9-3-02
De nuevo con retraso, como viene siendo
habitual los fines de semana, ese espacio abierto a la vida sin reglamento ni
rutina. Las obligaciones familiares se imponen y las horas se escapan sin que,
como en el día de hoy, haya podido Clonista llegar a leer el diario. Hacerlo un
día más tarde y comentarlo como si estuviera en este sábado ya pasado, añade un
bucle curioso, pero conocido. La tarde noche del domingo es, además, absoluta
jornada laboral. Y más aún si andan por medio evaluaciones trimestrales. El
vistazo rápido a la realidad del día confirma las líneas básicas del dibujo
reconocible: palestinos e israelíes se siguen matando sin que lleve trazas de
acabar la función. ¡Y eso que el fascista Sharon prometió seguridad a su
pueblo! Los votantes debemos estar vacunados contra la estupidez de los
dirigentes, porque resulta sorprendente la facilidad con que pueden acabar
siendo escogidos personajillos como el propio Sharon, Berlusconi, Chávez, Aznar
y tantos otros cuya mediocridad personal excede con mucho las posibles virtudes
que los votantes, tan magnánimos siempre, estén dispuestos a concederles.
Debería Clonista, en consecuencia con lo anterior, abrir el capítulo vascongado
y reseñar ese juego permanente de descalificaciones, miedos, complicidades y
vergüenzas que se traen todos los sectores políticos y sociales allí. ¿La
variación? El pactista Zapatero ya no le pedirá a Aznar que se reúnan, ea, ya
está bien de desplantes. Aún colea Gescartera y el eco de las andanzas
chapucerofinancieras del jeta fina armanioso del pícaro Camacho, ¿futuro yerno?
del que dio la nota grotesca y cantarina. A veces uno se pierde en las noticias
a las que presta tanta atención como si fueran medulares para la buena
comprensión del destartalado edificio de lo real. Y ese exceso, comentado con
anterioridad, implica un vértigo difícil de sobrellevar. Clonista, aturdido y
semidormido, se compromete a darle un repasito, como la realidad manda, a la de
próximos días. Por hoy ha de suspender su jornada y retirarse a los fugaces
brazos de Morfeo. Lo dicho.
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