lunes, 13 de julio de 2015

11-5-02

     No se sabe si por la mediación internacional, el agotamiento del impulso genocida o la existencia de algunas encuestas secretas que amenazan con la pérdida de votos o las ganancias  de los mismos por parte de los partidos rivales -¿hay hoy en día partidos rivales en Israel?-, el caso es que los activistas palestinos han salido de su refugio con todas las bendiciones para escapar de las fuerzas represoras israelíes. He ahí desplegada la principal realidad del día. Son acuerdos que sorprenden, porque permiten pensar que si se han puesto de acuerdo para eso podrían haberlo hecho para atajar el terrorismo suicida, acordar el reconocimiento del estado palestino o resolver cualquier otro contencioso de los muchos planteados entre dos comunidades que, forzosamente, habrán de convivir íntimamente. Aceptar la existencia del otro, el derecho a ser, es el quid de la cuestión. Y lo que parece que la realidad ya lo da, la existencia, no deja de ser una ficción sujeta a las reacciones insospechadas de quienes han de vivir con ella. Nadie debería poder negar la complejidad de lo real, aunque muchos intentan reducirla, limitarla, violentarla, y, en el más insensato de los casos, negarla. La tentación de la simplificación está siempre presente, y quien más y quien menos se ha dejado seducir por ella, y las empresas periodísticas las primeras, según se comprueba en la pulpitis aguda de tantísimos editoriales. La reacción de los conciudadanos de Pim Fortuyn es un caso elocuente, tal y como se anticipa que Cees Nooteboom, con quien Clonista se complace en coincidir, esclarecerá en oportuno reportaje el domingo. Dentro de esa complejidad está, por descontado, la imperiosa sensación de la irrealidad de la realidad, la intuición de que todo cuanto sucede más allá del estrechísimo círculo de la vida individual es el famoso cuento lleno de ruidos y furia chespiriano. En medio del horrísono concierto suena a veces la melodía dulce de la pureza. Una chica de 13 años se acercó a un niño de 8 años que estaba sentado en una acera y que había huido de su casa, víctima de los malos tratos de sus padres. ¿Por qué ese contacto real humano y solidario le parece a Clonista la verdadera gran noticia del día, la realidad que se impone con una belleza inmarcesible? La verdadera miseria es no tener casa, dice Giselle, en el reportaje sobre un congreso en el que se analizó la situación de los pobres en la construcción de Europa. Sin duda.

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