lunes, 15 de febrero de 2016

7-12-02

Depresión central del gran valle vacacional. Dia de intendencia, de visitas fraterna y paternal. La ciudad no es el desierto que se esperaba: los consumidores bullen como virus de la gripe en un aula escolar. Las fechas señaladas imponen su ley y las pagas dobles se esquilman por adelantado. En ese barullo, en esa bullabesa espesa a la que tantos llaman vida –“disfrutar de la vida y consumir han venido a ser conceptos sinónimos”, sentencia Luis Goytisolo en su minúscula Paideia del día- , casi pasa desapercibido que el caudillito haya decidido crear un gabinete de crisis y que anuncie, como si fuera el gordo de navidad, su presencia inmediata en Galicia, como un santo que les llegara a los gallegos con  peana y sin apearse de la soberbia de su incompetencia. Que ese homúnculo pseudopolítico tilde a Zapatero de “desleal, demagogo e insolidario” no es un despropósito, sino el poso sólito y sólido de la mediocridad que tanto ha contribuido a que la acción civilizadora de la especie siga el ritmo lentísimo que sigue. A pesar de serle indiferente a Clonista la vida menuda de la implacable administración Bushamericana, la destitución o dimisión –que el cronista da las dos versiones en la misma página- de Paul O’Neill, quien se hizo “famoso” por su viaje por la miseria africana en compañía del cantante Bono, pone de manifiesto unas convicciones económicas que Clonista ha tenido ocasión de manifestar días atrás. Enfrentado a la “economía virtual de los especuladores”, para O’Neill “la realidad económica era el trabajo, la producción, la competitividad”, glosa el cronista. ¿A quién le puede extrañar que esos valores tan “conservadores” hayan sido defenestrados por los adalides del chollo, el chanchullo, la ficcioeconomía y la especulación bolsalvaje? Su oposición a mayores reducciones de impuestos –sin duda porque habrá previsto, por ese camino, el futuro de un déficit que acabaría provocando una recesión o incluso un crack- le honra y le acerca, quién se lo iba a decir, a la sensibilidad de sus adversarios políticos. La venganza israelí se cobra la vida de diez palestinos, una niña de once años entre ellos. Las manifestaciones claman venganza. El marcador siniestro de esta partida de ajedrez demencial volverá a moverse en breve, a buen seguro, a mal morir. Distinta es la que juegan Giscard y Prodi sobre la futura Constitución europea, pero no deja de ser juego, al fin y al cabo. ¿Por qué los consumidores de la realidad, sabiendo que el juego es parte consustancial de la misma, aceptan de tan mala manera que los protagonistas de lo real lo muestren, por activa y por pasiva, con un desparpajo cínico insoportable? Capítulo aparte en la construcción y recepción de lo real es el caso de Cascos. De la marea dálmata ha pasado a equiparar el desastre del Prestige con el de Chernóbil. ¿Rige Cascos? Que se ríe hasta del lucero del alba no hace falta periodista sabueso que lo siga para probarlo, pero de que rija –y Clonista renuncia a convertir al rijoso en sujeto del regir, que conste- ¿quién podrán dar fe fehaciente? Las carencias de la educación española, tan remisa a la hora del elogio, le hacen difícil a Clonista elaborar el elogio que le nace del corazón hacia cuantos, al margen de la Xunta y del goppierno, sin esperar la ayuda que las autoridades legalmente constituidas –pero quizás desde hoy no legítimamente- han regateado y siguen proporcionando con cuentagotas, se han remangado y se han puesto manos a la obra de defensa de la tierra, del país, de la nación, de la vida. ¡Vaya por ellos! A su lado, ¡cómo palidece el bazar de la realidad prensada! En tiempos de revuelta literal, es decir, de regreso al pasado, patrocinado por el goppierno y seguido en usos y costumbres por tantos secuaces, el padrinazgo pujoliano de la Convención de Cristianos por Europa, ¿qué parece, junto al heroísmo galaico y el de las brigadas de voluntarios, sino una asamblea de monaguillos amantes del vinillo dulce y las obleas? Otra señal de la guerra futura: el presidente de la región francesa de los Pirineos Orientales dice que, de agua del Ródano, nanay de la nana, y menos si es para que la agricultura compita con la gala. Pues eso.

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