sábado, 20 de junio de 2015

20-4-02

     Por más que Clonista intente respetar el marco temporal que la clónica le impone, los fines de semana siempre acaba arrastrando, como en los viejos libros de contabilidad, deudas pendientes. Con la prisa metida en el cuerpo por los compromisos a que obliga un modo de vida que bendecimos y odiamos a partes iguales, en esta soleada y tardoabrileña mañana de domingo, la realidad del sábado parece haberse desvanecido como si nunca hubiera existido, a pesar de los cadáveres palestinos envueltos en mudas bolsas blancas como sudarios que gritaran la inocencia de los restos masacrados por los israelíes. A Sabra y Chatila, que ya estaban en el macabro haber de Sharon, se suma ahora Jenín, y la escandalizada opinión privada mundial pide aclaraciones, investigaciones que acabarán ¿en qué?, para pasmo, escepticismo y desencanto de las opiniones públicas, esto es, las silentes. Las realidades tienen un tan marcado carácter individual que incluso en una manifestación de repulsa hacia esto o aquello, éticamente necesaria y respaldable, aparecen consignas que reducen tanto la complejidad de esas realidades que ahuyentan al escéptico y le inducen a no confundirse con la masa acéfala, tan a menudo descerebrada, aunque no le falten razones para ello. La construcción individual de las realidades es la prueba del tres del dominio del capital en el mundo, y a Clonista le parece que el asunto no tiene solución. El yo desustanciado de nuestros días se erige en refugio desolador, pero familiar, frente a la barahúnda exterior de signos agresivos y amedrentadores. ¡Qué difícil, ya, la coincidencia con los demás, a la hora de contrastar, repasar y enjuiciar esas realidades! Extendida, como una alfombra humillantemente roja y colocada a los pies del poder económico, la idea de la validez irrefutable de cada una de las visiones de las realidades que encarnamos, éstas siguen gobernadas, esto es, construidas, por quienes siguen halagando la capital importancia de los cápita que contribuyen, vía cien mil impuestos, a los grandes beneficios de quienes les esclavizan a través de las necesidades artificiales de los falsos paraísos drogadictorios. En la reconstrucción individual que hace Clonista de la realidad, el nombre propio de un juez impropio y prevaricador destaca como un primer plano en el cinematógrafo: Javier Gómez de Liaño. ¿Qué no sabrá del goppierno ese juez para que se hayan movido tantos hilos de tan variado pelaje textil a fin de reintegrarlo a la carrera judicial?  Como reincoporar a un pedófilo a su puesto en un parvulario, esa es exactamente la situación: un raposo en un gallinero, esto es, la más escarnecedora burla de la imposible seguridad jurídica. Impasible el ademán, no obstante, el biennacido Aznarzulete ha hecho un alto en sus pomporrutas imperiales para abrir un atajo por donde alargar un manirroto sentido de la generosidad y de la amistad, que es el embozo de, quizás, lo inconfesable. Clonista ve un síntoma de futuros desgarros en la oposición a la creación de una mezquita en un barrio residencial de Premià. En la visión prensada, tiene más importancia la prolongación del encarcelamiento de Gil, o la disputa sobre los restos arqueológicos del Born. Cada uno es muy libre, desde luego, ¿o no es ese el interés del poder, esto es, de los poderes? De repente todo se vuelve plural, o sea, plurales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario