9-12-02
Lentamente se aproxima el día del abandono, aunque
los días se alargan a veces hasta la extenuación y la desolación de quien se
empeñó en seguir su trazo grueso prensado. Una aventura como la de Clonista
permite una experiencia del tiempo muy diferente de la del ritmo tranquilo de
la desidia cotidiana o de la atención discreta a las realidades particulares;
pero, se mire como se mire, el exceso siempre tiene efectos perversos. Cuando
un suceso ocupa la realidad de modo tan extenso como la marea negra del Prestige, quedan pocos huecos por donde
pueda aflorar el resto marginal de esa realidad súbitamente desfigurada por las
leyes incontrolables del capitalismo. Y a Clonista, hecho a la monotonía
dolorosa del chapapote, del galipote levantino de su infancia, le cuesta acabar
de dotar de entidad a esos esfuerzos desesperados de tantas realidades como
pugnan por instalarse en su conciencia de lector despierto, de espectador
atento y sorprendido, aunque escarmentado. Le ha costado, al goppierno, salir
del ensimismamiento irresponsable, aunque va dando pasos vacilantes y torpes,
propios del recién nacido que no está seguro de nada. Los pasitos atrás y las
culadas son las denuncias de los alcaldes no populares de que el goppierno
facilita las ayudas a los ayuntamientos de su signo político, marginando a los
demás. 120 neonazis celebran una concentración en una granja escuela de Madrid para
festejar el putsch hitleriano del 23. Podrían haber incurrido, al parecer, en
delito de “ensalzamiento de valores raciales” y ahí es donde Clonista se queda
perplejo. ¿Y los nacionalistas de todo origen y condición? ¿Y el inefable
Arzalluz del Rh? ¿Y los comentaristas deportivos? En la página donde se desarrolla la noticia
el redactor se desmelena y dice que celebraron un “aquelarre” para festejar la
efeméride. A la vista del sesgo diabólico que tomaba el asunto, Clonista ha
leído toda la noticia, pero su desilusión ha sido enorme: ni una briznilla de
azufre, ni un beso ciego, ni una patita de chivo, ni una babosidad lasciva… Por
no haber, ni siquiera había una mala bruja que echarse a los ojos, una lechuza
o un cuervo lustroso. ¡Qué energías combativas, las de Fernando Savater, que
hasta considera necesario responder la necedad del icono pseudoizquierdista
zapatista sobre la realidad, para éste tan lejana como desconocida, de las
provincias vascongadas! A lo largo del
año Clonista ha llevado poco a su clónica la realidad espeluznante de los
accidentes de tráfico. El más grave de la operación regreso del semipuente ha
consistido en un choque frontal de un vehículo con cinco mujeres que se cruzó
al otro lado de la autopista y se empotró contra una tranquila familia, ajena
por completo al día escrito de su final. Los visitó el azar y los arrastró a la
muerte súbita. ¡Qué delicadeza de corrección política la de la redacción para
informar de que las cinco mujeres eran gitanas! Y si la relación con los
gitanos no se ha normalizado después de tantos siglos de relativa convivencia,
ni que decir tiene que lo por venir aún entrañará mayores, o distintas,
distancias. Un mosso, que quedó parapléjico después de un tiroteo con un fugado
mientras estaba en el periodo de prácticas antes de ser nombrado funcionario,
acaba de ser declarado no apto para el servicio. La medida es legal y, al
tiempo, inhumana. Todo normal, todo policial, todo controlado.
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