28-3-02
El viento frío esparce y desordena un
horario vacacional en el que la playa era sereno olvido y complacido abandono.
Tras el paseo consumista y el entretenimiento filial, el escaso aroma de un
café descafeinado que pone postre a la comida deleitosa, la realidad, formalita
y prometedora, aguarda el contacto con las relajadas manos de Clonista para
entregar a sus ojos, ¿a qué? Lo sabido: continúan inmolándose los palestinos, a
la mayor gloria de Alá y del sueño infantil de acabar con la existencia de
Israel; la cumbre árabe es un desconcierto; Saramago sigue terne en sus trece
razonables y en Israel "rasgan" sus libros y, de aquí a poco, lo
declararán oficialmente "persona non grata" y le prohibirán la
entrada en el país "intachable" e "infalible"; la
perturbación humana asociada al impulso destructor se ha fijado esta vez en los
concejales democráticos: ¿se sabrá con qué quería acabar el demente? España
sigue vasquizada y sin visos de que la lucha barrioppajera por robarle votos al
PSOE amaine o remita. Junto a aviesas declaraciones y pleitos de corral de
comadres, la gran realidad es el éxodo de quienes, sedientos del ocio, se
sientan horas y horas en los autoinmóviles con un estoicismo y esperanza dignos
de otros empeños. En los campos por donde atraviesen los consumidores
agraciados, desgraciados inmigrantes se estarán dejando la libertad, la salud y
hasta la vida en manos de esclavistas a quienes solo con cuentagotas detiene la
policía. Facsímiles para Alejandría y un nuevo hito de la cultura del simulacro
y del parque temático. La mano cansada de pasar hojas insustanciales que abaniquean
el sofoco de Clonista quiere retirarse al mantenimiento de los artículos de
Larra, quien ya se anticipara a Clonista cuando se preguntaba por qué los
madrileños querían ir al cementerio si ellos eran los muertos. Pues eso.
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