23-7-02
La realidad
es básicamente percepción, esto es, voluntad de reconocer. La realidad tiende a
ocultarse, se hace de rogar. No se revela a cualquiera y menos aún sin una
intensa búsqueda. La búsqueda, sin embargo, puede no ser suficiente si la
percepción se ve alterada por un sinfín de causas, próximas y lejanas. Clonista
sabe que su visión de la realidad está condicionada por el órgano escogido, por
el ojo que preselecciona, de tal modo que buena parte de la realidad está excluida
de su clónica. Gracias a la carta de una lectora, Maribel Ibáñez, que comentaba
con socarronería e ironía crítica la boda de la hija del caudillito, al parecer
inminente, supo Clonista de la tal, además de coincidir con la corresponsal en
la percepción caudillesca del nefasto presidente del goppierno. Hasta la fecha,
no recuerda Clonista ninguna noticia al respecto en su órgano mediato
perceptor, y cree recordar que ni siquiera en la sección Gente, tan apropiada, pero no lo puede asegurar. Con todo, el
detalle está en la coincidencia de la percepción, alentada, sin duda, por las
cada vez mayores semejanzas entre el actual presidente y el Caudillo por la
gracia de Dios, incluso en el ámbito familiar, por lo que se ve. Casi da agsco,
la mediocridad mesetaria y palurda del nuevo rico de los votos. “El que no sabe
saber no sabe”, cree recordar Clonista que dejó escrito Juan de Zabaleta. Pues
eso. Desde el inicio de la realidad, porque desde la perspectiva de la prensa
la realidad tiene principio y final, España y Marruecos, con ministros de
exteriores de labios frunciditos, acuerdan que tienen desacuerdos, y se
felicitan por el acuerdo sobre el desacuerdo acerca del islote Perejil / Toura,
que parece ser nueva denominación marroquí para la anterior Leila. A las
antiguas guerras de las banderas le ha tomado el relevo este verano la guerra
de los documentos de la Generalitat secuestrados en Salamanca, que a algo
tienen que agarrarse en CiU para, al final de su ciclo, seguir exprimiendo la teta
de los agravios, de la que tanta crema han sacado. Y el inefable patilludo
Menem anda envuelto, al parecer de quien sabe de lo que habla, en un oscuro
asunto de soborno para evitar que se descubriera a los autores del atentado
antijudío que acabó con 104 personas en Buenos aires, en 1994. Y en una nueva
jornada negra bursátil, que siempre es blanquísima para otros -el criterio
demagógico casi exige decir “los de siempre”-, los ahorradores andan, ante el
hoyo de su quebranto, clamando al cielo que no les oye. Como es un juego,
terrible, pero juego, sólo la espera de tiempos mejores consuela a quienes no
lo hayan perdido todo, como esos burlados jubilados cuyo fondo de pensiones
estaba invertido en acciones de sus propias compañías ahora quebradas. Las sociedades
anónimas, a su modo, han extendido su campo de dominio a la democracia que las
ampara, con el conocido corolario: nadie es responsable, nadie paga por los
platos rotos, como se demostró en Gescartera. ¿O acaso la incompetencia
delictiva de la CNMV se resolverá en que han de pagar sus untados dirigentes a
los estafados? Al Galindo todopoderoso de Intxaurrondo le confirman la condena
por los asesinatos de Lasa y Zabala. ¡Qué chapuceros fueron los cloaqueros de
González! En Canarias siguen amontonándose los inmigrantes sin papeles y el
goppierno sigue mirando para otro lado, como desde que se empeñó en cambiar la
ley de extranjería para empeorar la situación. Salvo la de los cloaqueros y la
intención de Arenillas de Aznar de dialogar con Ibarretxe, que se muestra
remiso a ello, siguen escaseando las noticias sobre la reserva antrhopológica
de occidente. La muerte de un puentingador
o bungeedor al que se le rompió un
anclaje, lo que provocó que cayera desde 30 metros contra las afiladas piedras
de un riachuelo, revela exactamente lo que significa “deportes de riesgo”. A Clonista le extraña
que la Guardia Civil hable de “homicidio imprudente”. No se puede coquetear con
la muerte y exigir seguridades absolutas de que no va a presentarse la Parca,
que lo es en avisar de su llegada. Miscelánea podría denominarse la sección Sociedad del diario. Y en ella el
descubrimiento de un calamar gigante, con tentáculos de 15 metros, un auténtico
habitante de las sombras húmedas, hace que Verne y la mejor fantasía de la infancia
se nos cruce por la mente. Por ella se nos cruzan otras realidades aciagas
cuando Clonista lee que un bar del Raval, frecuentado por homosexuales, ha sido
cerrado por el consistorio, sin que queden muy claras cuáles hayan sido las
razones técnicas para ello, salvo la de la discriminación sexual. Después de
haber impedido crear el primer burdel europeo y después de andar siempre a los
pies del bisbe Carles, Clos sigue haciendo honor a su apellido y está dispuesto
a cerrar todo aquello que, supuestamente, dé una mala imagen de la ciudad, esto
es, la imagen que él quiere de la ciudad. Por otro lado, Barcelona tiene ya una
tradición de ciudad gay, con un barrio colonizado y con un comercio
floreciente, como para que el Consistorio se convierta en Conventorio represor.
Sin embargo, al otro lado del planeta, en Australia, el mayor prostíbulo del
país está a punto de cotizar en bolsa. A Clonista, de refilón, porque se ve que
en la realidad esos asuntos son de orden muy menor, se le queda en la retina que Jorge Herralde et alii se quejan del mal
estado de la crítica literaria en España, en la que la incultura del amiguismo
está tan afincada como la endogamia en la Universidad o en la clase política de
derechas. No deben quejarse. Desde que el libro pasó de serlo a ser “producto”
y a gestionarse como tal, con rigores de economicismo papanatas, ¿qué podría
esperarse? Clonista fue, en tiempos románticos crítico literario, enmascarado, y
sabe bien cómo se paga el derecho a la independencia de criterio.
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