viernes, 23 de octubre de 2015

20-8-02

     Aún a remolque del estresante ritmo agosteño, y aguardando al fontanero para que nada falte en el mes, ni la cuota de desastres domésticos que tanto hacen por entretener y darle sentido a  la vida, llega Clonista a su tapiz para seguir añadiendo hilos a la urdimbre. Hoy uno bien negro cruza el dibujo informe: ha muerto Eduardo Chillida, el escultor barroco del silencio, cuyo Peine de los vientos basta para acreditarlo como el grande que ha sido siempre y cuya aventura canaria frustrada siguió Clonista con interés, admiración y un entusiasmo estético que acabó en nada. Clonista se abstiene del coro de necrolíricas que suman sus empalagos y se queda, por mor del morbo, en la crónica de su desencuentro con Oteiza, tan típico de este país cainita de todos los demonios -¡quién no tiene su Oteiza particular!-. Por la cantidad hacia la titularidad, podría decirse de la noticia de primera plana que incluso merece los honores de un editorial: los guerrilleros chechenos han derribado un helicóptero ruso, a resultas de lo cual, tras el acribillamiento posterior a la caída del aparato, han muerto 85 soldados rusos. La obviedad vuelve al sitio de honor de la realidad prensada: “La ilegalización de Batasuna enfrenta al PP y al PSOE con los nacionalistas.” En el enfrentamiento parlamentario destaca un aspecto que vuelve bizantinas las excusas nacionalistas: se niegan a reconocer que hay asesinatos selectivos y que no puede ser un país “normal” aquel en el que toda la oposición al gopnvierno lleva guardaespaldas. Frente al derecho de autodeterminación, ¿no será siempre prioritario el derecho a la vida? Clonista no quiere patinar en el estanque helado de las vascongadas, pero siempre ha tenido para él que cuando el PNV quiera acabar con ETA lo hará, y que nadie más es capaz de vencer en esa lucha, o de reducirla a unos niveles de delincuencia habitual soportables colectivamente. La muerte de Abu Nidal, el “famoso” Abu Nidal de siempre, algo así como la amenaza universal permanente, muestra claramente hacia dónde puede caminar la propia ETA. O asesinado o suicidado, al final el idealista acabó en asesino a sueldo, después de haber intentado llevarse por delante a Arafat, sin conseguirlo. El escenario ha cambiado y Clonista escribe ahora con el portátil sobre las rodillas en las frescas baldosas de un cuarto de baño de un hotel de Vélez Rubio, donde realiza una grata visita familiar. Lo anota porque ese frescor se ha convertido en un escalofrío acongojante al imaginarse una realidad no muy distinta de la que sucedió, años atrás, en el estadio argentino El Atlético. Mil talibanes fallecieron en el interior de unos contenedores herméticamente cerrados mientras eran transportados a una prisión con la promesa de ser liberados poco después, según les mintieron sus captores de la Alianza del Norte, una buena banda de asesinos feudales. Arañando las paredes y chupándose el sudor, como se describe gráficamente en la noticia, a Clonista le ha vuelto a la memoria la estremecedora novela de Semprún, El viaje, donde se describe una realidad parecida. El complemento de la noticia es el restablecimiento de los cultivos de opio en el campo afgano. Frente a los 1250 dólares de indemnización por hectárea dejada de cultivar, los campesinos consiguen 16.000 dólares por esa misma hectárea cultivada. ¿No son absolutamente risibles los ridículos esfuerzos de la lucha occidental contra la producción y el tráfico de drogas? No, son hipócritas. Como el auxilio divino que pide Juan Pablo II para llegar al fin de su pontificado. Después hablan del apego al cargo en las democracias, pero comparado con el de las dictaduras gerontocráticas, resulta una chiquillada perdonable. Clonista se abstuvo de comentarlo, mitad por indiferencia, mitad por negligencia, y sobre todo por su crueldad, pero la caza de la fotografía del Papa por parte de la muchachada católica en la visita a Canadá, tal y como está el Papa, físicamente a las puertas del