7-2-02
A las tres
renuncias que se han sucedido en la propia evolución personal del Clonista: a
la fe, al fútbol y a la política, quizás debería sumar, como su buen amigo José
Luis, una cuarta: el abandono de la lectura de la prensa. Aquí, en esta clónica
de tan difícil factura, tan imprevisible destino y tan evidente fracaso, se ve
reflejando -¿o creando?- días con un afán y una disciplina dignas de mejor
causa. Pero sigue. La humanidad nació con los hábitos. Sin ellos no la
hubiéramos alcanzado, ni probablemente el progreso necesario para iniciar un
camino por el que aún marchamos y cuyo destino ignoramos, aunque el Clonista se
malicie que el orgullo de la especie no se contenta con menos que la deseada
inmortalidad, o lo que más se le aproxime: hasta los más acérrimos agnósticos
son tentados a menudo con el sueño ebrio de la divinidad, de su indescifrable
poder genesíaco. Mientras, por la colcha llena de remiendos del mundo, vista
desde la eminencia de una cabeza cuyos ojos son constantemente asediados por el
sueño vulgar y moliente que doblega la humana
naturaleza, el repertorio de enunciados de lo real es tan heterogéneo
como siempre e igualmente repetitivo. Ya hemos dicho que va en la naturaleza de
la especie, la repetición, de ahí la tendencia a estirar las noticias hasta
que, un buen día, se desvanecen como si nunca hubieran existido. ¡Qué terreno
tan fecundo, el más allá de los diarios, el espeso anillo de silencio que los
rodea! Es frecuente oír el dictamen: “no responde a la realidad” cuando se
juzgan determinadas posiciones “políticas, económicas y sociales”, según la
tríada-muletilla de catequesis a la que recurren los políticos obligados a
producir mensajes verbales. De ello se deriva que la realidad es siempre ya una
interpelación ya una falsación inapelable. Y esa tensión entre el dogmatismo y
la dialéctica es lo que se advierte a poco de desplegar el mapa prensado de la
realidad e iniciar el acostumbrado viaje diario. ¡Ah, la impropiedad, siempre
tan ofídica! ¿Quién puede, en realidad -no en la realidad- acostumbrarse a esa
travesía? Leído more occidentalis, hasta la última página nada acaba por
prender la atención del clonista: ni las amenazas de Usamérica a Chávez; ni el
procesamiento de la Corte Suprema argentina, a cuyos miembros, elegidos
políticamente, acusan de chorizos y mafiosos; ni el aniversario tronado de la
impávida Isabel II de Inglaterra; ni el cruce de asesinatos
palestino-israelíes, hoy aquí, mañana allí; ni la suspensión de los jueces que
liberaron al narco a quien le “sentaba mal” la prisión; ni un relevo en la casa
del rey, incomprensible rumor incluido de que la separación del príncipe y su
novia modélica ha causado su defenestración, pues son detalles de “alta
política de estado” que se le escapan; ni la dosis sanguínea: en este caso la
sanguinaria venganza de un joven chino a quien la familia de su pretendida le
quería impedir que se relacionara con ésta; ni la lucha continua del cura gayo
contra las hipócritas autoridades eclesiásticas tras haber sido suspendido “a
divinis”, -y éste sería el momento en
que el grequiano pepero gay habría de hacer efectiva su amenaza de que, en caso
de represalias contra el cura, revelaría los nombres de algunos obispos con
idéntica orientación sexual: he ahí un misterio a cuya resolución convendrá
estar bien atento, pues, al fin y al cabo, ser persona “de palabra” es una
virtud en peligro de extinción; ni el ánimo vengativo y rácano del extinto
Nobel hacia su único hijo, a quien deshereda; ni las obras del Fórum 2004, un
pretexto como cualquier otro para, en este caso, reconvertir un barrio, Poble
Nou, y hacerlo nuevo de verdad, pues la piqueta municipal no se para en barras a
la hora de arrasar identidades vecinales y promocionar la Barcelona guapa que
tanto les gusta a los munícipes, pasarela de moda Gaudí -y siguen las churras y
las merinas- incluida; ni, por descontado, una liga de fútbol sobre la que
parece pivotar algo más que el interés nacional: la nación del interés; nada,
ha dicho el Clonista, ha acabado por captar su atención, excepto la última
noticia, titulada, con mala leche
anticlerical , ignorancia religiosa o tropiezo verbal, “El calvario de Usama”. Leído el texto,
su autora, Isabel Piquer, investida con la fatua representatividad del Poder
del que es lacaya escribana, nos da la puntilla: “En sus tiempos de casados
-habla de Usama y de su ex-mujer-, en Barcelona, llevaban una vida anodina. Él
reparaba muebles, ella trabajaba en una inmobiliaria”. A esa anodinería se
vuelve el Clonista, o le empujan, antes bien, los asendereados plumíferos
pseudotaumaturgos.
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