10-6-02
Clonista tiene la sensación de ciar sin
descanso y sin objeto. Hoy como ayer acude a la cita no sin arrastrar un
cansancio que va más allá del estrés propio de la vida actual en una gran
ciudad y una circunstancia individual entreveradísima de accidentes que inducen
al desasosiego. Se trata de un cansancio de la propia realidad, como si
quisiera despegársela y poder aislarse de ella, evadirse a una dimensión ignota
donde no llegue ni siquiera el eco de tanta trivialidad como se ve obligado a
consignar en su clónica. Durante media hora -tierno inciso de cada día- ha
seguido la indubitable realidad de Frodo y compañía en voz alta para su
primogénito, y volver de la Comarca a la realidad demediada en que vive es un
duro golpe. De todo lo repasado hoy se le ha quedado, sobre todo, a Clonista,
la noticia del derrumbamiento político de Jospin: la retransmisión televisiva
en directo de un debate a pie de obra del hecatombado con un obrero que le
inquiría con realidades tan elocuentes
como los siguiente: "Danone tiene beneficios y reduce plantilla, ¿qué
espera el gobierno para hacer algo? "¿Qué se puede hacer con 600 euros al
mes? Le desafío a vivir con eso". Descontada la demagogia de quien use
unas reacciones humanas, demasiado humanas, como esas, la contundencia de lo
sencillo logró, al parecer, que se tambaleara el tambalillo hiperabstracto de
la macroeconomía, en el que viven, como en una burbuja, tantísimos mandatarios
que se quejan de incomprensión o de falta de cariño. El día después de
cualesquiera elecciones es espacio abierto a los arúspsices o politólogos,
quienes se afanarán en interpretar la traída y llevada voluntad popular expresada en las urnas. Finta retórica excelente
fue la del crepuscular -y cada vez más oracular- Felipe González al ganar por
los pelos sus últimas elecciones: “He entendido el mensaje”. Y no lo entendió.
Y nadie supo nunca ni qué había entendido ni cuál era el mensaje, pero la
frase, como todas las que son felices por definición, tuvo su impacto popular.
Si la realidad a fecha de hoy es, sobre todo, dominio de la información, qué
duda cabe de que Israel va perdiendo su guerra con los palestinos, pues por
mucho terrorismo suicida que haya, siempre resultará más atroz el genocidio, el
exterminio y el terrorismo de Estado. Vamos camino de la primera huelga general
contra la derecha goppernante y se suceden las manifestaciones y las
declaraciones intempestivas, como las poco apañadas del aparecido Aparicio en el sentido de promover una Ley de Huelga,
justo ahoritita... El goppierno le tiene miedo al varapalo y, después de la
machada quijaznariega, tiembla ya por la triste suerte que puedan sufrir dos
siesos herederos como Oreja o Rajoy. No le pasa desapercibida a Clonista la
acuciante realidad de la sequía que afecta al centro y al sureste españoles. El
progreso es polifacético, pero ¿qué puede contra la sequía? Teóricamente las
plantas potabilizadoras deberían funcionar en este país como en ningún otro, y
la investigación científica en ese campo debería ser una prioridad del estado.
¿La realidad? Un trasvase para paliar, entre otras sedes, la de los campos de
golf autorizados en la costa levantina... La naturaleza siempre sabe poner a la
especie humana en su lugar, de ahí la admiración casi religiosa que produce la
contemplación de los elementos naturales desatados y devastadores. Y al final,
la perplejidad: las ya incontables muertes de jóvenes -y algún que otro
talludito- por consumo de éxtasis. Lo de las macrofiestas, macrodiscotecas y
macrodiversiones cae, para Clonista, del lado de una ficción aburrida en la
que, para su sorpresa, se producen esas absurdas inmolaciones a los múltiples
dioses de la necedad.
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