martes, 16 de febrero de 2016

9-12-02

Lentamente se aproxima el día del abandono, aunque los días se alargan a veces hasta la extenuación y la desolación de quien se empeñó en seguir su trazo grueso prensado. Una aventura como la de Clonista permite una experiencia del tiempo muy diferente de la del ritmo tranquilo de la desidia cotidiana o de la atención discreta a las realidades particulares; pero, se mire como se mire, el exceso siempre tiene efectos perversos. Cuando un suceso ocupa la realidad de modo tan extenso como la marea negra del Prestige, quedan pocos huecos por donde pueda aflorar el resto marginal de esa realidad súbitamente desfigurada por las leyes incontrolables del capitalismo. Y a Clonista, hecho a la monotonía dolorosa del chapapote, del galipote levantino de su infancia, le cuesta acabar de dotar de entidad a esos esfuerzos desesperados de tantas realidades como pugnan por instalarse en su conciencia de lector despierto, de espectador atento y sorprendido, aunque escarmentado. Le ha costado, al goppierno, salir del ensimismamiento irresponsable, aunque va dando pasos vacilantes y torpes, propios del recién nacido que no está seguro de nada. Los pasitos atrás y las culadas son las denuncias de los alcaldes no populares de que el goppierno facilita las ayudas a los ayuntamientos de su signo político, marginando a los demás. 120 neonazis celebran una concentración en una granja escuela de Madrid para festejar el putsch hitleriano del 23. Podrían haber incurrido, al parecer, en delito de “ensalzamiento de valores raciales” y ahí es donde Clonista se queda perplejo. ¿Y los nacionalistas de todo origen y condición? ¿Y el inefable Arzalluz del Rh? ¿Y los comentaristas deportivos?  En la página donde se desarrolla la noticia el redactor se desmelena y dice que celebraron un “aquelarre” para festejar la efeméride. A la vista del sesgo diabólico que tomaba el asunto, Clonista ha leído toda la noticia, pero su desilusión ha sido enorme: ni una briznilla de azufre, ni un beso ciego, ni una patita de chivo, ni una babosidad lasciva… Por no haber, ni siquiera había una mala bruja que echarse a los ojos, una lechuza o un cuervo lustroso. ¡Qué energías combativas, las de Fernando Savater, que hasta considera necesario responder la necedad del icono pseudoizquierdista zapatista sobre la realidad, para éste tan lejana como desconocida, de las provincias vascongadas!  A lo largo del año Clonista ha llevado poco a su clónica la realidad espeluznante de los accidentes de tráfico. El más grave de la operación regreso del semipuente ha consistido en un choque frontal de un vehículo con cinco mujeres que se cruzó al otro lado de la autopista y se empotró contra una tranquila familia, ajena por completo al día escrito de su final. Los visitó el azar y los arrastró a la muerte súbita. ¡Qué delicadeza de corrección política la de la redacción para informar de que las cinco mujeres eran gitanas! Y si la relación con los gitanos no se ha normalizado después de tantos siglos de relativa convivencia, ni que decir tiene que lo por venir aún entrañará mayores, o distintas, distancias. Un mosso, que quedó parapléjico después de un tiroteo con un fugado mientras estaba en el periodo de prácticas antes de ser nombrado funcionario, acaba de ser declarado no apto para el servicio. La medida es legal y, al tiempo, inhumana. Todo normal, todo policial, todo controlado.

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