martes, 22 de septiembre de 2015

23-7-02

     La realidad es básicamente percepción, esto es, voluntad de reconocer. La realidad tiende a ocultarse, se hace de rogar. No se revela a cualquiera y menos aún sin una intensa búsqueda. La búsqueda, sin embargo, puede no ser suficiente si la percepción se ve alterada por un sinfín de causas, próximas y lejanas. Clonista sabe que su visión de la realidad está condicionada por el órgano escogido, por el ojo que preselecciona, de tal modo que buena parte de la realidad está excluida de su clónica. Gracias a la carta de una lectora, Maribel Ibáñez, que comentaba con socarronería e ironía crítica la boda de la hija del caudillito, al parecer inminente, supo Clonista de la tal, además de coincidir con la corresponsal en la percepción caudillesca del nefasto presidente del goppierno. Hasta la fecha, no recuerda Clonista ninguna noticia al respecto en su órgano mediato perceptor, y cree recordar que ni siquiera en la sección Gente, tan apropiada, pero no lo puede asegurar. Con todo, el detalle está en la coincidencia de la percepción, alentada, sin duda, por las cada vez mayores semejanzas entre el actual presidente y el Caudillo por la gracia de Dios, incluso en el ámbito familiar, por lo que se ve. Casi da agsco, la mediocridad mesetaria y palurda del nuevo rico de los votos. “El que no sabe saber no sabe”, cree recordar Clonista que dejó escrito Juan de Zabaleta. Pues eso. Desde el inicio de la realidad, porque desde la perspectiva de la prensa la realidad tiene principio y final, España y Marruecos, con ministros de exteriores de labios frunciditos, acuerdan que tienen desacuerdos, y se felicitan por el acuerdo sobre el desacuerdo acerca del islote Perejil / Toura, que parece ser nueva denominación marroquí para la anterior Leila. A las antiguas guerras de las banderas le ha tomado el relevo este verano la guerra de los documentos de la Generalitat secuestrados en Salamanca, que a algo tienen que agarrarse en CiU para, al final de su ciclo, seguir exprimiendo la teta de los agravios, de la que tanta crema han sacado. Y el inefable patilludo Menem anda envuelto, al parecer de quien sabe de lo que habla, en un oscuro asunto de soborno para evitar que se descubriera a los autores del atentado antijudío que acabó con 104 personas en Buenos aires, en 1994. Y en una nueva jornada negra bursátil, que siempre es blanquísima para otros -el criterio demagógico casi exige decir “los de siempre”-, los ahorradores andan, ante el hoyo de su quebranto, clamando al cielo que no les oye. Como es un juego, terrible, pero juego, sólo la espera de tiempos mejores consuela a quienes no lo hayan perdido todo, como esos burlados jubilados cuyo fondo de pensiones estaba invertido en acciones de sus propias compañías ahora quebradas. Las sociedades anónimas, a su modo, han extendido su campo de dominio a la democracia que las ampara, con el conocido corolario: nadie es responsable, nadie paga por los platos rotos, como se demostró en Gescartera. ¿O acaso la incompetencia delictiva de la CNMV se resolverá en que han de pagar sus untados dirigentes a los estafados? Al Galindo todopoderoso de Intxaurrondo le confirman la condena por los asesinatos de Lasa y Zabala. ¡Qué chapuceros fueron los cloaqueros de González! En Canarias siguen amontonándose los inmigrantes sin papeles y el goppierno sigue mirando para otro lado, como desde que se empeñó en cambiar la ley de extranjería para empeorar la situación. Salvo la de los cloaqueros y la intención de Arenillas de Aznar de dialogar con Ibarretxe, que se muestra remiso a ello, siguen escaseando las noticias sobre la reserva antrhopológica de occidente. La muerte de un puentingador o bungeedor al que se le rompió un anclaje, lo que provocó que cayera desde 30 metros contra las afiladas piedras de un riachuelo, revela exactamente lo que significa  “deportes de riesgo”. A Clonista le extraña que la Guardia Civil hable de “homicidio imprudente”. No se puede coquetear con la muerte y exigir seguridades absolutas de que no va a presentarse la Parca, que lo es en avisar de su llegada. Miscelánea podría denominarse la sección Sociedad del diario. Y en ella el descubrimiento de un calamar gigante, con tentáculos de 15 metros, un auténtico habitante de las sombras húmedas, hace que Verne y la mejor fantasía de la infancia se nos cruce por la mente. Por ella se nos cruzan otras realidades aciagas cuando Clonista lee que un bar del Raval, frecuentado por homosexuales, ha sido cerrado por el consistorio, sin que queden muy claras cuáles hayan sido las razones técnicas para ello, salvo la de la discriminación sexual. Después de haber impedido crear el primer burdel europeo y después de andar siempre a los pies del bisbe Carles, Clos sigue haciendo honor a su apellido y está dispuesto a cerrar todo aquello que, supuestamente, dé una mala imagen de la ciudad, esto es, la imagen que él quiere de la ciudad. Por otro lado, Barcelona tiene ya una tradición de ciudad gay, con un barrio colonizado y con un comercio floreciente, como para que el Consistorio se convierta en Conventorio represor. Sin embargo, al otro lado del planeta, en Australia, el mayor prostíbulo del país está a punto de cotizar en bolsa. A Clonista, de refilón, porque se ve que en la realidad esos asuntos son de orden muy menor, se le queda en la retina que  Jorge Herralde et alii se quejan del mal estado de la crítica literaria en España, en la que la incultura del amiguismo está tan afincada como la endogamia en la Universidad o en la clase política de derechas. No deben quejarse. Desde que el libro pasó de serlo a ser “producto” y a gestionarse como tal, con rigores de economicismo papanatas, ¿qué podría esperarse? Clonista fue, en tiempos románticos crítico literario, enmascarado, y sabe bien cómo se paga el derecho a la independencia de criterio.

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