31-10-02
Día de
despedida, y de bienvenida. Quizá en plural. (Cominería: quizás no es el plural de quizá, curiosamente) Clonista arranca la
singladura correspondiente al día de hoy con la desolación de una comparación
malsana. Después de haber contemplado al protagonista esquizofrénico de Spider levantar acta compulsivamente de
la historia de su vida, mediante unos signos casi rúnicos y, en cualquier caso,
ilegibles y desprovistos de todo significado, y guardar esas libretillas cutres
debajo de las alfombras, como el mayor tesoro del mundo, ¿pues qué va a decir Clonista
de su actividad que no sean auténticos paños calientes...? Hecha la abstracción
pertinente, y no sin titánico esfuerzo, Clonista ha sido capaz de seguir
el discurso vacío y tramposo de Jatamí,
sólo comparable al de los propios obispos de este país tan clericalizado por el
goppusierno del caudillito. Que haga una distinción entre “el islam de los
talibanes y el islam de Irán que acepta la democracia” podría dar a entender
que películas como El círculo son una
reliquia del pasado. Ahora bien, en cuanto a la democracia se le comienzan a
poner condiciones religiosas y culturales está claro que el concepto se vuelve
inservible, u orgánico, que fue la variante dictatorial española de la
democracia. Que cante las excelencias de su teocracia y que se deje de
monsergas. ¿A quién pretende convencer de lo contrario de lo que, para muchos,
son conquistas irrenunciables de la evolución no ya de la civilización
occidental, sino incluso de la propia especie humana? Que les ponga a los
derechos humanos limitaciones culturales y religiosas es una prueba más de la
cerrazón reaccionaria que oscurece sus concepciones políticas. Con sus luces y
sus sombras, nadie a quien se le explicaran las libertades de que gozaría en
una democracia occidental las cambiaría por ningún otro sistema. Que toda la
historia de la humanidad se haya reducido a los esfuerzos por liberarse de los
dioses que esa humanidad ha creado para consolarse de la soledad cósmica,
reflejo de la soledad interior radical que conforma al ser humano, dice bien
poco de la misma. El tan manido progreso moral cero es una de esas realidades
que desalienta al más panglossiano de los mortales. Los insultos y las
indignaciones franco-británicos de ayer no han sido sino escaramuzas de una
guerra por el poder en el seno de la UE. El caudillito, por cierto, se ha
alineado en un eje que, de repente, resucitado el franco-alemán, se ha revelado
poco menos que apto únicamente para organizar cumbres irrelevantes, casi de
compromiso, donde no se decidan asuntos trascendentales para el continente.
Juan Goytisolo rompe su silencio para desvelar lo obvio: “todo se reduce a una
lucha entre malvados y buenos, entre demócratas y asesinos fanáticos. Es el
lenguaje primario que escuchamos primero en la guerra de Argelia y luego en la
de Vietnam.” Lo que no incluye en su artículo es la sanchorofiana explicación
de las ¿autoridades? rusas acerca de las muertes de los rehenes, provocadas por
el gas letal que les suministraron en generosas dosis experimentales: murieron
porque no estaban en buenas condiciones físicas. ¡A quién se le ocurre ir a ver
un musical en un teatro, en estos tiempos revueltos que nos ha tocado vivir,
sin asegurarse de estar en perfecta condición atlética! ¡Los hay suicidas! Y va
de explicaciones hispano-soviéticas, porque abrir la plica que esconde la
realidad es, a la postre, la chapata nuestra de cada día. Abonado a la teoría
casquivana, el caudillito papagayea, en eco de Cascos, que suben los precios de
las viviendas porque “hay quien las compra.” Siendo meticuloso, se le reprocharía
al sidente –cuya mediocridad no da ni para el pre- el singular por el plural, “quienes
las compran”, pero igual es que dispone de información privilegiada y tiene
constancia de que existe ese uno inversoinmobiliario a quien se refirió. La
realidad prensada parece reconciliarse consigo misma cuando la difusión de una
noticia, por lo general una injusticia, genera otra noticia en la que se da
cuenta de la subsanación de la misma. La mujer que sufría la presencia del
marido, recién excarcelado, en el piso superior, ha sido aliviada tras haber
ordenado el juez el alejamiento inmediato del agresor. Los agresores infantiles
y juveniles dependientes de la administración educativa francesa serán
segregados. ¡Manos a la cabeza!, exige la corrección política. La cicatería
presupuestaria francesa va en contra de los males que pretenden combatir, pues
han suprimido 20.000 puestos de trabajo de vigilantes y profesores
complementarios. Con todo, el diagnóstico, del ministro delegado para la
Enseñanza Escolar no es un desatino: “Es más que probable que hayamos confiado
demasiado y demasiado pronto en la responsabilidad espontánea de los jóvenes,
cuando lo que realmente necesitan es aprender y aprender normas.” Hoy decía el
clonista que es día de despedida y de bienvenida. Ayer murió Juan Antonio
Bardem, dos de cuyas películas, Muerte de
un ciclista y Calle Mayor,
pertenecen a la historia de la cultura de este país. Su compromiso político le
apartó de una vida creativa ordinaria, pues se le cerraron muchas puertas. La
necesidad, por otro lado, le debió de empujar a rodar películas que deberían
haber pertenecido a cualquier meritorio. Desaparecido él, reaparecido su arte
imperecedero. Un análisis de Vicenç Navarro sobre la educación en Cataluña le
permite a Clonista ver expuesta por primera vez una idea que él expuso hace
meses en esta clónica: “bajo la categoría mal llamada de conciertos, y que en
realidad son subsidios públicos (los más altos en España) al sector privado.” Clonista
añadía, cree recordar, que ignoraba cómo la UE, sección de la competencia
desleal, aún no había decretado la apertura de una investigación para
determinar la legalidad de tales ayudas. Cuando creía, como en tantas otras
cosas, que meaba fuera de tiesto, se ha encontrado con una flor que crece en otras
macetas del pensamiento. Un ex alcalde –cuya filiación política no le ha
parecido relevante al taumaturgo de la noticia- y un empresario han sido
acusados de esclavismo. Son la cuota mínima imprescindible, como las antiguas
redadas en el barrio chino de Barcelona, supuestamente ejemplarizantes: paripés
de la autoridad. Jordi Llovet, el estilita ilustrado, glosa la publicación de
un nuevo volumen de la Institució
Oratòria de Quintiliano. Clonista, que a veces se siente tan solo en su
clónica como Llovet bien acompañado en su clásica columna, se queda con la
templada verdad con que cierra su elogio camboniano: la paraula ben forjada és la primera pedra per a l’edificació d’un país
civilitzat…, y de una persona, obviamente. Recordar, acto seguido, la imposible
elocuencia de los procelosos, más que próceres, políticos actuales vale tanto
como el mejor de los análisis sociológicos. Con el aturdimiento que provoca el
aluvión de ofertas culturales que requieren al lector para que ceda su tiempo,
esto es, su vida y su dinero a un ritmo que lo acabaría alienando, se retira Clonista
a otras actividades edificantes, esto es, a su obra narrativa en curso.
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