lunes, 11 de enero de 2016

6-11-02

     De nuevo en la rueda de la fortuna, que nunca se pudo estar quieta, como canta el romance. Dos muertos y dos heridos ya no la verán rodar, en Pontevedra. La policía “no descarta ninguna hipótesis”, hermoso eufemismo argumental para confesar que no tienen, como vulgarmente se dice, ni puta idea de quién o quiénes pueden haber sido ni cuál o cuáles han sido sus móviles. Con todo, sí que parece descartarse que sea obra de ETA, por la confección de los artefactos –un nombre que no se merecen esos engendros maléficos-, aunque tampoco puede ponerse la mano en el fuego. Que el líder espiritual iraní, Jamenei, indulte por su gracia bonita al disidente Abdolá Nuri, viene a confirmar que la teocracia iraní en modo alguno puede compararse con la democracia tal y como se entiende en occidente, por más que el clérigo Jatamí quiera convencer a sus posibles socios económicos europeos de lo contrario. La noticia de la detención en Francia de ocho sospechosos del ataque de Al Qaeda a una sinagoga tunecina, ataque en el que murieron 19 personas, pone de relieve esa realidad paralela de los servicios de información, los agentes clandestinos, los seguimientos, los teléfonos intervenidos, la vigilancia constante y los informes inevitables, porque toda realidad gubernamental tiende a la burocracia como los adolescentes al desahogo seminal. En la realidad cebollar que se deduce de esa realidad paralela, las realidades se aprietan unas contra otras, de ahí que, aunque ignorándose, no se perciban, porque pasan desapercibidas. La única capa que se distingue es la capa seca que preserva la humedad fundamental del resto de las realidades. Clonista se resiste a metaforizar y lo deja al libre arbitrio de cada cual. Lo más fácil, y un pelín perverso, es identificar esa capa amojamada con la realidad prensada, pero Clonista se niega a siquiera sugerirlo. No le ha pasado desapercibida, a Clonista, la denominación del salón de plenos del Congreso en Italia que emplea la corresponsal, aula, que no recordaba haber leído con anterioridad. Norman Birnbaum, un intelectual usamericano de reconocido prestigio, le escribe una “carta a un amigo europeo” cuyo comienzo es revelador: “Me preguntas qué está sucediendo realmente en Estados Unidos. A pesar de vivir en Washington, ya me gustaría saberlo[...] Nuestros medios, especialmente la televisión, se han vuelto, si cabe, más conformistas, más superficiales, más triviales.” Defiende después a los diarios, aunque añade que sólo los leen uno de cada cuatro ciudadanos y destaca algunas de sus incongruencias. En resumen, la realidad se le escapa, al buen Birnbaum, como agua en cesto, y no ve manera de llegar a tener una imagen fiel de “lo que pasa”. Lo que pasa es siempre lo que está detenido, obviamente. La actualidad –rabiosa, como manda el tópico periodístico- es siempre la palabra escrita, la que queda, la que se cita después como acusación o como defensa, como invectiva o como alabanza, y no hay más. El ya amigo Salvador López Arnal, corresponsal de plantilla en la sección de Cartas al director, elogia el artículo de Berger, aunque, como suele ocurrir con el difícil arte del elogio, no mide con tino. Afirmar que el artículo está lleno de esperanza ¿no es excesivo? Sobre todo cuando el desolado Berger llega a la conclusión de que el diálogo es imposible. Como lo acabará siendo entre el PP y el PSOE si los primeros, como se confirma, regresan a la dobermanía que les llevó al poder y a la que han vuelto ante la amenaza tranquila de Zapatero, que les tiene desarmados. Más adelante, en la sección de Gente, la fotografía de la mujer de Zapatero en el Coro del Real, cantando como una corista más, añade un plus de serenidad armónica a la proyección pública de su marido que aún desconcertará más a los políticos dobermaníacos del PP, según parece. En la realidad, también en la política, esas cuestiones marginales e imaginales acaban teniendo un peso específico que ningún libro de Historia es capaz jamás de evaluar como se debe. Después de la Guardia Civil, pionera de la igualdad de derechos civiles, los Lores británicos, que no querían ser menos, han aprobado la ley que permitirá la adopción a las parejas homosexuales. El líder conservador, que había dado la orden de votar en contra, ha sufrido, pues, un revolcón sociológico, más que político, de primer orden. Que el caudillito reciba a los representantes del mundo de la educación que apoyan su autoritaria Ley de Calidad no tiene nada de extraño. Que los sindicatos de clase se quejen de que no les reciba a ellos sí que lo tiene. Que estos hayan considerado que el recibimiento a sus competidores se parece a las audiencias franquistas tampoco tiene nada de extraño, y menos para Clonista, quien poco a poco va confirmando, a lo largo de este año 2, que se va extendiendo popularmente la idea del caudillismo de Aznar, algo que igual no desagrada al tenebroso y muy simpático personaje, cuyos versos de intimidad es de desear que no estén a la altura de su tétrico sentido del humor. No hay quinto malo, se dice, y si es hijo, pues con mayor razón. Ya se sabe para qué llegó Fernández Teixidó al gociuerno, para promocionar al quinto hijo de Pujol en agradecimiento al nombramiento prestado. ¡Lo que faltaba! ¡Hasta los vecinos se dan de baja del Folclórum, se desentienden! El portazo vuelve sonora la protesta vecinal por el modelo de ciudad propuesto por el Ayuntamiento, pura ingeniería escaparatista que se desentiende de las verdaderas necesidades reales de los ciudadanos. ¿Quién queda dentro del proyecto? ¿Quedará alguien para apagar la luz? No obstante, la paellada seguirá en pie, ¿no? No está en la realidad prensada de su diario de referencia, pero Clonista no puede dejar de reseñar una realidad cuya gestación ha seguido por la amistad que le une al creador de la misma, Joan Carles Burriel. Se trata de la creación de una Universidad del Deporte en Barcelona. Ha salido a doble página en El Periódico, como un proyecto en fase de maduración por parte de la Generalitat, si bien los meandros y trochas que ha seguido ese proyecto real para llegar a ser realidad plena merecerían figurar en un capítulo de El Príncipe, de Maquiavelo. Si todas las realidades prensadas llegan a la titularidad del modo como ha llegado ésta, llegan más que sudadas, ciertamente, y de ninguna podría decirse que le hayan regalado su lugar, sino que se lo han trabajado a pulso. Clonista habla de una realidad en pañales, no obstante; del embrión de lo que, andando el tiempo, puede acabar convirtiéndose en una institución sin igual en ninguna parte del mundo. Que así sea. Hay algo de poético en un proyecto fundacional, y hasta casi de comunión mística, sin duda.

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