10-2-02
Como
dice Santos Julià, el éxito de los partidos políticos está en función de su
capacidad para interpretar la realidad y su habilidad para saber explicársela y
vendérsela -esto último él no lo dice así, obviamente- al electorado. Así pues,
la realidad sobre la que una y otra vez vuelve el Clonista no sería más que una
vulgar mercancía y, como tal, expuesta a las leyes de la oferta y la demanda:
exceso de realidad, abaratamiento de la misma; carencia de ella, encarecimiento
inasequible para el común de los mortales. Sí, ciertamente la realidad suele a
veces adelgazarse hasta casi la extinción; del mismo modo que, en otras
ocasiones, abruma como gigantescos ríos de lava que amenazan con engullir
cuanto encuentran a su paso. En ese movimiento pendular se encuentra atrapado
el Clonista. Frente a un día, el de ayer, pródigo en incitaciones al
comentario; el de hoy parece haberse remansado en una atonía contagiosa. El
domingo, tradicionalmente, es un día suplementario, propio para los resúmenes,
las recapitulaciones, los sermones, las entrevistas en “profundidad” -es decir,
la encarada acumulación de tópicos y necedades-, los ajustes de cuentas, los
temas marginales, los reportajes exóticos, las crónicas rellenitas de floritura
literaria y hasta para los sesudos informes que agotan los temas, o casi. La
realidad, como es obvio, parece acompañar el afán recapitulador de las empresas
comunicadoras y se diluye en la vulgaridad del día de descanso: ninguna noticia
de envergadura rompe la paz de los teletipos, y los lectores acogen la realidad
prensada con esa ciega confianza en la ausencia de sobresaltos que les amarguen
el día y lo nublen con las aciagas premoniciones de lo peor, cuya coincidencia
con un lunes lo volvería aún más insoportable. Curiosa realidad elástica ésta
que se tensa y destensa casi a voluntad de los ritmos calendarios. Sea como
sea, sí que, aquí y allá, la pesada estructura narrativa de la realidad se
mantiene. A Chávez se le va acabando el crédito revolucionario y el día menos pensado se llevará los intereses
acumulados a un exilio dorado; Duhalde promete nada menos que la creación de la
2ª República Argentina, tan afrancesado él; y un eco del pasado que emerge de
forma discreta: las autoridades de Camboya quieren juzgar a los cabecillas de
los jemeres rojos por los asesinatos de hasta 1,7 millones de personas durante sus años de terror, una emulación del
nazismo cuyo horror aún no ha saltado, en forma de relato cinematográfico -¡de
qué otra manera si no!- a la conciencia de la humanidad. ¡Bonita Historia, la
de la humanidad! Las exterminaciones masivas son su desgarrador motivo
recurrente. Otros motivos de atención los han constituido el dicterio raholiano contra el pesebre socialista; el
recuadrito “anodino” dedicado al carnaval barcelonés, parodia de parodias,
municipalista y políticamente correcto; la historia del falso Miró de los Cela,
en manos de marchantes que esperan sacarle su buena tela a la polémica de la
herencia; y el desolador relato del teatro de las élites en el mercado de las
flores con representaciones para 70 personas que, por delicadeza, supongo se
habrán sentado próximas, porque, de lo contrario, además de escenógrafos,
iluministas y demás compañía, iban a tener que contratar psicoanalistas de
plantilla. En fin, pues eso, fin real.
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