martes, 21 de abril de 2015

23-2-02

     El descrédito de la realidad se manifiesta, entre otras muchas cosas, en la grosera manipulación política que intenta desfigurarla del modo  más artero y descarado. He ahí lo que el clonista apuntaba ayer: el famoso IPC para cuya medición se han incluido, por primera vez, las rebajas, además de ampliar la encuesta a poblaciones con menor número de habitantes, entre otras medidas que corrigen el sistema actual. El resultado es la satisfacción del gobierno, su cacareo orgulloso que hace caso omiso del fraude en que se sustenta. Ayer el día se cerraba, casi, con la mirada atenta de quien podría ser un clonista ejemplar, Vicente Verdú, quien recogía el concepto de las lovemarks. Hoy podemos acercarnos a la realidad desde la última página, en la que su columna, un grito hijo del fastidio y el tedio, émulo del de Moretti en la Italia de Berluscaponi, dice las cosas tan claras como, modestamente, las señaló Clonista días atrás al comentar la paradoja de la predilección individual por Zapatero y colectiva por el PP en los sermómetros. Y a fe que a la realidad puede uno acercarse también por detrás, porque ¡en cuántas vidas esa realidad no se reduce a la apasionada relación con la programación televisiva! En ese detrás nada vergonzoso estaba Verdú aireando su insatisfacción, irradiando su ira por la atonía, por el monocordismo pactil que vuelve la democracia no aburrida, sino aberrante. Quítale la sangre a los toros y veamos qué queda del negocio. Quitémosle su puntito de acritud inteligente a la política y se nos viene la callada demagogia autoritaria al galope. Nos guste o no, la realidad se ordena jerárquicamente y los criterios de esa ordenación no están en nuestras manos. Como mucho, podemos rebelarnos contra los factismos -¿versión siglo XXI de los fascismos?- y nadar a contra corriente en el río revuelto de las imposiciones, apelar a la subversión de los actos y llenar el primer plano de la actualidad de todo aquello que nosotros queramos. Al fin y al cabo, las estadísticas son un arma de doble dirección. Los temas que más preocupan a los españoles son aquellos de los que más oyen hablar por la radio y la televisión o leen en los diarios; pero a veces también la carne de estadística que somos los de abajo imponemos alguna que otra preocupación. De eso se trata, pues. Y las conversaciones de vecinos, de trabajo, de café, de peluquería, de ascensor, de sala de espera, de transporte público son herramientas nada desdeñables. Entre el conato de pacto vascongado ajuriaenense y la “salida” de la Feria de Abril del marco del “bizarro” Fórum de las culturas es evidente que hay una distancia enorme, por lo que al interés que ambos sucesos, uno presente y uno futuro pueden despertar. Ahora bien, que el futuro yerno de Aznar -y hoy va, en el pasado, la cosa de futuros; como ese juego que tanto les gusta a los periordenistas: “mañana será noticia...”- deje la política de quinta fila para irse a un banco a buscarse un buen forro y mantener a su futura señora con el decoro que exige la condición del padre de la novia, que eso sea siquiera noticia de la realidad, y que no quede en la vergonzosa esfera íntima de quien ha sabido tirar de influencias, resulta más que esclarecedor sobre el grado de incompetencia social de los medios de comunicación y su querencia al amarillo. Ha muerto un viejo guerrillero, Jonas Savimbi, “señor” de media Angola. Lo dramático, con todo, es el resumen que, colocado al final de la crónica, corre el serio riesgo de no ser jamás leído: el 82% de la población sobrevive por debajo del índice de pobreza; seis millones (sobre 12) de angoleños duermen a la intemperie; un 37% tiene acceso a agua potable; sólo un 16% tiene un mínimo servicio de saneamiento; la desnutrición afecta al 80% de los niños y la esperanza de vida se ha reducido a los 46 años. El titular es la muerte del guerrillero, claro. También es un capítulo del libro de Manguel la muerte de otro: el che Guevara. Resulta curioso que, pasados algunos días de haber clonicado alguna noticia, los ideólogos editorialistas de la emprensa coincidan con esta clónica y destaquen la importancia del hecho, en este caso la emisión pentagónica de realidades falsas. ¡Cómo le cuesta a la realidad que lo obvio se convierta en evidente! Paso a paso en las vascongadas se va volviendo a la situación que había años atrás, ¡y ello se ve como un paso adelante! ¡Menuda yenka dramática que nos quieren bailar los voceros amplificados de los partidos! Penoso. De las  realidades del día ninguna tiene una dimensión tan sangrante como la que recoge el titular objetivísimo: España es el país de la UE que menos ayuda a la familia. Y aún hay mentes preclaras que se preguntan cómo es posible que haya bajado tantísimo la tasa de natalidad en este país. Clonista, que está inmerso en la vorágine de la crianza de dos cachorros, sabe de lo que habla cuando dice que la tal es una empresa sobrehumana, si hecha a conciencia y con ánimo de engendrar personas. Y siguen las estadísticas. Los barceloneses ya no creen que la inmigración sea el primer problema de la ciudad; ahora consideran que es el tráfico; mañana será aquello que les dicten los medios de comunicación. Resulta llamativa la tentación de dar publicidad a las obras que desmitifican a personas que han destacado en el mundo del arte. En este caso le toca a Salinger, cuya hija ha publicado una biografía del padre nada grata. Pero que entre el autor y la obra hay un abismo sobre el que a menudo conviene no tender ningún puente cae tan por su propio peso que están de más las fingidas sorpresas. Su obra autobiográfica, El guardián entre el centeno, ya le retrata tan repulsivo como resulta ser “en realidad”. Y adiós.

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