Hades, le dejó helado. ¿Cómo era posible que esas angelicales criaturas de asexuada sonrisa beatífica quisieran impresionar sus películas con la más deplorable imagen de la obra inmisericorde del tiempo? Perversas le parecieron, a Clonista. Javier Pérez Royo se arma de sus habituales argumentos jurídicos, más sus filias y fobias, y defiende lo razonable: ilegalizar a B lo pide el cuerpo democrático, pero quizá lo veda el alma jurídica, si el fundamento no es otro que la renuncia a condenar el terrorismo”. Ya le parecía a Clonista que sonaba a lógico. Y le agrada coincidir con el especialista “de referencia.” Los reportajes de fondo junto a la sección de opinión forman parte de la época, y el de Mauricio Vicent sobre la estrella transformista cubana no tiene desperdicio. A Clonista le llama la atención el desnivel de ingresos entre un médico cubano y los de la “artista”: 20 dólares por noche (las flojas), frente a los 20 dólares al mes de quien lucha contra el dolor y la enfermedad. Clonista supone que algo así debe ser un síntoma, pero renuncia a entrar en obviedades. Mejor le irá. De Cuba a Cataluña, lo que fue ruta de retorno de la inmigración de los indianos, para dejar constancia de la “buenísima nota” que toma el goppierno de la desleal actitud de CiU al abstenerse en el Parlamento estatal de votar a favor de la ilegalización de B. ¿Se asistirá a la muerte lenta gubernamental del gociuerno nacionalista títere en el Oasis? ¿Irá Pujol sufriendo en el Parlament una derrota tras otra hasta que todo el país vea con sus propios ojos quién manda en el país y cómo el hecho de torcer la realidad de los votos con la de los escaños sólo conduce a que le escañen a uno? Se augura una rentré movidita, parece. Una vez que se le ha cogido el gusto a la denuncia del funcionamiento perverso del sistema, ya es difícil parar. Hoy le toca el turno a la opacidad de las empresas y fundaciones de los partidos políticos: una realidad sumergida, quizás contagiada de la economía sumergida contra la que ningún gobierno acaba nunca de luchar del todo, como tampoco contra los esclavistas, aunque de tanto en tanto, como pasa con las multas a los conductores o el uso arbitrario de la grúa, algún infractor acabe pagando por todos cuantos se salvan. La ecotasa balear ha pasado la reválida de la aplicación con 6 denuncias frente a cuatro millones de abonos indiferentes: el gobierno quería matar al usurpador de su gobierno insular, pero habrá de buscar métodos menos expeditivos y con mayor fundamento, aunque su descrédito ha salido reforzadísimo. ¿Tendrán los tribunales islámicos que se rigen por la sharía   una tribuna barcelonesa en el Fórum de las Culturas de 2004 donde explicar condenas como la de Amina Lawal, a quien se ha de lapidar hasta la muerte? Cerca de la última puerta que cierra la realidad, allá al fondo, en la estancia donde, a modo de altar, la caja fuerte del parné exhibe su prepotencia, Clonista se queda turulato –que es palabra que no decía u oía desde hace más de veinte años, los preceptivos- al repasar la lista de los negocios de Vivendi Universal, que ha estado a punto de convertirse en Moriendi Universal. El grande de los negocios de la comunicación anda vendiendo los muebles y las joyas, para sobrevivir, al modo de los personajes galdosianos, lo que prueba que el mundo va muy deprisa para volver siempre al punto de partida. No es precisamente un viaje a la semilla, sino hacia ninguna parte. ¿Fue producida por Vivendi la excelentísima película de Fernán Gómez El viaje a ninguna parte? Lo que a Clonista le ha llamado la atención es que un negocio semejante tenga una estructura de mando piramidal. No lo entiende. Ni la realidad tampoco, parece. La realidad, al final, siempre es otra cosa, cualquier cosa, lo que menos se espera, lo impensable, lo descorazonador. Y tantas cosas más. La realidad obra por acumulación  invisible, misteriosa y anárquica. Sin más. La médula de la realidad es el deseo.

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