22-7-02
La realidad
prensada se adelgaza, deshidratada por el calor sofocante de julio, y algo
acabado, como la crisis de Perejil, vuelve a promontoriarse con afanes
egocéntricos. Quizás lo más llamativo sea la ausencia del otro polo caliente de los conflictos mal manejados por el
goppierno, las vascongadas, del que apenas aparece un articulito inocente y
casi como de compromiso, una realidad inercial, propiamente. El Debate puso fin
al curso político, y ahora solo caben declaraciones aquí y allá, a la búsqueda
de algún titular que les sirva de recordatorio a los futuros votantes de que
aún existen, aun cuando cada vez existan menos para muchos de ellos. Zapatero,
por ejemplo, promete un estado más laico. Clonista lo reclamaba días atrás. Le
alegra coincidir con Zapatero y espera que se materialice en la suspensión del
Concordato y en la equiparación de la Iglesia Católica con cualesquiera otras
iglesias y sectas de las muchas que abren las puertas de sus templos, de forma
privada, a los españoles. ¿Aún existen los capellanes castrenses, por ejemplo?
De Bush, que es un habitual de la realidad prensada, como protagonista
indiscutible del NO-DO universal, sesabe ahora que se enriqueció usando
información privilegiada. A Clonista lo que le sorprendería sería lo contrario,
que lo hubiera hecho en buena lid, pues no se le ven al César luces
particulares ni económicas ni políticas ni de otras disciplinas. Si la cadena
de mando militar usamericana acaba en Bush, ¿tiene ello alguna influencia en
los errores militares que han propiciado las muchas bajas civiles que se han
producido en Afganistán o simplemente es que tiene orgullosos émulos-eslabones
inferiores? La Corte Penal Internacional, tan frágil y de tan poco futuro
aparente, vuelve a verse en entredicho tras la decisión israelí de volver
anónimos a sus combatientes para eludir reconocimientos que puedan implicarlos
en los delitos que vienen cometiendo habitualmente desde que andan matando
moscas asesinas a cañonazos genocidas. Ante esas realidades, la del desmoronamiento
de WorldCom, la quiebra, dicho en plata ausente, se lleva la palma de la
atención especializada, porque al común de los mortales sólo le llega el asunto
como un capítulo más del dominio impostor de las grandes compañías y
especialmente de sus gestores. La ausencia de criterios morales, el dominio del
todo vale y la percepción de que son los reyes absolutos del mundo, que todo
les está permitido, está llevando al capitalismo a una crisis que, crecida en
su seno, puede acabar con él o modificarlo en un sentido que a Clonista se le
escapa, pero que no debe andar muy lejos del intervencionismo estatal moderador
y regulador. ¿Se necesitan más pruebas de que el mercado es incapaz de autorregularse?
Ahí están los temporeros de Lleida, vagando de campo en campo sin encontrar
quien los contrate, llevando una vida miserable y vagabunda. Magrebíes y
subsaharianos serán alojados en un campamento de campaña levantado por el
ejército y en el que podrán permanecer hasta finales de agosto. ¿Y después? ¿Será que el caudillito, para fortalecer su
neoliberalismo anticomunista y advertir a la debilitada clase media de que
tiene serias amenazas contra las que solo él puede defenderla, permite que se
vaya creando un lumpenproletariado cuya frontera con la delincuencia irá diluyéndose
a marchas forzadas? Clonista no tiene vocación de analista social ni de
politólogo, y está aquí simplemente para intentar averiguar si la realidad
existe, es una barata ficción aterradora, el sueño de un dios demente, un
discreto ejercicio de melancolía o un mal verso del monstruo de un soneto lleno
de imposibles consonantes, pero la receta ortoaznardoxa, más policía, más
cárceles, lo saca de su pequeña aventura pequeñoburguesa y le enfrenta con la
tragedia imprevisible de los destinos humanos. Y entonces tiene que callarse.
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