19-6-02
Una
temperatura excesiva, 34º, a mediados de junio, reblandece cualquier ánimo y
seca cualquier discurso. Enarenado como se siente, Clonista no halla en la
realidad del día nada más relevante ni revelador que la inquisitiva y mordaz
pregunta de Azúa, auténtico latigazo que habrá escarnecido a...¿quiénes? Pocas
de las carnes que se merecían el castigo habrán leído la columna inspirada y
feliz de Félix, de Azúa, el estilita estilista. Ese es un fenómeno curioso de
la realidad prensada: ¡cuantísima invectiva que no llega a sus destinatarios! A
Clonista le sorprendía su autismo clonicador, pero extramuros su fuente
taumatúrgica sucede otro tanto de lo mismo. En la sociedad de la comunicación
nada tan extendido como la incomunicación. La invasión de los móviles ha
detenido el comercio intelectual. La verborrea -esa seborrea gelatinosa del
pensamiento- ha sustituido a la palabra. Clonista no recuerda haber escuchado
tanta banalidad y trivialidad como anda la gente intercambiándose con fruición.
De aquellas invectivas citadas, no le ha pasado por alto a Clonista la aséptica
-¡y qué puede doler más que la asepsia informativa!- y cruel enumeración de las
pérdidas económicas en los resultados de la empresa rival: desde El País se contempla El Mundo con aquella paciencia vieja de
quien se sienta junto al quicio para ver pasar el cadáver del enemigo: ¿se
acerca otra opa(cidad) empresarial tras cuyos velos se consuma la devoración
sanguinaria de la presa codiciada? No hay realidad prensada que no tenga
acontecimientos nucleares que hagan pivotar la realidad toda en torno a ellos,
aunque se repitan a veces durante semanas; sucesos que tienen la capacidad de
suspender el devenir hasta que explotan y se desintegran en el turbión de la
inmediatez caótica. La cumbre europea, monopolizada por la lucha contra la
inmigración irregular, el gran problema europeo según el punto de vista
tripartito de esos tres confusos ten(ed)ores de la razón policial,
Blaiznarconi, SA; y la huelga general que la precederá, son las dos cimas
desérticas desde las que todo lo demás semeja un desierto. Notita
nacionalfolclórica la han puesto los sindicatos nacionalistasvascongados
adelantándola un día. Así se entretienen: minucieando. Ppiqué, que implementa a cada legislatura un look tercerreichiano que espanta, insiste
en la mentira con un descaro propio de quien lo hace con la convicción de quien
cree a pies juntillas -prietas las filas y enérgica la reverencia capital
sumisa- en que la cara es el espejo del alma. Si España “no lidera ninguna
línea dura en inmigración” es probable que tampoco las represalias contra
terceros países signifiquen lo que los aviesos lectores habrán entendido, sino
antes bien unas albricias generosas. ¿En qué quedó su anterior campaña por la
recuperación de Gibraltar? En tono menor, aun recuadrada, la realidad del
imposible acuerdo se impone a la favorable expectativa propagandística previa.
De la realidad-cogollo trasmina el tufo síglico de los pagos a Chávez -¡al
caudillo bolivariano, nada menos!- efectuados por el BBVA. A Clonista esa promiscuidad
del dinero no deja de parecerle una realidad de tan rancio abolengo como la
propia estupidez humana, hermana gemela de la avaricia, igualmente rancia.
Suerte de que el broche de la realidad, para Clonista, haya consistido en la
revisión de Senderos de gloria, de
Kubrick, junto a su primogénito, al que la crudeza del argumento y, sobre todo,
de un final tan coherente, se lo han hecho pasar mal. No ha disfrutado como lo
hizo con El tercer hombre, cuya
galería de primeros planos la convierte casi en una película expresionista.
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