21-10-02
Hoy lunes,
terrible día de la devastación profesional, a lo que se suman las
desesperaciones anejas al curso de confección de páginas web, amén de otras
lindezas de agenda, abre Clonista una realidad adelgazada a fuerza de expansión
dominical. Cuando las declaraciones son
la base de la realidad, malo: poco ha sucedido de sustantivo. La resaca del
mitineo de fin de semana se alarga hasta la realidad del lunes y la impregna
con efluvios electoralistas de subasta, como la propuesta del PSOE de dar a los
funcionarios una paga extra realmente doble, no esa escasa mitad del sueldo que
más se parece a un aguinaldo que a otra cosa. El PP propone la enésima versión
del fracaso electoral, esta vez con el rostro fresco como de Rosa del rey de
las reverencias cuellicimbreantes y hasta casi genuflexiones, a juzgar por la
aviesa fotografía con que ilustran su acaudillado nombramiento digital. El PNV,
en su feudo vascongado, anda repartiendo estopa a los empresarios para quebrar
el frente monolítico que se le opone y sacar algo de pecho de tejido social, a
ver si se disimula el culo al aire que se le ha quedado al proponente
Ibarretxe. Irlanda alivia con su sí la angustia que había cundido entre los
miembros de la Unión Europea partidarios de la ampliación. Es importante
disponer de nombres para relacionarse con la realidad y poder domarla, o
intentarlo, y sobre todo manipularla a nuestro antojo. El dios asesino de la
mirilla telescópica ha pasado a ser en cuestión de días, con carácter fijo, el
“asesino del tarot”, que no es poca degradación, desde luego, respecto de su
pretensión original. Los motines alcohólicos se extienden. Ahora son los
jóvenes zaragozanos. De aquí a nada, ni se sabe. Como bien señala Adela
Cortina: “La gente ni siquiera sabe por qué consume.” Añade, además, una reflexión
que cae de lleno en una de esas obviedades típicas del discurso contemporáneo:
“la argucia del ‘marketing’ es decir a la gente que encontrará su identidad a
través de él.” Algo tendrá que ver con esas argucias el hecho de que las
gasolineras hayan hecho de las ventas de recargas de móviles su segunda fuente
de ingresos. De simulacro de identidad, cabría hablar; como cabe hacerlo de
simulacro de realidad, según expuso tiempo ha Baudrillard, un auténtico
especialista en la materia. Lo que no es simulacro, sino indiferencia política
programada –y una coz en el estómago y la conciencia de cualquier
contribuyente- es la ausencia de alojamiento para los 8.000 indigentes
catalanes cuya esperanza media de vida no pasa de los 55 años. Imposible
seguir.
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