20-8-02
Aún a
remolque del estresante ritmo agosteño, y aguardando al fontanero para que nada
falte en el mes, ni la cuota de desastres domésticos que tanto hacen por
entretener y darle sentido a la vida,
llega Clonista a su tapiz para seguir añadiendo hilos a la urdimbre. Hoy uno
bien negro cruza el dibujo informe: ha muerto Eduardo Chillida, el escultor
barroco del silencio, cuyo Peine de los
vientos basta para acreditarlo como el grande que ha sido siempre y cuya
aventura canaria frustrada siguió Clonista con interés, admiración y un
entusiasmo estético que acabó en nada. Clonista se abstiene del coro de
necrolíricas que suman sus empalagos y se queda, por mor del morbo, en la
crónica de su desencuentro con Oteiza, tan típico de este país cainita de todos
los demonios -¡quién no tiene su Oteiza particular!-. Por la cantidad hacia la
titularidad, podría decirse de la noticia de primera plana que incluso merece
los honores de un editorial: los guerrilleros chechenos han derribado un
helicóptero ruso, a resultas de lo cual, tras el acribillamiento posterior a la
caída del aparato, han muerto 85 soldados rusos. La obviedad vuelve al sitio de
honor de la realidad prensada: “La ilegalización de Batasuna enfrenta al PP y
al PSOE con los nacionalistas.” En el enfrentamiento parlamentario destaca un
aspecto que vuelve bizantinas las excusas nacionalistas: se niegan a reconocer
que hay asesinatos selectivos y que no puede ser un país “normal” aquel en el
que toda la oposición al gopnvierno lleva guardaespaldas. Frente al derecho de
autodeterminación, ¿no será siempre prioritario el derecho a la vida? Clonista
no quiere patinar en el estanque helado de las vascongadas, pero siempre ha
tenido para él que cuando el PNV quiera acabar con ETA lo hará, y que nadie más
es capaz de vencer en esa lucha, o de reducirla a unos niveles de delincuencia
habitual soportables colectivamente. La muerte de Abu Nidal, el “famoso” Abu
Nidal de siempre, algo así como la amenaza universal permanente, muestra
claramente hacia dónde puede caminar la propia ETA. O asesinado o suicidado, al
final el idealista acabó en asesino a sueldo, después de haber intentado
llevarse por delante a Arafat, sin conseguirlo. El escenario ha cambiado y Clonista
escribe ahora con el portátil sobre las rodillas en las frescas baldosas de un
cuarto de baño de un hotel de Vélez Rubio, donde realiza una grata visita
familiar. Lo anota porque ese frescor se ha convertido en un escalofrío
acongojante al imaginarse una realidad no muy distinta de la que sucedió, años
atrás, en el estadio argentino El Atlético. Mil talibanes fallecieron en el
interior de unos contenedores herméticamente cerrados mientras eran
transportados a una prisión con la promesa de ser liberados poco después, según
les mintieron sus captores de la Alianza del Norte, una buena banda de asesinos
feudales. Arañando las paredes y chupándose el sudor, como se describe
gráficamente en la noticia, a Clonista le ha vuelto a la memoria la
estremecedora novela de Semprún, El viaje,
donde se describe una realidad parecida. El complemento de la noticia es el
restablecimiento de los cultivos de opio en el campo afgano. Frente a los 1250
dólares de indemnización por hectárea dejada de cultivar, los campesinos
consiguen 16.000 dólares por esa misma hectárea cultivada. ¿No son
absolutamente risibles los ridículos esfuerzos de la lucha occidental contra la
producción y el tráfico de drogas? No, son hipócritas. Como el auxilio divino
que pide Juan Pablo II para llegar al fin de su pontificado. Después hablan del
apego al cargo en las democracias, pero comparado con el de las dictaduras
gerontocráticas, resulta una chiquillada perdonable. Clonista se abstuvo de
comentarlo, mitad por indiferencia, mitad por negligencia, y sobre todo por su
crueldad, pero la caza de la fotografía del Papa por parte de la muchachada
católica en la visita a Canadá, tal y como está el Papa, físicamente a las
