miércoles, 25 de marzo de 2015

31-1-02

     Es obvio que el ojo que lee selecciona entre la selección de la realidad que ya se le ofrece. Y si el Clonista margina de esta clónica, aunque no debiera hacerlo, las páginas deportivas, que quizás son el fundamento real de la vida y los sueños de cientos de millones de personas en todo el mundo, está también ejerciendo una censura similar a la que los consejos de redacción ejercen sobre su imposible derecho a una información veraz. Días hay en los que ha pensado que debiera prescindir de la información y atender sólo a las páginas de publicidad, por ejemplo. Otros, sin embargo, ha creído que solo debería atender a los textos de cuerpo más pequeño que el estándar de las noticias: la famosa Agenda, la cartelera, los anuncios, los edictos, alguna publicidad. La relación del Clonista con la realidad que emerge de esta clónica se va haciendo conflictiva a medida que pasan los días, y ello porque aumenta su inseguridad hasta unos niveles francamente alarmantes. Cela pisaba la dudosa luz del día -por cierto, bien poco ha dado de sí el gran acontecimiento fúnebre-, y el Clonista, modestamente, duda de la luz, del día y de sus propios pasos. Hoy, sin embargo, y al margen del enfrentamiento judicial entre el Congreso usamericano y el gobierno de Bush, la reducción de lo real se ha materializado en una fotografía de Richard Avedon: Charlene van Tighem, fisioterapeuta. La densidad emocional que hay en ese retrato es difícil analizarla en una clónica, porque exige el cauce del ensayo, la crítica e incluso la propia creación literaria. La presencia del hielo en unos ojos cristalinos, y el desengaño más amargo en una boca ligerísimamente asimétrica se suman al erotismo sísmico de unos cabellos de puntas rizadas que ocultan uno de los pechos. Pero son los ojos, insiste el Clonista, donde habita un vacío de espejo ciego, la mayor fuente del desasosiego que produce una mirada que ha vuelto de todos los infiernos, incluido el helado de las esperanzas rotas. Frente a esa página en la que la belleza convulsa irrumpe como otra realidad, la que dinamita la ceremonia insulsa de las secciones, como plantas de un gran centro comercial, ¡qué minúsculas resultan las noticias que más pretendidamente expresan el núcleo duro de la realidad! Y no hay más.

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