15-9-02
Último día
antes de la vuelta a la degradante rutina profesional. Un domingo temible, y no
sólo por el malestar de la víspera de naderías, sino por el hábito contumaz de
la realidad prensada de aparecerse a ojos de Clonista, y de cualesquiera lectores,
como un día-resumen, un día de historias, un día de la nada pasante y de actos
suspendidos. Se trata, fundamentalmente, de no estropear excesivamente el
desayuno a los lectores, ni de arruinarles el día con tales o cuales crudezas.
El desafío de ayer a GarZón por parte de los miembros y simpatizantes de B tuvo
un desenlace ambiguo: se impidió la manifestación y se autorizó un breve mitin
tras del cual los aguerridos simBatizantes se disolvieron. Clonista ha leído
ciertas anécdotas que tienen un valor superior a su condición, como la de la
mujer mayor, de serena expresión y dulce mirada, que se acerca a un policía
vascongado y le espeta: “Da igual que vayas con la cara tapada, sé quién eres y
dónde vives. Da por seguro que tu mujer será muy pronto viuda.” Leer entre líneas supuestos mensajes subliminales
es un hábito que adquirió Clonista en tiempos del franquismo, y esa deformación
se le debe haber impuesto al tratar de entender el sentido de la ubicación de
la noticia sobre la reclamación marroquí respecto de Ceuta y Melilla, en una
esquinita del desplegable dedicado al Barullo vascongado. Igual ha sido cosa
del azar, sin más, pues claro. En
Italia, sin embargo, otra manifestación, de muy distinto signo, levantó la
moral alicaída de los progresistas de aquel país, que aun no siendo pocos, tienen
el vicio de presentarse divididos. Casi camuflada aparece, en la realidad
prensada, la esperanza de la diplomacia española en que Obiang I “El
carismático” sea “generoso” con sus opositores. No justo, qué va, sino
caritativo, que es el pepemodo de entender las relaciones diplomáticas. La
verdadera noticia es que se ha acabado la conmemoración del 11-S y con ella se
ha desmantelado el paraguas que cubría, como se vio, casi cualquier información
internacional. Continúa la oposición prensada y política al plan represor del
goppierno contra la pequeña delincuencia, como se han encargado de remarcar,
para que nadie se llame a engaño sobre su indiferencia hacia la grande. El
sindicato policial mayoritario, que se supone sabe de lo que habla, señala una
de esas paradojas que se dan siempre en el trecho que va del anuncio político a
su realidad consolidada: “cuando el PP termine su plan, aún habrá menos
efectivos en la calle que hace seis años.” Debe ser algo parecido a la
insultante Ley de Calidad, cuya plan económico logrará que las ratios sean más
altas, que sigan careciendo los centros de los profesores de apoyo necesarios y
que se disponga de menos presupuesto para gastos en infraestructuras
informáticas, audiovisuales y de todo tipo. Tiempo al tiempo. Antoni Puigverd,
un fino estilista de la argumentación, y una persona sensata –que no es elogio
pequeño-, escribe sobre el caso Carod con mesura y ecuanimidad, y aunque dibuja
nítidamente el contexto de la execrable posición política de Carod –la campaña
vitriólica y antinacionalista de los medios de comunicación próximos al PP-,
así como la imagen especular de la misma en lo que define, certeramente, como
“humor del régimen” catalán, Clonista echa de menos la posición nítida de
Puigverd sobre los excesos intelectoemocionales del nacionalismo, tan próximos
a la barbarie, al irracionalismo típico de las vanguardias reaccionarias. Ahí
está Hobsbawn, en la gran entrevista dominical, para nadar contra corriente
llevando la antorcha de la razón y mantener algo que, siendo meridianamente
claro para Clonista, no parece serlo para quienes han llegado a hablar de la
tercera guerra mundial, que ya es hablar: “El historiador Eric Hobsbawn no da
gran relevancia en sí a los trágicos atentados del 11-S y cree irreal la noción
de que Estadios(sic) Unidos esté en peligro por ese motivo. Las amenazas que
percibe provienen de la gente que provocó las grandes tragedias del siglo XX: “la
ultraderecha nacionalista o fundamentalista.” Clarito. Vicente Verdú escribe un
reportaje-ensayo sobre la pornografía y
en él menciona el magnífico libro de Sallie Tisdale, Talk Dirty to me, que él traduce como Háblame obsceno y que apareció con el título de Dime guarradas, que a Clonista le parece
más ajustado al espíritu del original: Talk dirty to me. Colocar la economía al
final de la realidad prensada parece una
reafirmación de la fidelidad a lo real: dejémonos de tonterías, al final
siempre se regresa a lo mismo: el dinero, la explotación, el beneficio, la
estafa. Francia echa por tierra la legislación socialista y anula la ley de las
35 horas. Se acabó lo que se daba, y los sueños del ocio ilustrado, o
descansado: a trabajar toca, y sin rechistar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario