jueves, 16 de abril de 2015


18-2-02

     Un día es una suma de tiempos muertos, del mismo modo que un diario es una resta de espacios vacíos. La monotonía laboral, agobiante y castradora, solo te impide reparar en que la realidad es una dimensión que se te escapa, un formidable agujero negro que se traga cuanto te ofrecen las prensas sin la ilusión de lo perdurable, ciertamente. El ojo que observa, sometido al desgaste de la pantomima repetida, es incapaz a veces de siquiera distinguir entre la sombra y el bulto, entre el perfil y el espejismo. Y el tiempo, esa variable de lo real que hace un poco la guerra por su cuenta, aunque siempre en tu contra, se escabulle con bastante mayor rapidez de lo que esta clónica puede dar a entender. ¡Ah, el lenguaje sucesivo! En el cuadro prensado de la realidad, el ojo del observador no puede ordenar nada: ha de seguir el lendel trazado por el mulo, y poca improvisación le cabe. Desde el mosaico precipitado de la portada, pasando por el bélico y catastrófico paseo internacional, hasta las naderías solemnes y obviedades envaradas del propio país, el observador va engullendo los tiernos materiales con que construir una realidad que, así que llega a la contraportada, se habrá sumido en el más pavoroso de los olvidos. Mientras, ha tenido que leer cómo Sharon promete lo mismo que Aznar. El israelí promete ganar la guerra contra los palestinos a cualquier precio. El español promete acabar con ETA, pero está obligado a callar la ausencia de precio. Bonitas mentiras liro liro liro lara liro la. Zapatero se compromete -que es otro prometer- a crear un Ministerio de la Juventud: la realidad modificada por decreto. Por cierto, en las encuestas de la SER, Zapatero siempre es el político mejor valorado, y el PP el partido que amenaza con repetir mayoría absoluta: ¿No será que los votantes creen que Zapatero sería el mejor candidato del PP? Los jueguecitos banales e insulsos de la política tienen esto: permiten formular teorías peregrinas que pueden ser tomadas perfectamente en serio; algo así como lo que ocurría con aquel jardinero de Being There, magníficamente “incorporado” por el extinto e inconmensurable Peter Sellers. Y más de estadísticas, el becerro de oro político: una de cada cinco mujeres de la UE ha sufrido la violencia doméstica, que en modo alguno tiene nada que ver con una posible domesticación de los instintos, antes al contrario. Y en todos los territorios de la UE rezará el mismo axioma: solo los cobardes se atreven a pegar a una mujer. Será que existe una coletilla “en público”, fácilmente negligible en privado, está claro. Por eso será por lo que Albert Pla sostiene que “si la gente no quiere despertar, lo mejor será dormirla del todo”. Él pretende conseguirlo con nanas -¡suerte de que sea músico!-; Hitler hizo lo propio, pero con gas. Es impagable, el amigo Pla, y poco plagable, además, y nada plagiable, sobre todo. Un encanto de criatura que canta. Y para acabar el día, para cerrar, la verdadera realidad es siempre la última realidad, la económica. Y en esa orquestación de los destinos de los pueblos, un dato pasto de polémica inminente: Madrid atrae el 72% de la inversión extranjera en España. 

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