23-2-02
El
descrédito de la realidad se manifiesta, entre otras muchas cosas, en la
grosera manipulación política que intenta desfigurarla del modo más artero y descarado. He ahí lo que el
clonista apuntaba ayer: el famoso IPC para cuya medición se han incluido, por
primera vez, las rebajas, además de ampliar la encuesta a poblaciones con menor
número de habitantes, entre otras medidas que corrigen el sistema actual. El resultado
es la satisfacción del gobierno, su cacareo orgulloso que hace caso omiso del
fraude en que se sustenta. Ayer el día se cerraba, casi, con la mirada atenta
de quien podría ser un clonista ejemplar, Vicente Verdú, quien recogía el
concepto de las lovemarks. Hoy podemos acercarnos a la realidad desde la última
página, en la que su columna, un grito hijo del fastidio y el tedio, émulo del
de Moretti en la Italia de Berluscaponi, dice las cosas tan claras como,
modestamente, las señaló Clonista días atrás al comentar la paradoja de la
predilección individual por Zapatero y colectiva por el PP en los sermómetros.
Y a fe que a la realidad puede uno acercarse también por detrás, porque ¡en
cuántas vidas esa realidad no se reduce a la apasionada relación con la
programación televisiva! En ese detrás nada vergonzoso estaba Verdú aireando su
insatisfacción, irradiando su ira por la atonía, por el monocordismo pactil que
vuelve la democracia no aburrida, sino aberrante. Quítale la sangre a los toros
y veamos qué queda del negocio. Quitémosle su puntito de acritud inteligente a
la política y se nos viene la callada demagogia autoritaria al galope. Nos
guste o no, la realidad se ordena jerárquicamente y los criterios de esa
ordenación no están en nuestras manos. Como mucho, podemos rebelarnos contra
los factismos -¿versión siglo XXI de los fascismos?- y nadar a contra corriente
en el río revuelto de las imposiciones, apelar a la subversión de los actos y
llenar el primer plano de la actualidad de todo aquello que nosotros queramos.
Al fin y al cabo, las estadísticas son un arma de doble dirección. Los temas
que más preocupan a los españoles son aquellos de los que más oyen hablar por
la radio y la televisión o leen en los diarios; pero a veces también la carne de
estadística que somos los de abajo imponemos alguna que otra preocupación. De
eso se trata, pues. Y las conversaciones de vecinos, de trabajo, de café, de
peluquería, de ascensor, de sala de espera, de transporte público son
herramientas nada desdeñables. Entre el conato de pacto vascongado ajuriaenense
y la “salida” de la Feria de Abril del marco del “bizarro” Fórum de las
culturas es evidente que hay una distancia enorme, por lo que al interés que
ambos sucesos, uno presente y uno futuro pueden despertar. Ahora bien, que el
futuro yerno de Aznar -y hoy va, en el pasado, la cosa de futuros; como ese
juego que tanto les gusta a los periordenistas: “mañana será noticia...”- deje
la política de quinta fila para irse a un banco a buscarse un buen forro y
mantener a su futura señora con el decoro que exige la condición del padre de
la novia, que eso sea siquiera noticia de la realidad, y que no quede en la
vergonzosa esfera íntima de quien ha sabido tirar de influencias, resulta más
que esclarecedor sobre el grado de incompetencia social de los medios de
comunicación y su querencia al amarillo. Ha muerto un viejo guerrillero, Jonas
Savimbi, “señor” de media Angola. Lo dramático, con todo, es el resumen que,
colocado al final de la crónica, corre el serio riesgo de no ser jamás leído:
el 82% de la población sobrevive por debajo del índice de pobreza; seis
millones (sobre 12) de angoleños duermen a la intemperie; un 37% tiene acceso a
agua potable; sólo un 16% tiene un mínimo servicio de saneamiento; la
desnutrición afecta al 80% de los niños y la esperanza de vida se ha reducido a
los 46 años. El titular es la muerte del guerrillero, claro. También es un
capítulo del libro de Manguel la muerte de otro: el che Guevara. Resulta
curioso que, pasados algunos días de haber clonicado alguna noticia, los
ideólogos editorialistas de la emprensa coincidan con esta clónica y destaquen
la importancia del hecho, en este caso la emisión pentagónica de realidades
falsas. ¡Cómo le cuesta a la realidad que lo obvio se convierta en evidente!
Paso a paso en las vascongadas se va volviendo a la situación que había años
atrás, ¡y ello se ve como un paso adelante! ¡Menuda yenka dramática que nos
quieren bailar los voceros amplificados de los partidos! Penoso. De las realidades del día ninguna tiene una
dimensión tan sangrante como la que recoge el titular objetivísimo: España es
el país de la UE que menos ayuda a la familia. Y aún hay mentes preclaras que
se preguntan cómo es posible que haya bajado tantísimo la tasa de natalidad en
este país. Clonista, que está inmerso en la vorágine de la crianza de dos
cachorros, sabe de lo que habla cuando dice que la tal es una empresa
sobrehumana, si hecha a conciencia y con ánimo de engendrar personas. Y siguen
las estadísticas. Los barceloneses ya no creen que la inmigración sea el primer
problema de la ciudad; ahora consideran que es el tráfico; mañana será aquello
que les dicten los medios de comunicación. Resulta llamativa la tentación de
dar publicidad a las obras que desmitifican a personas que han destacado en el
mundo del arte. En este caso le toca a Salinger, cuya hija ha publicado una
biografía del padre nada grata. Pero que entre el autor y la obra hay un abismo
sobre el que a menudo conviene no tender ningún puente cae tan por su propio peso
que están de más las fingidas sorpresas. Su obra autobiográfica, El guardián entre el centeno, ya le
retrata tan repulsivo como resulta ser “en realidad”. Y adiós.
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