domingo, 5 de abril de 2015

6-2-02

     La realidad periódica tiene mucho de gran espectáculo banal, como el despliegue de medios utilizados para los anuncios publicitarios. Alguien decía que la televisión debería verse como un único programa, la publicidad, que continuamente se ve interrumpido por programas prescindibles, horteras, alienantes, soeces y mentecatos -esto es, mente captus-. Algo así sucede con la realidad vista desde la perspectiva del gran diario, el gran hermano a cuyo ojo cósmico nada se escapa. Ni al Clonista, a través de él. Abrir las amplias páginas efímeras y delebles supone encaramarse a un poder desde el que el relato de lo real acaba viéndose como el espectáculo banal que nos entretiene y que sólo en muy contadísimas ocasiones nos conmueve y en ninguna nos mueve a la acción. Las virtudes anestésicas de la prensa están fuera de toda duda. La vida minúscula, la infinitesimal parte de la realidad que constituye la tal, se desplaza por una geografía de ambiciones, miserias, celos, envidias, orgullos, amores, mezquindades, abnegaciones, lealtades, traiciones y demás accidentado territorio, que, compartiéndolo todo con la realidad selecta y prensada, nos acaba pareciendo cosa de otro mundo. La realidad del diario, que no es la realidad diaria, nos abruma y nos empequeñece hasta tal punto que nuestra indiferencia es, en el fondo, un simple mecanismo de defensa. Todo se somete al juicio del lector y todo escapa a su acción. ¡Qué difícil es sobrevivir a esa contradicción! Un ejemplo: la castillana reforma de la ESO. La realidad: el Clonista lleva aplicando la Reforma más de diez años y nunca -insiste, nunca- ningún responsable educativo se ha dirigido a él personalmente para decirle que había cambiado el modelo educativo, cómo era el nuevo, qué debía enseñar, cómo debía evaluar, y qué se supone que se esperaba de su acción profesional  o qué ventajas y desventajas profesionales le suponía tal cambio. La consecuencia de la realidad: la degradación de la enseñanza media es un hecho; la escolarización obligatoria hasta los dieciséis años, en las condiciones actuales, una aberración; las pérdidas profesionales, incontables: desde la inseguridad en el puesto de trabajo hasta el aumento de horas de trabajo encubiertas, pasando por la pérdida absoluta del reconocimiento social y el lacerante deterioro del nivel de renta, así como la desorientación más absoluta por lo que respecta al sentido de la formación académica. En fin, cuento de nunca acabar y en el que tanto se juega una sociedad moderna. Pues bien, con ese panorama, uno abre el diario y le llegan unos cacareos pseudoprogresistas que ponen los pelos de punta. La duda es si la política profesional supone hablar de lo humano y lo divino sin tener ni repajolera idea de cuál sea la realidad concreta sobre la que se opina o la que se dogmatiza, según y cómo. Casi se atrevería a decir, el Clonista, que escandaliza oír tantos disparates bienintencionados en personas con tanta responsabilidad representativa. Ahora toca la educación, de la que se habla con la alegría tópica de quienes nunca han bajado a la arena del circo en que se han convertido muchas aulas; pero puede inferirse que se obra igual respecto de cualquier otra parcela de la existencia que caiga bajo el dominio político. Quizás las personas que se declaran neciamente apolíticas lo que en realidad van buscando es sustraerse a la devastadora acción política. ¡Cuesta tanto hallar parcelas vitales donde la política no entre como Bush en Afganistán! Hoy ha salido el Clonista del diario con cierto alivio, de tan insustancial como le ha parecido la lectura. Lo real hoy ha sido la crítica a Cuaderno de sombras, de Luis Valdesueiro, poeta y sin embargo amigo fraternal. Y de la realidad prensada, una ingenuidad: “España no es la tierra prometida, es el infierno”, a juicio de un inmigrante sin papeles, como los 250.000 que intentan sobrevivir sin la cédula rácana que parece obrar la virtud de conferirles la dignidad. ¿Y por qué se le queda al Clonista la estampa pagada de sí misma del inefable Garzón, paradigma humano del rencor y del despecho? Más debería quedársele la del trágico enfrentamiento de clanes en Palestina, con una venganza por medio que tiene un aire bíblico inconfundible, muy a su pesar. En fin, así están las cosas, casi quisicosas, casi cosquillas, casi coscorrones, casi cuescos, casi concursos, que son a la televisión como el estado a las estadísticas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario