23-1-02
¡Qué
ingrata memoria a cortísimo plazo! Doblar la última página del diario supone
haber perdido en el pozo oscuro del olvido casi el 90% de lo leído. La realidad
nos hiere con una fugacidad insultante. Y no hay más remedio que aceptar. Día a
día se arrastra una cola de acontecimientos cuyo devenir acaba por
anestesiarnos, por inmunizarnos frente a los muchos frentes del horror, que si
no es jinete del apocalipsis, debería serlo; un horror pluriforme que vemos
domesticado en las columnas, incapaz de salpicarnos la sangre exaltada de sus
entrañas. Los titulares de un diario pretenden marcar los hitos de la realidad,
y en esa disputa feroz se aprecia la inevitable naturaleza fragmentaria de una
realidad que difícilmente se sujeta a la voluntad de los poderosos grupos
mediáticos. Barrionuevo y Corcuera han sido absueltos de lucrarse con los
fondos de reptiles. Vera, sin embargo, ha sido condenado. Demasiada oscuridad,
demasiados navajazos traperopolíticos andan de por medio para que nadie pueda
poner la mano en el fuego. El Gran Hermano, no obstante, fue preservado del
acto de fe propiciado por la derechona. Como bien diría José Luis: ¿y qué me va
ni me viene a mí en toda esa alienación política?, ¿en qué medida el
seguimiento estrechísimo de tantos lances supuestamente decisivos para la vida
política del Estado me proporciona o me quita a mí la felicidad? El viejo
dicho, un hombre sin información es un hombre sin opinión, es un lema
publicitario de dudosísima verdad. De hecho, la experiencia de esta Clónica
casi le lleva al Clonista a pensar justo lo contrario: el exceso de información
-y cualquier diario aporta más de a la que cualquier persona puede atender con
cierto interés y competencia- ahoga el surgimiento de la opinión, excepto que
se genere la mimética de la línea editorial del diario, que es lo que
usualmente suele ocurrir. Día alicaidillo éste, parece. Como muchos otros. El
gran problema de la vida moderna es ciertamente el cansancio. No sé si el
estrés. Pero sí el cansancio. Cansa casi todo. Y el sueño cada vez repara
menos. Y la realidad se ajusta peligrosamente a los ritmos de las alarmas que
nos gobiernan con su argot carcelario. Marsillach, sin representación
gubernamental en su entierro, pues son auténticos facciosos quienes gobiernan,
se ha descolgado ya del carrusel de la feria de vanidades, él que tuvo tanta.
Por lo demás, entre las noticias de quienes roban o asesinan, o de los bancos y
cajas que siguen aumentando su cuenta de beneficios, o de los no olvidados
argentinos a quienes les están robando impunemente, encima de decirles que
tendrán que hacer sacrificios, ¿qué puede mover a un ser cansado para meterse,
a estas horas de la noche, a indagar cuál pueda ser la exacta, la científica
fisonomía de la realidad? La pregunta es: ¿existe la realidad?
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