lunes, 2 de noviembre de 2015

31-8-02

     Por una de esas jugadas malévolas de la informática, a Clonista se le ha borrado la clónica mediada del presente día, cuando había hecho un derroche de imaginación, paciencia y piedad sincera. Decía en el anterior principio que a día de hoy, un sábado plácido y lluvioso en la propia casa, de la que llevaba descasado más de un mes, y dado su compromiso, no disponía de la libertad suficiente para tomar una decisión que sólo ha conseguido aplacar hasta el uno de enero de dos mil tres. Y decía que aplacar era una errata evidente, pero que la dejaba porque era bastante más fiel a la realidad de su estado emocional y psicológico que el vulgar aplazar. Curiosa situación, la de rehacer lo hecho durante casi una hora de atención a la realidad prensada. Pues a ello. Desde la primera plana, Clonista ya se percató de que lo más cansado de su aventura no es la atención constante a la realidad, sino el hecho de saber que ésta no es más que un engaño contra el que Clonista, como cualquiera, se ha de precaver. Ahí estaba para demostrarlo la práctica usamericana de subvencionar a sus empresas para exportar más y mejor, esto es, a precios contra los que resulte imposible competir. Un tribunal de la Organización Mundial de Comercio ha fallado contra Usamérica y ha autorizado a Europa a imponer sanciones de hasta 4000 millones de euros. Lo sorprendente es que Europa no se anime a imponer la totalidad de la sanción. Tratándose del comercio ya se vio ayer que los criterios se relajan hasta lo inverosímil. Más engaño seguía siendo, por ejemplo, el que a los trabajadores de larga duración y ningún futuro en la Italia meridional se les llame “socialmente útiles” para darles la caridad de unos 400 euros mensuales. Uno de ellos, con seis hijos, decidió quemarse a lo bonzo en el patio de su ayuntamiento. En el primer mitin electoral argentino, el efímero presidente Rodríguez Saá, que le cogió, perdón, que le tomó gustito al puesto y quiere repetir, se leyó la adhesión telegramática y bolivariana de Hugo Chávez: el Luna Park bonaerense se vino abajo. Y eso que ya han tocado fondo. Hastiado de la realidad repetitiva de la ilegalización de B, machacona hasta decir basta, sólo le faltaba a Clonista que Arzalluz se subiera al púlpito –porque él no sabe hablar a la altura de los demás mortales, mirándoles a los ojos, sino sobre ellos, imponiéndose– y se empeñara en iluminar las tinieblas de sus recioraciales seguidores. Excesivo para cualquiera, se lea como se lea. Tras una entrevista con su homólogo británico, Palacio se ha puesto chespiriana y ha optado, desde Elsinor, por la vía hamlética de la duda sobre el futuro de Gibraltar, en vez de piquear unas esperanzas de reincoporación al suelo patrio inminentes. El caudillito va picando aquí y allá para ver dónde halla algo que le permita pasar a los libros de Historia de España por algo más que por su afición al déficit cero y a rendir pleitesía a los poderes fácticos, amén de por su genialoide sentido del humor, claro está; en vista de que lo de pasar a la Historia de la literatura española anda algo más que crudo, poéticamente hablando. La Junta de Andalucía ha sufrido un buen varapalo judicial por pecar de alarmista y paternalista. Los dos padres que han conseguido la devolución de su hija, tras ser acusados de maltratarla, cuando en realidad se cayó, han denunciado al médico que alertó sobre los posibles malos tratos y a la Junta que no creyó ni a la niña ni a los padres. El exceso de celo puede provocar situaciones dramáticas, pero Clonista desconfía de que la justicia repare el daño sufrido por los padres. Ya se verá. La realidad prensada insiste tanto sobre esas situaciones violentas que quizás las autoridades prefieran pasarse que no llegar, para no ser acusadas de negligentes. Los esfuerzos de Vivendi, vendiendo esto y lo otro y lo de más allá para sobrevivir le recuerdan a Clonista los lejanos tiempos de su infancia y las partidas de Palé, cuando pasaban su exorbitante  factura aquellas estancias hoteleras en la calle de Alcalá, por ejemplo, y tenía uno que deshacerse de excelentes propiedades para no ser echado del juego. El Rummikub no es tan cruel, aunque sí igual de decepcionante, como siempre que el azar tiene un peso excesivo en el desarrollo del juego.

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