puertas del Hades, le dejó helado. ¿Cómo era posible que esas angelicales
criaturas de asexuada sonrisa beatífica quisieran impresionar sus películas con
la más deplorable imagen de la obra inmisericorde del tiempo? Perversas le
parecieron, a Clonista. Javier Pérez Royo se arma de sus habituales argumentos
jurídicos, más sus filias y fobias, y defiende lo razonable: ilegalizar a B lo
pide el cuerpo democrático, pero quizá lo veda el alma jurídica, si el
fundamento no es otro que la renuncia a condenar el terrorismo”. Ya le parecía
a Clonista que sonaba a lógico. Y le agrada coincidir con el especialista “de
referencia.” Los reportajes de fondo junto a la sección de opinión forman parte
de la época, y el de Mauricio Vicent sobre la estrella transformista cubana no
tiene desperdicio. A Clonista le llama la atención el desnivel de ingresos
entre un médico cubano y los de la “artista”: 20 dólares por noche (las
flojas), frente a los 20 dólares al mes de quien lucha contra el dolor y la
enfermedad. Clonista supone que algo así debe ser un síntoma, pero renuncia a
entrar en obviedades. Mejor le irá. De Cuba a Cataluña, lo que fue ruta de
retorno de la inmigración de los indianos, para dejar constancia de la
“buenísima nota” que toma el goppierno de la desleal actitud de CiU al
abstenerse en el Parlamento estatal de votar a favor de la ilegalización de B.
¿Se asistirá a la muerte lenta gubernamental del gociuerno nacionalista títere
en el Oasis? ¿Irá Pujol sufriendo en el Parlament una derrota tras otra hasta
que todo el país vea con sus propios ojos quién manda en el país y cómo el
hecho de torcer la realidad de los votos con la de los escaños sólo conduce a
que le escañen a uno? Se augura una rentré movidita, parece. Una vez que se le
ha cogido el gusto a la denuncia del funcionamiento perverso del sistema, ya es
difícil parar. Hoy le toca el turno a la opacidad de las empresas y fundaciones
de los partidos políticos: una realidad sumergida, quizás contagiada de la
economía sumergida contra la que ningún gobierno acaba nunca de luchar del
todo, como tampoco contra los esclavistas, aunque de tanto en tanto, como pasa
con las multas a los conductores o el uso arbitrario de la grúa, algún
infractor acabe pagando por todos cuantos se salvan. La ecotasa balear ha
pasado la reválida de la aplicación con 6 denuncias frente a cuatro millones de
abonos indiferentes: el gobierno quería matar al usurpador de su gobierno
insular, pero habrá de buscar métodos menos expeditivos y con mayor fundamento,
aunque su descrédito ha salido reforzadísimo. ¿Tendrán los tribunales islámicos
que se rigen por la sharía una tribuna
barcelonesa en el Fórum de las Culturas de 2004 donde explicar condenas como la
de Amina Lawal, a quien se ha de lapidar hasta la muerte? Cerca de la última
puerta que cierra la realidad, allá al fondo, en la estancia donde, a modo de
altar, la caja fuerte del parné exhibe su prepotencia, Clonista se queda
turulato –que es palabra que no decía u oía desde hace más de veinte años, los
preceptivos- al repasar la lista de los negocios de Vivendi Universal, que ha
estado a punto de convertirse en Moriendi Universal. El grande de los negocios
de la comunicación anda vendiendo los muebles y las joyas, para sobrevivir, al
modo de los personajes galdosianos, lo que prueba que el mundo va muy deprisa
para volver siempre al punto de partida. No es precisamente un viaje a la
semilla, sino hacia ninguna parte. ¿Fue producida por Vivendi la excelentísima
película de Fernán Gómez El viaje a
ninguna parte? Lo que a Clonista le ha llamado la atención es que un
negocio semejante tenga una estructura de mando piramidal. No lo entiende. Ni
la realidad tampoco, parece. La realidad, al final, siempre es otra cosa,
cualquier cosa, lo que menos se espera, lo impensable, lo descorazonador. Y
tantas cosas más. La realidad obra por acumulación invisible, misteriosa y anárquica. Sin más.
La médula de la realidad es el deseo.
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