas noticias menguantes y redundantes muestran su verdadera naturaleza de vetusto agitprop. ¿Cómo encontrar una novedad que sea digna de tal nombre? La vida política es, en general, de una mediocridad encantadora, buñuelesca, y sus discursos monumentos a la estulticia. ¿Duro? ¡Quiá! Y habrá más. Como decían Tip y Coll: “la semana que viene, hablaremos del gobierno”. Y se iban. Y Clonista se va.

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