lunes, 11 de mayo de 2015

13-3-02

     Se le hace extraño a Clonista observar el espacio vacío del día anterior, como si no hubiera existido. Está en la memoria de otro ordenador, el del trabajo, donde a deshoras y con retraso ha cumplido el doblete que amenaza con convertirse en algo tan natural como es artificial y tiránico cumplir con este reto de la realidad prensada nuestra de cada día. No le extraña a Clonista que la psicología humana busque evasiones cuanto más absurdas mejor para liberarse de la presión inconmensurable de una realidad despiadada, mediocre, hechizadora, vulnerable, omnipotente, ambigua, contundente, elusiva y un rosario de calificativos a gusto del consumidor. Es hábito extendido leer el diario con la consumición del desayuno, el café o la infusión de la merienda o los postres de la comida o la cena. En rarísimas ocasiones se lee la actualidad en ayunas. Nunca, se atreve Clonista a decir. Supone que el recuerdo de Saturno devorando a sus hijos debe cruzarse en el subconsciente de la especie. Sea como sea, los pedazos de la realidad no son alimento de gusto. Basta abrir la ventana del mundo para ver ejecutado a un colaboracionista de los israelíes y el cadáver colgado cabeza abajo en una vía pública. Pero la curiosidad, la sed de información, tiene esos reveses, esas bofetadas. Otra imagen a su modo también espectacular es la fotografía actual de la niña afgana que fue portada de la revista National Geographic. Si el tiempo y la adversidad dejan huella, en esa mirada se aprecia el poder transformador de ambos. Las existencias sacrificadas no suelen ser ni noticia ni, en el mundo desarrollado, motivo de preocupación, excepto cuando quienes quedan por debajo del umbral de la pobreza se lanzan al riesgo de cobrarse en especie una deuda que vagamente tiene el mundo para con ellos. Ahí están, sin embargo, los juicios rápidos, de inmediata implantación, para reducir estadísticas políticamente desfavorables. El repaso a los movimientos anárquicos de lo real reflejado en la prensa tiene oscilaciones que llevan desde la necesidad científicamente probada del sueño para consolidar la memoria a largo plazo, hasta la invasión del mejillón cebra en el Ebro y, con los futuros trasvases, en el resto de cuencas fluviales. No seguirán informando, claro, porque lo llamativo es una de las condiciones mercadotécnicas de lo real, y lo llamativo no puede repetirse, so pena de convertirse en aburrida rutina. James Tobin, convertido a su pesar en bandera de los movimientos antiglobalización, ha muerto. Clonista debería leerle, pues dedicó su vida a estudiar cómo afectaba la economía al ciudadano de a pie, dice el necrologista, aunque ese conocimiento no necesita muchas explicaciones para quienes han de hacer malabarismos presupuestarios mes sí y al otro también. Quizás Josep Oliver le introduzca a Clonista en sus teorías. Ahora habrá de ser consecuente con la noticia sobre el sueño y lanzarse a él para que se le quede en la memoria el conocimiento sorpresa, porque el capricho de la memoria sí que es un misterio insondable, indescifrable.

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