7-11-02
Las
sociedades humanas son organismos de una relativa complejidad que, sin embargo,
son capaces de elevar hasta la cumbre rectora de las mismas a los seres más
mediocres de la especie, y ahí está el clamoroso caso del presidente Bush,
reforzado por los votos de sus conciudadanos, quienes le han regalado la
mayoría republicana en el Congreso y en el Senado. Si Birnbaum no sabía lo que
pasaba en Washington, ¿cómo va a tener ni la
más remota idea de lo que ocurre en un país tan vasto como el suyo? Si
Washington, es decir, el gobierno de su país, se le vuelve una realidad
indescifrable, ¿cómo llegará nunca a entender las reacciones políticas de sus
compatriotas? Hemos nacido para no
entendernos, que decía Sartre, según parece. ¿Tendrá algo que ver con ese
triunfo la rebaja del precio del dinero en Usamérica a “niveles de hace 40
años”? Clonista es poco ducho en asuntos económicos –y en casi todos, la verdad
sea dicha-, pero la tibia acogida de la Bolsa indica que el valor del dinero no
les importa gran cosa a los inversores, más amigos de la especulación que del
tejido productivo, del mercado de valores que del mercado de bienes y
servicios. Aun con un interés semejante, si los precios de la vivienda están
como están, aquí en la Españavabién del caudillito, ¿quiénes pueden atreverse a
un endeudamiento de casi 400.000 €? Pues eso. Mal, pero que muy mal, deben
pintar las encuestas para el PP cuando el caudillito saca la artillería gruesa
de la desestabilización constitucional que significaría la llegada de los
socialistas al poder. Llegados a ese extremo, más allá del agua al cuello, la
ingesta excesiva de líquido parece haberles trastornado por embotamiento, por
abotagamiento. Como si fuera un comentario subliminal, hoy, día de la victoria
de Bush, se llenan las páginas de Internacional
de accidentes y catástrofes varias. Porque accidentes los hay todos los días,
eso está claro. La naturaleza cíclica de la realidad, la propia del ritmo
natural de las estaciones, no por sabida deja de asombrar. De los regresos al pasado, al peor de los
pasados, no está exenta ninguna sociedad. Si en las vascongadas se empeñan en
hacer realidad el ideal racista sabiniano, en Alemania se vuelven a oír gritos
contra los judíos, y no provenientes de cabezas rapadas o grupúsculos neonazis.
Tal ocurrió, según parece, en el acto de devolución del nombre original a la
calle Kinkelstrasse, que ahora ha recuperado el suyo tradicional de
Judenstrasse, que lo había sido durante 400 años, hasta 1938. Lo chocantes es
que se recoja el testimonio de una testigo presencial de los hechos que afirma
no haber oído tales gritos. El redactor da por buena la confusión y deja al
lector desamparado frente a las dos versiones. ¿Hubo o no hubo esos gritos
lamentables? En el ámbito nacional, Jesús Caldera se ha atrevido a decir que el
goppierno ha presionado al Banco de España para que se sume a las prácticas
montoreras de la falsedad estadística, del maquillaje contable de la
señoría montopepis. Se trata de una
realidad improbable, pero quizás, por ello mismo, de una verdad evidente. La
primera rebaja del marcial impulso guardiacivilesco hacia la integración de los
homosexuales ya ha sufrido su primer recorte: en la misma enmienda del
reglamento se añadirá lo que aún no figuraba: que las familias numerosas
tendrán prioridad para instalarse en ellas. Periódicamente la prensa se empeña
en recoger estudios que pretenden avalar científicamente las conclusiones más
peregrinas. En un análisis del dolor que sufren los aquejados de dolor de
espalda se ha llegado a la conclusión de que quienes cuentan con una pareja
solícita que se interesa por sus dolores sufren más que quienes no. Clonista
ignora si Alberti padeció de la espalda, pero a espaldas de su obra y de su
legado sí que se está organizando una apropiación institucional de su figura a
propósito del centenario de su nacimiento. En fin, cosas de la política, jamás
de la cultura; como mucho de folclórumes, si acaso. En el rinconación catalán,
el primer subordinado de Pujol se niega a informar de los créditos públicos a
empresas privadas, alegando que ya los controla el Síndico Marià, no muy amigo
precisamente de la transparencia, sino bastante más de la ocultación y el
escamoteo. Cuajó la expresión “el oasis catalán”, pero bien podría haber
cuajado, también, la de “el sainete catalán”, porque muchas de las
politiquerías aburdas de este país, también de todos los demonios, sin duda,
son puro sainete del que tanto y tan bueno se ha escrito siempre en este
rinconación. Se va el buen Mas a Polonia para abrir una oficina de reclutamiento
de personal dispuesto a ser explotado en Cataluña y acaba ordenando que se
lleven la bandera española del local, además de recibiendo a un par de
funcionarios de quinta categoría a los que el Mas imposible salvamuebles eleva
a la categoría de miembros del gobierno polaco. Por si no hubiera quedado
claro, a lo largo de todo un año, que la realidad es amante de las
coincidencias, otra escena sainetera se le ofrece al lector, por el mismo
precio, en la columna de al lado: “El gobierno catalán borra la bandera
española de una fotografía publicitaria.” Al grito pelín angustioso de “Fernandes, cerqui´m una explicació urgent, i
versemblant!, si us plau!, los responsables políticos, sin rostro, han
ofrecido dicha explicación: como el local donde ondeaba la enseña centralista
era un cuartel, han decidido quitarla “por motivos de seguridad”, para que no
se identificara el edificio. Y tan capantes...
De nuevo Clonista se ve forzado a no retocar –frente a las tentaciones
totalitarias de otros- su errata creativa: que campe a sus anchas. Era
previsible, la proximidad de las elecciones ha hecho que el Folclòrum se
convierta en arma arrojadiza. Las oposiciones, ante la cascada de dimisiones,
de indecisiones y de indefiniciones, se han lanzado a la yugular del alcalde, por
más que instancias superiores gobernadas por los correligionarios de esas
oposiciones formen parte activa del proyecto. Nació mal, el proyecto, y lo que
se concibe mal es difícil ejecutarlo bien. Interesante realidad la de la
publicación de una novela de Cansinos Assens, Bohemia, y más aún que se venda a través de una página de Internet
y de un teléfono, ofrecidos ambos en el artículo: artesanía pura y dura, como
la defensa de la fundación Cansinos Assens sin disfrutar de subvención pública
alguna.
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