lunes, 29 de junio de 2015

29-4-02

     Ponerse al día, aunque de noche y arrastrando un sueño al que tampoco acaba de dársele nunca cumplida satisfacción, no deja de ser un cierto alivio. La tensión, no obstante, de la acumulación de diminutas responsabilidades que acaban constituyendo una rémora insalvable es difícil de sobrellevar. De ahí que la visión de la realidad esté tan teñida de los humores que gobiernan el transcurrir de la jornada. La ausencia de un tiempo vivido con relajación es el mejor aval para considerar la realidad una agresión. Quizás por eso haya una escalada de provocaciones: desde el terrorismo hasta la publicidad, pasando por las ofertas políticas o las manifestaciones artísticas. Mantener el pulso de la realidad es echárselo a la muerte, en realidad. De un día anodino queda la lucha de los apicultores para que se evidencie el fraude de las marcas que anuncian, por ejemplo, miel de romero y sólo hay un 10% de polen de romero en su oferta, o los restos de antibióticos aparecidos en la miel importada de China a precios rompedores; queda, entre las medias tintas de un apocamiento general de los sindicatos, la posibilidad de una huelga general a la que aún no se atreven; queda... Pero, ¿dónde queda? El carácter evanescente de la realidad es su rasgo definitorio: la realidad es lo que desaparece aun en el momento de manifestarse, el equivalente exacto del presente huidizo y barroco. La memoria es un pozo sin fondo que lo admite todo y del que aflora nada o poco. Eso es. La idea de la realidad literaturizada, la contemplación de los sucesos estáticos de la realidad como la confusión de planos absurdos, sigue tentando a un Clonista pulverizado por el agotamiento físico y mental. Enorme Saturno fantasmagórico es la realidad que nos devora. Y no otra cosa. Hasta que le corten los testículos y llueva el poder genesíaco, que no la génesis del poder.

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